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miércoles, septiembre 02, 2015

A por septiembre

Tras acabar de leer Mauricio o las elecciones primarias, de Eduardo Mendoza, pasé a buscar otros títulos atractivos para el mes de septiembre. La novela de Mendoza, dicho sea de paso, me decepcionó. Se trata de uno de mis autores favoritos desde que leí en mi adolescencia La verdad sobre el caso Savolta y al que he seguido con la lectura de títulos como las hilarantes El laberinto de las aceitunas, La cripta embrujada, La aventura del tocador de señoras o El enredo de la bolsa o la vida. También disfruté enormemente con La ciudad de los prodigios y La isla inaudita. Y volví a reir mientras leía El último trayecto de Horacio Dos. Ya digo que es uno de mis autores favoritos al que leí joven y que de vez en cuando me vuelve a suscitar interés. No como otros autores que forman parte de una etapa concreta de mi vida en que iba ávido de lectura de un título a otro en una especie de intento de completar su obra, su sabiduría... Tal fue el caso de Hermann Hesse o de Aldous Huxley, tan presentes en mi vida desde los 18 hasta los 28 años, ligando el fin de la lectura de un libro con el comienzo del siguiente. El gran interés en ambos autores comenzó, en el caso del germano-suizo, con Narciso y Goldmundo que me regaló un  buen amigo por suplirle como profesor en una clase de yudo que él no podía impartir. En el del inglés, fue Un mundo feliz el que me pidió que siguiera con Contrapunto, La isla, Retorno al mundo feliz, Ciego en Gaza, La sonrisa de la Gioconda y otros varios. De Hesse aún recuerdo cómo me impresionaron El lobo estepario, Sidharta y Demián, sobre todo. Pero también Bajo las ruedas, Peter Camenzind, Rosshalde, etc. Estos dos autores llegaron a obsesionarme como nunca después lo haría ningún otro, si bien he leído casi toda la obra de Paul Auster, ya bien avanzada mi juventud, por no decir prescrita por completo.

El caso es que Mauricio o las elecciones primarias me ha defraudado. No voy a presentar una reclamación a su autor, por supuesto; bastantes momentos de gloria me ha proporcionado con otras obras. También alcanzo a comprender que uno lee en diversas etapas de su vida con condicionantes diferentes y lo que en un momento a una persona puede gustar, en otro, bajo otros condicionantes, a la misma persona puede aburrir o desesperar.

También he aprendido a dejar a medias libros que no me interesan. Alguien me ayudó a hacer la reflexión de que ni el mejor de los lectores, entregado en cuerpo y alma a la lectura, alcanzaría en toda su vida a leer todo lo escrito; ni siquiera lo interesante. No sé si es un consuelo, pero el caso es que últimamente selecciono más mis lecturas, sin dejarme llevar por consejos extraños, y en función de mi estado anímico de cada momento. En verano suelo tirar más a la novela y más concretamente a la llamada negra (Lorenzo Silva, Henning Mankell, Laura Joh Rowland y cuando era más joven Agatha Christie y Arthur Conan Doyle).

Como estamos en el mes de la re-entrada, adoptando un galicismo-si se me permite-, me voy a hacer acompañar de dos novelas que me han generado diferentes expectativas. Por un lado, con Los cuerpos extraños, recupero la lectura de mi amigo Lorenzo Silva del que empiezo a agotar su obra actual. Me siento extrañamente reconocido en algunos rasgos del picoleto Bevilacqua, especialmente, desde que entrevisté al autor y acabamos hablando un buen rato, con bastante familiaridad de nuestras vidas. Me impresionó mucho la gran capacidad de escuchar del escritor, al que conocí en Getafe, mucho antes de haber ganado el Planeta. Llevo apenas medio centenar de páginas y ya he encontrado frases de esas que se leen como una bofetada. La transcribo porque creo que merece la pena:

"Con el tiempo había ido descubriendo que ese carácter, trabado en mis genes, no dejaba de ser pertinente para explicar mi propia biografía, en la que no faltaban los esfuerzos y, en cambio, escaseaban las ganancias".

El libro promete. Y como lo he sacado en préstamo de la biblioteca que tengo al lado de mi casa, he de apresurarme porque tengo que devolverlo y porque también he sacado El impostor de Javier Cercas, que ya me cautivó con Soldados de Salamina y con Anatomía de un instante. La cosa promete.



Con esos argumentos, con mi bici, con la impagable compañía de los míos y con los sueños que me siguen acompañando, unos renovados y otros nuevos, me dispongo a sortear este mes de septiembre. Un mes convulso para todo profesor de yudo que tenga por principal oficio ése y que dependa de pactos, acuerdos y otros menesteres en que se pone a prueba la comunicación y el entendimiento entre seres humanos, para arrancar el curso. Que Dios nos pille confesados, que suelen decir sobre todo los ateos, como yo.

Oliver Sacks

Pero no me voy a despedir sin antes recomendar otra lectura a los que hayan tenido la paciencia de acompañar estas líneas hasta aquí. Se trata de una carta recientemente publicada en EL PAÍS de Oliver Sacks, neurólogo británico, escritor y aficionado a la química. Lo títuló De mi propia vida y lleva por subtitulo: En el tiempo que me queda, tendré que arreglar mis cuentas con el mundo.  No tiene desperdicio.

" Hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2%.
Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.

“Imagino un rápido deterioro”, escribió. “Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros”.

He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.
Hume continuaba: “Soy... un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones”.

No puedo fingir que no tengo miedo. He amado y he sido amado
En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.
Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: “Es difícil”, escribió, “sentir más desapego por la vida del que siento ahora”.
En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.
Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.
Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).

He sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta
De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.

No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.
Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.

Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura".


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editado por...Wladi Martín @ miércoles, septiembre 02, 2015
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