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lunes, enero 07, 2008

El fútbol al revés

Me gusta el fútbol. Es un deporte que se juega en equipo y lo que uno hace depende de lo que hacen los demás (por no hablar del rival, sin el que el juego sería imposible). Además, de lo que hacen los demás también depende lo que uno hace, en definitiva. Se fomenta la aceptación.
Por otra parte, cada vez hay más respeto en las gradas donde, por cierto, ya no hay espectadores sino hinchas. A nadie se le ocurre acordarse de la madre del juez de línea ni publicar en alto las inclinaciones (supuestas inclinaciones) sexuales del árbitro o del portero del equipo rival. Incluso a los niños se les alecciona en el más profundo de los respetos hacia deportistas humildes que lo dan todo por un simple ideal, por un simple escudo o por unos colores… las más de las veces sin más pago que el simple aplauso.
Me gusta el fútbol porque, ahora que se puede ver algún que otro partido en la tele (algún que otro día por ahí salpicado) se torna en escuela de vida. Es ejemplar el comportamiento de jugadores que corrigen al árbitro explicando que no ha sido falta, que se han tropezado simplemente y que el jugador contrario no ha llegado ni a tocarles. Es grandioso, cuando un jugador, con lágrimas en los ojos por el dolor que le ha producido una patada, se acerca al rival que se la ha propinado y le consuela (sí le consuela) explicándole que no le duele tanto y que un fallo lo tiene cualquiera. Además, suelen fingir que ya pueden correr para no demorar la reanudación del juego. ¿En qué otro deporte se ve algo así?

Grandioso espectáculo. En sí mismo el espectáculo del fútbol es grandioso también. En cada equipo hay una especie de competencia sana entre los propios jugadores que casi se pelean por ser el que más corre, el que a más balones llega incluso ofreciéndose a sus compañeros (sin esconderse en ningún momento) y gritando aquello de: descansa que ya voy yo. Y se dan unas galopadas tremendas aún sabiendo que no llegarán a algunos balones… sólo por dar ejemplo.
La
La complicidad del colectivo del fútbol alcanza a todos los estamentos. Cuando el equipo rival va perdiendo se ve a los recogepelotas más solícitos en facilitar el balón a los que van perdiendo, aún cuando sea el equipo visitante. En el palco de autoridades se mima especialmente a los técnicos y a quienes presiden el equipo rival si es que va perdiendo. Todo es sentido del humor y demuestra que lejos del resultado lo que importa es el juego en sí mismo. Ya podrían aprender en otros deportes donde acaban a mamporros por una tontería e incluso se llegan a insultar. ¡Qué vergüenza!

El libro al revés. Cuando voy al fútbol, en fin, me acuerdo del relato del ‘libro al revés’. Un amigo mío, ya fallecido, en uno de sus viajes por el extranjero escuchó a un chavalillo que gritaba: ‘vendo libros al revés'. Mi amigo se acercó y compró uno, muy intrigado. Cuando llegó al hotel vio que era incapaz de leer el dichoso libro. Se puso frente al espejo y lo intento día tras días.
A la vuelta del viaje siguió con empeño en su tarea y tras varios meses empezó a ser capaz de entender algunos párrafos. Hizo de la lectura del libro una de sus tareas más importantes y a medida que pasaba el tiempo fue capaz de leer ese ‘libro al revés’. Cuando le fallaron las fuerzas, ya viejo y enfermo, acudí a su casa donde algunos familiares y amigos velaban su lecho. Allí me confesó que por fin era capaz de leer sin problema ninguno el dichoso librito. Pero, añadió. En cambio, ahora que estoy a punto de morir, veo el mundo entero, todo del revés.

¡Qué bonito es el fútbol!














Niño preparado para lanzar escupitajo al juez de línea. Los tres se pasaron gran parte del partido con tal diversión. El juego les interesaba mucho menos.

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editado por...Wladi Martín @ lunes, enero 07, 2008
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