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domingo, marzo 08, 2015

Discusión frente al espejo

Me había puesto a discutir frente al espejo y, como siempre, me quedé sin razones. Me hice el muerto -se me da bien-, para ver si la imagen dejaba de atacarme y se aburría, como dicen que les pasa a los osos... y a las mujeres. Igual te libras de ser despedazado. Para qué discutir si puedes pelear. Salí con vida. Igual el oso soy yo. Al menos soy peludo y gordo; también suelo invernar.

Salí de casa arrastrando los pies y los achaques. El sol proyectaba la sombra de un hombre gris que se empeñaba en seguir mis pasos. Qué fastidio.

Como me había quedado sin razones, frente al espejo, le di al músculo o a las amígdalas o a qué sé yo... Seguí caminando sin darme cuenta de que no sabía a dónde iba. Ahora era yo el que seguía a la sombra dado que el sol lo tenía a la espalda. Los pistoleros saben que es bueno tener el sol a la espalda cuando hay que desenfundar, así es que me consolé con eso. Crucé la calle sin acercarme al paso de peatones y con la vista perdida. Oí un claxon como si fuera un sonido ajeno a mi mundo, un mundo desordenado en el que no había lugar para camiones de la basura a esas horas.

Casi como por azar llegué al parque donde jugaban, lo mismo, viejos a la petanca que niños a la pelota. Yo estaba en la etapa en que no se juega y lo echaba de menos. Me acerqué a un columpio y me balanceé un rato esperando no ser descubierto. Nada. Ya no tenía costumbre de jugar. Tendré que esperar unos años a intentarlo con la petanca. Niños y viejos, dos extremos de un tránsito que se nos escapa sin darnos cuenta. O dándonos cuenta pero siempre con regusto a efímero.

De repente una sonrisa frente a mí. ¿Qué haces aquí papá? Y yo sin acertar quién es esa hermosa mujer de ojos claros que me recuerda a alguien, que me recuerda a todas las mujeres. ¿Una amiga, una compañera, una madre?

¿Estás bien? Mejor que nunca podría contestar de no ser por sentirme absolutamente desorientado. Yo no tengo hijos. Pero me esfuerzo de manera vergonzosa en rescatar de mi cerebro si alguna vez, en algún lugar, he tenido una hija que se haya podido convertir en esa hermosa mujer. ¡Esta cabeza mía!

La mente se columpia como poco antes lo hacía yo. Va de un lado a otro sin encontrar el punto de equilibrio. Sigo luchando mentalmente en dos direcciones. Descarto lo que aparenta ser la realidad de ese momento. Una mujer que se postula ante mi como la hija que no tengo... Y trato de encontrar una luz en mi pensamiento donde alumbre algún recuerdo de algo inexistente e inexplicable. ¿Qué me está pasando? Debo de tener una cara de bobo impresionante.

¿No me recuerdas después de tanto tiempo?

Yo no tengo hijos señorita

Una voz a lo lejos reclama la atención de la mujer. Procede de un hombre de mediana edad acompañado de dos o tres mujeres y hombres. La muchacha se acerca a ellos y conversa. Al rato se vuelve a aproximar a mí para pedirme disculpas. Hace años que no ve a su padre, recién retornada de un largo viaje y alguien le había apuntado en mi dirección. Era todo una confusión; una simple confusión.

Vuelvo mis pasos de nuevo hacia mi casa, perplejo por el suceso y el proceso mental experimentado en tan corto tiempo. He estado a punto de volverme loco, me digo.


El ascensor se ha vuelto a estropear. Subo por las escaleras. Llego a casa jadeando. Paso al cuarto de baño. Me envuelvo la mano en una toalla y le sacudo un puñetazo brutal al espejo. Se acabó. Mañana será otro día... sin tantas discusiones ni tonterías.

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editado por...Wladi Martín @ domingo, marzo 08, 2015
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