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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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martes, noviembre 24, 2015

Soy tirolina



Estoy muy cansado. Me duelen los huesos. Es un estado físico
de agotamiento, pero tengo claro que todo viene de la mente. Estoy agotado. Me
faltan estímulos positivos. Estoy harto de sufrir. ¡Hay tanto por lo que sufrir!
No voy a poder seguir así. Se me colmó la capacidad de empatizar. Necesito ser
feliz. Al menos a ratitos.



Recuerdo perfectamente aquel 11 de septiembre cuando viendo
las noticias presencié casi en directo el derribo de las Torres Gemelas. Mira
que están lejos y, sin embargo, cogí la moto y me pasé por la puerta de la base
militar de Torrejón de Ardoz. No sé que esperaba ver. Quizás se trataba de lo
que no quería ver; o escuchar. No había ruido de aviones. Corría el año 2001.



Por entonces trabajaba en una emisora local de radio y tenía
que entrar a trabajar por la tarde. Pero cogí la moto y me di una vuelta para
ver cómo estaban las inmediaciones de la Base Aérea. Me acordé de cuando muchos
años atrás, tras enterarme del golpe de Estado, un 23 de febrero, me aproximé a
las Cortes, también en moto. Por entonces era una Lambretta y el Palacio del
Congreso de los Diputados estaba acordonado. Sólo pude llegar a la Castellana a
la altura del Hotel Ritz, con tanta gallardía como ignorancia. Estábamos en
1981.



Años después de aquellos dos momentos históricos llegó el 11
de marzo de 2004. No dormí en toda la noche porque estaba de cierre. Tenía que
acabar de redactar algunas noticias, retocar fotos y enviar todo a mi
coordinador para que todo estuviera listo para publicarse en el periódico
MERCADO del grupo SEGUNDAMANO. Estuve tentado de dejar todo, coger la moto y
acercarme a la estación del Pozo y luego a la de Atocha. Fue una dura lucha
entre el sentido de la oportunidad y el del deber. ganó lo razonable, lo
cómodo, lo caliente. Me hubiera gustado que fuera de otro modo, pero cumplí con
mi deber. Y me quedé en deuda con el apartado intrépido de mi carácter que cada
vez menguaba más, como seguiría en retroceso a medida que los síntomas de eso
que conocemos como vejez se van haciendo más reconocibles en mi.



El caso es que tras los atentados en varias estaciones de
tren de lo que llamamos Cercanías entré en un estado de depresión que no me
impedía llevar mi vida normal, pero que consumía mis pocas alegrías apenas se
presentaban. En ese tiempo, tras los atentados, me encontraba preparando el
Camino de Santiago en bicicleta con mi viejo amigo Mario, al que no veía hacía
muchos años. Salía a entrenarme un poco con la bici y no notaba alegría en mis
paseos, que cada vez eran menos a medida que se acercaba la fecha de partida.
Dudaba si acabaría reuniendo las fuerzas suficientes para culminar con éxito
nuestro proyecto.



Por no dejar las cosas a medias, añadiré que culminamos con
éxito nuestra aventura y que llegamos a Santiago en el plazo estimado. Hasta
Mario se dio el tradicional coscorrón, que yo, menos creyente me evité. Pero
ambos alcanzamos el jubileo como atestigua la compostela que nos extendieron en
la oficina del peregrino al llegar a Santiago.



Pero ahora vamos con otras angustias muy alejadas de
jubileos y de sensaciones menos gloriosas como las que me acongojan en estos
días de cansancio y hartazón. Empezaba confesando que empiezo a no soportar más
tristezas y no por ello habré de dejar de ser persona sensible pues no creo ser
capaz de sacudirme, como el perro que se seca, de mis adornos humanos. No es
tan fácil; claro está. Pero sí que voy a intentar cambiar de estrategia,
siquiera sea para defenderme de la que está cayendo. Hoy día, con esto de las
redes te puedes relacionar, casi en cualquier momento, con casi cualquier persona
que conozcas. Me encanta esa posibilidad de felicitar el cumpleaños a los muchos
amigos y conocidos que tengo diseminados por todo el país e incluso por puntos
distantes del planeta tierra. Me encanta saber que algún amigo al que no veo
hace tiempo o no voy a ver en meses, se lo está pasando bien o disfruta rodeado
de los suyos. A cambio tengo que soportar, de vez en cuando, el bombardeo de
reacciones a conflictos mundiales o sucesos que sacuden la conciencia del mundo
occidental.



Lo más reciente, los atentados de París, que vienen
relativamente cercanos al atentado contra la revista Charlie Hebdo, a todo el
movimiento de huida y de guerra de Siria, etc. y que han despertado una
furibunda reacción en las redes sociales. No voy a entrar en opiniones ni en
valoraciones políticas que no alcanzo a hacer con propiedad dada mi ignorancia
sobre estos temas. pero sí que quiero expresar mi repudia, no sólo al terror
que se ha sembrado, sino a las ondas negativas que se han producido a raíz de
las bombas.



Yo mismo he llegado a poner en mi muro del facebook
"Soy Charlie Hebdo". Me tocó muy de cerca por sentirme amenazado como
periodista que he sido y creía de lo más lógico mostrar mi solidaridad. Pues
bien, en estos momentos de hastío, cansancio y agotamiento no voy a ser Mali,
ni Charlie Hebdo, ni Paris. Lo siento mucho. No quiero contribuir a que otros
sientan lo que yo estoy sintiendo. tampoco pido un movimiento de esos que ahora
se llaman viral. No pido a nadie que haga lo que yo voy a hacer. Yo lo haré por
mi; porque lo necesito. Y punto.



Me propongo combatir con los pocos medios que he encontrado
de momento, la avalancha de malas vibraciones, de mal karma a mi manera. Ya
hace días que he dejado de estar tan en sintonía con propuestas que me siguen
pareciendo de lo más razonable. Y lo he hecho, no porque haya cambiado de
principios al estilo Groucho, sino por no echar más leña al fuego, No sé si
estoy equivocado pero en este momento me da igual. Necesito paliar mi estado de
angustia. Soy risa. Soy música. Soy bebé. Soy viento. Soy...



Nunca he presumido de ser anti nada. Ahora menos aún. Soy
pro muchas cosas pero anti nada. gano demasiado poco dinero como para
permitirme esos lujos; ¡afortunadamente!



De momento, hoy he conseguido vencer mi apatía. Algunos que
me conocen saben que soy un vago reciclado a base de disciplina. Y que para mi
la única disciplina que existe es la que emana de dentro de uno mismo, por más
que la raíz etimológica apunte a estímulos externos. Pero la cabra tira al
monte y, a veces, faltan estímulos para activar esa disciplina. Siempre nos
quedará una cervecita en buena compañía.



A lo que vamos. Hoy, después de muchos días me he dado un
paseo en bicicleta y he llegado a un parque donde un grupo de amigos esperaba
turno para tirarse por una tirolina. Algunos lo hacían apretando los dientes
por el frío -supongo- y por la sensación de velocidad. Otros -sobre todo otras-
lo hacían lanzando gritos de nerviosismo y de felicidad. Me ha encantado ese
rato que he pasado viendo a los jóvenes que se lanzaban entre evidentes
muestras de felicidad. ¡Tan difícil es! Aquí os dejo el vídeo por si os sirve
para captar esa fugaz sensación que yo he captado,  pero que no por fugaz ha dejado de colar un
poso de reflexión en mi turbada mente.





Soy tirolina. O lo he sido unos minutos. Con eso basta de
momento. Seguiré buscando. Igual mañana soy nube.









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editado por...Wladi Martín @ martes, noviembre 24, 2015
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