wladiario

Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

contador de visitas

domingo, agosto 30, 2020

La sordera

Es curioso como uno se arregla para ver lo malo en el otro cuando es un defecto propio. Hay gente que se sabe la teoría de maravilla - para los demás -, pero son incapaces, en la práctica, de enmendarse la plana. Hace poco he vivido en mis propias carnes un buen ejemplo de ello. Una persona tiene sus razones – las suyas digo –. Todos los demás son los confundidos y – lo peor- es con el ego desorbitado, esa persona es capaz de poner en riesgo la convivencia con todos los demás. Es una anécdota a punto ha estado de quebrar unos maravillosos días de vacaciones en familia. Pero es una historia muy larga que dejo para más adelante. Lo que ahora importa, en esta reflexión, es la capacidad que tenemos de ver defectos en los demás. Defectos que nos son propios o no del todo ajenos.


Ya hemos hablado en otras ocasiones de la ley del espejo, por ejemplo. Ahora lo voy a explicar con un divertido cuento que narra Jorge Bucay y que mi madre ha venido a recordarme hace poco.


Vamos allá.


Un hombre ya maduro llama por teléfono al médico de confianza que normalmente trata a su esposa. Es un viejo amigo, se podría decir que de de toda la vida.


Tan pronto oye su voz exclama alarmado:


Algo le pasa a mi mujer que se ha vuelto sorda. No hago más que llamarla y ni siquiera me contesta. Se ha vuelto completamente sorda”.


El médico tranquiliza a su amigo. Como conoce la casa le da instrucciones para ver el alance del mal. Se entera de que la esposa está en es momento en la cocina y le propone que la llame desde la habitación de ambos sabiendo que está a unos 20 metros de donde ella se encuentra.


María… María… ¡María!” - acaba gritando.


Nada, no contesta. No me oye. Se ha vuelto completamente sorda”. Le dice a su amigo otra vez al teléfono.


El médico sigue recomendando tranquilidad, al desesperado marido, y le da nuevas instrucciones.


Vé ahora al salón y vuelve a llamarla a viva voz”


Seguramente, él también daba sus indicaciones a viva voz pese a mantenerse aparentemente impasible. Al menos el buen señor apretaba con fuerza el auricular al teléfono para no perderse detalle.


María… María… ¡María!”, repitió la operación con el mismo resultado: ninguna repuesta pese a estar a menos de diez metros.


Cada vez más nervioso, el cónyuge volvió a ponerse al teléfono para explicar lo sucedido.


Completamente sorda. No contesta” respondió.


Su amigo, al otro lado de la línea, siguió recomendando tranquilidad antes de dar nuevas instrucciones.


Dirígete a la cocina y repite la operación” le indicó el médico.


Así lo hizo el cada vez más nervioso señor.


María… María… ¡María!” Gritó a espaldas de su señora.


Y se llevó un chasco mayúsculo cuando su esposa se giró y le dijo:


¡Qué! ¡Que te pasa que no dejas de gritarme todo el día y cuando te contesto ni siquiera me oyes!”.

Etiquetas: , , , , , , , ,

editado por...Wladi Martín @ domingo, agosto 30, 2020
0- Comentarios a esta nota -

miércoles, agosto 05, 2020

Woody Allen

Leo mucho, siempre he leído mucho. No me considero un lector compulsivo, pero raro es el año que no me leo unos 14 libros. Incluso hay períodos en que, de media, me leo unos dos libros por mes o más. Lo bueno es que no suelo recordar básicamente lo que leo. Así experimento especial deleite en volver a leer, por ejemplo, El Principito de Saint-Exupèry. Pero, tengo que reconocer que no suelo releer libros porque tengo muy presente aquello que alguien dijo de que ni en toda la vida se lograría leer todo lo publicado (ni siquiera de lo bueno). Bajo este precepto también me permito dejar algunas obras apenas comienzo a deslizar sobre sus primeras páginas mi vista, si no me interesa. Lo hago sin llegar a acabar el libro. Eso no quita para que en algunas ocasiones vuelva a intentarlo e incluso a lograrlo, más adelante (acabar el libro en cuestión). Eso me pasó con La Regenta cuyas primeras 100 hojas se me atragantaron. Pero tiempo después pasó a ser una de mis novelas favoritas.

Leo novelas (muchas) y otro tipo de obras (algunas). Pese a no recordar lo leído, como sí hacen algunos de mis amigos, soy consciente de que lo leído me aporta mucho. Se podría decir que soy lo que leo (sobre todo lo que he leído). Estoy seguro.

Actualmente estoy divirtiéndome mucho con la autobiografía de Woody Allen, mi otrora ídolo Woody Allen. Hoy día mis ídolos no suelen rebasar los 5 años de edad.

Puedo presumir de haber sido su introductor (el de Woody Allen), si no en España (que no lo fui), sí, al menos, entre mis amigos. He llegado a tener una fabulosa colección de recortes del cineasta neoyorquino lo que me hizo, tiempo atrás, todo un experto en el actor y director. Eran tiempos en que no se tenía acceso a Internet.




En una ocasión recibí la llamada de un gran amigo. Me explicaba que una compañera de trabajo tenía previsto viajar a Nueva York. Expresó su deseo de ir a ver a Woody Allen pues le gustaba el personaje y se había enterado de que tocaba el clarinete en un pub de la ciudad norteamericana. Mi amigo le dijo que conocía a la persona que podía tener la información; que consultaría. Yo, por entonces, sabía que el neoyorquino efectivamente tocaba el clarinete en el pub en el Michael´s Pub y poco más. Pero me puse a revisar mi colección de recortes. Encontré la información de los días en que el cineasta tocaba en el local con su banda. Le facilité la ubicación del pub, las horas de actuación… hasta conseguí el número de teléfono del garito.

Muy ufano llamé a mi amigo y le di toda la información. Poco después me olvidé del asunto, hasta que semanas después coincidí con él. Me trajo una postal de propaganda del Michael´s Pub con el neoyorquino tocando el clarinete con su banda en una cara. En la cara contraria estaba su autógrafo que su amiga había tenido oportunidad de pedir para mi y que guardé como un tesoro (tanto que no sé si lo encontraría en la actualidad).

He visto todas las películas del autor incluso algunas que no ha dirigido y algunas varias veces. He leído todo lo que ha publicado. Le defiendo desde que en un cine de barrio (el Kursal o quizás el Canadá -en Carabanchel-) vi “Toma el dinero y corre”. Nadie le conocía. Me impactó.

Llegó el momento en que incluso hubo quien confundía mi nombre con el del astro neoyorquino. Yo encantado.

Me molestaba que algún amigo le llegase a comparar con el actor francés Pierre Richards, que, sin duda, era gracioso, pero a mi me parecía que no le alcanzaba en talento. No obstante, Allen reconocía que tardaba mucho más, de lo que aparentaba en sus películas, en dar una respuesta graciosa. Como dice el propio autor: “si los seres humanos tuviésemos dos cerebros, seguro que haríamos el doble de tonterías”.


Etiquetas: , , , , , ,

editado por...Wladi Martín @ miércoles, agosto 05, 2020
0- Comentarios a esta nota -

El Corte Inglés

Entre que pasa el tiempo despacio y que hace mucho calor estoy deseando que se sucedan los días, uno tras otro, sin molestar demasiado. Luego diré aquello de “cómo pasa el tiempo”.


El caso es que vistas las posibilidades reducidas se cifran las expectativas en cosas banales en las que no se solía reparar “cuando el tiempo pasaba a su ritmo” y no hacía tanto calor (¿o lo hacía?). También está por verse si el tiempo pasaba despacio o deprisa. Tal vez fuera la consciencia la que no nos permitía reparar en el paso del tiempo, siempre ocupados, siempre atareados…


Uno de los mejores ingredientes para notar el paso del tiempo es eso que definimos como “no tener nada que hacer”. Entonces valoramos cosas como tenderse en el suelo para tomar el sol, charlar con amigos, beber despacio sintiendo que nos refrescamos por dentro, jugar con un niño pequeño (como alguna fuimos nosotros mismos), notar la sombra de un hermano árbol, sentir la brisa en la sofocada piel que nos suele aislar del exterior cuando debería ser todo lo contrario (los placeres del tacto, como los definía Camilo José Cela)…


El caso es que solemos vivir ignorantes de que el tedio, eso de “no tener nada qué hacer”, nos otorga el gran privilegio de vivir el presente. Disfrutar del instante, de aburrirnos (¿por qué no?). Claro que para ello, para sentir que es un privilegio, haría falta algo que hemos citado antes: la consciencia. Casi nada.


Nos creemos conscientes y ya se encarga el ego de todo lo contrario. De que seamos totalmente inconscientes. La inconsciencia nos ayuda a ir a trabajar cada día; a meterse en el atasco cada mañana, a dar vueltas en el coche para encontrar lugar en el que estacionar…


Yo trabajaba en el Corte Inglés. Cada mañana me afeitaba, aunque no me apetecía realmente, y me dirigía a mi trabajo pensando que era lo correcto y que pronto progresaría. Un día tras todos los rituales fui a dar un beso a mi hija y a los de mi compañera que aún dormían pues era día festivo a efectos escolares (Carnaval creo que era). Yo, por las tardes, impartía clases de yudo, pero por la misma festividad me libraba de dicha tarea.


Me despedí de mi compañera que se estaba desperezando para preparar los desayunos. También era día festivo para ella.


Llegué a mi centro de trabajo con tiempo y fiché. Pero no me quité el abrigo sino que fui a por un café a una máquina cercana, me senté y me puse a reflexionar (¿que carajo estaba yo haciendo allí?).


Vi pasar a muchos compañeros hasta que llegó uno con el que tenía más afinidad. Apenas me vio, comprendió lo que me pasaba e intentó convencerme para que acudiera a mi puesto de trabajo. No sé ni lo que le respondí ni como lo hice pero, enseguida, comprendió que el caso estaba perdido;que era inútil añadir algo.


Pasaron varios minutos. Dejaron de llegar compañeros. Ya había quedado un poco atrás la hora de entrada. Entonces, sin quitarme el abrigo, subí a mi lugar de trabajo y busqué a mi jefe al que le pedí la cuenta. Con los ojos como platos, en un primer momento me quiso hacer rectificar. La firmeza se había apoderado de mí por lo que, como antes mi amigo, decidió no insistir más en sus razones aceptando las mías. Fui a las oficinas a tomar lo que se me debía hasta ese momento. Firmé mi renuncia y me marché de nuevo a casa. Llegué cuando los niños ya habían salido de la cama.


Mi compañera estaba atónita, pero no tanto (lo presentía). Ella sabía por lo que pasaba. Le propuse aprovechar las vacaciones escolares y así lo hicimos. Arreglamos algo a los niños, cogimos un poco de ropa y salimos con nuestro coche sin rumbo determinado. Creo recordar que acabamos pasando noche en Calahorra después de hacer a nuestra manera la “ruta de las icnitas”. Buena propuesta para ir con niños.


Cuidado con la consciencia, puedes acabar a más de 300 Km. de tu casa.


Etiquetas: , , , ,

editado por...Wladi Martín @ miércoles, agosto 05, 2020
0- Comentarios a esta nota -