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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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miércoles, marzo 10, 2021

El fotógrafo

Una de las muchas profesiones que tuve fue la de fotógrafo. Hacía muchas fotografías y cobraba por algunas de ellas. Tomaba imágenes de las noticias que cubría como periodista, llegué a hacer fotos del Getafe C.F. cuando dicho club llegó a primera división de la liga nacional de fútbol. También realicé algunos reportajes de bodas y comuniones, sobre todo para amigos, que era cuando no cobraba; eran mi regalo.


No estudié fotografía, salvo un cursillo que realicé en la Casa de la Cultura de mi pueblo, ya formado, con toda una eminencia: Osvaldo Cipriani.


Mis comienzos fueron, pues, autodidactas.


Mi padre era aficionado a la fotografía. Hombre inteligente, supo pronto descubrir la relación entre apertura de foco, velocidad y sensibilidad del carrete. Él viajaba mucho y de regalo me trajo una pequeña Olympus de Canarias. Tenía la característica de que doblaba el negativo de tal manera de que de un carrete de 36 fotos sacaba 72 y, apurando, algunas más.


Mi afición a apretar el botón tuvo que ser refrenada en alguna ocasión. Por entonces se revelaba en papel y costaba una pasta. Pero lo cierto es que la Olympus tenía buena óptica y yo buena mano. Encuadraba bien y tenía buen ojo, así que el resto fue fluyendo.


Aquella vieja cámara se la dejé a una novia que tuve. Sin yo saberlo empecé una especie de costumbre; algunas parejas se quedaban con mis cámaras. Menos mal que tuve pocas (cámaras ...y parejas).


Llegaron las cámaras digitales. Me hice con una de esas que se conseguían en la gasolineras pagando una parte con los puntos que se recaudaban al reponer combustible. Conseguí algunas instantáneas de mérito, con ella, pese a tratarse de un aparato muy sencillo. Me envalentoné.


Con el tiempo entré a trabajar como periodista en una cadena importante que llevaba muchas cabeceras en las principales ciudades de la Comunidad de Madrid. Cuando necesitaba un fotógrafo tenía que pedirlo a una secretaria. Un buen día, me dijo que no tenía a nadie y le pregunté si yo mismo podía hacer las fotos; que también era fotógrafo. Accedió y así empezó mi carrera profesional como “lupa”, además de como “gacetillero”. Llegué a firmar un contrato como fotógrafo, claro, aunque solía trabajar sólo para mis informaciones.


Llegué a estar pluriempleado. Trabajé en un par de empresas – digamos que familiares - con periódico y emisora de radio. Pero, en ambas, era inexistente la figura del fotógrafo; cada “gacetillero” tomaba sus propias imágenes. También (cada “gacetillero”) entraba en la emisora, picaba sus propias notas y, casi, hasta las maquetaba. Se aprendía mucho a cambio de lo mucho que se sufría.


En estos momentos recuerdo que siempre tuve problemas para la correcta utilización del flash. De haber sabido manejarlo mejor habría hecho más fotos de estudio, pero eso no impidió que hasta montase una exposición, con mis mejores imágenes, en la Casa de la Cultura de mi pueblo. Poco después conocería a Osvaldo, un gran tipo. Con mi compañera, que hizo el curso conmigo, llegamos a compartir una velada en su piso; ¡menudas vistas! Para evitar portazos y permitir correr el aire sin que hubiera portazos, sujetaba cada puerta con una botella de licor; no tenía “mueble-bar”.


Notaba que me faltaban conocimientos profundos. Yo era uno de esos que se llamaban “chusqueros” en la profesión. Pero algo aprendí de mi faceta de fotógrafo y que ha inspirado este relato: mi capacidad para ver las cosas desde diferentes ángulos. Me ha valido para ver las cosas desde diferentes puntos de vista.


Para ilustrar este tema nada mejor que una anécdota. Voy con ella.


Era plena mañana de un soleado día, creo que de primavera. En mi pueblo se celebraba una ofenda floral a una Virgen; no sé de cuál. Como tenía mil cosas que hacer llegué justito y me impresionó ver tantas… flores (por no decir personas). No encontré, en un primer vistazo, desde donde hacer las fotos si no era tras recibir varios codazos y pisotones.


Mirando la plaza vi que había una fuente y para sujetar el grifo una especie de peana a la que con cierta agilidad subí. Me encaramé en lo más alto. Tenía una pequeña plataforma pero te dejaba casi al nivel del estradillo lleno de flores con la imagen de la Virgen. A cierta distancia, eso sí. Pero para eso llevaba zum.


Tomé un montón de imágenes y salieron de maravilla. Parecían tomadas desde un andamio construido al efecto. A partir de aquel momento, la pequeña plataforma era un lugar codiciado por los periodistas. Todos éramos jóvenes y nos resultaba sencillo instalarnos en lo alto de la piedra lisa. Pero sólo cabía uno.


Llegué a escuchar que alguien se refería a la fuente poniéndola mi nombre. En su momento me enorgullecía. Pero hoy no es eso lo que recuerdo. A mi memoria acude el sentimiento de que la fotografía me dio la oportunidad de encontrar un punto de vista desde el que ver la realidad de frente, pese a los muchos obstáculos de alrededor. Un ángulo oculto para otros que permitía ver las cosas con claridad, de cerca y al nivel requerido. Que no me falte nunca esa capacidad.

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editado por...Wladi Martín @ miércoles, marzo 10, 2021
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El verbo

Una sutil brizna de aire, un pequeño soplo. Igual que ayer. Igual que mañana, seguro. Pero la importante es la de ahora, la que se perpetúa. La de ayer ya se fue; la de mañana igual no llega. La importante es la de ahora; las carreras de los niños, los patos en el estanque…


Siempre que se puede, un paseo al parque, junto a mi casa. Dicen que es medicinal y descubro que lo es más para el alma que para el cuerpo. Saborear los rayos de sol como si fueran únicos. Disfrutar también cuando esos mismos rayos no se ven. También están aunque no se vean. Como los problemas para algunos o las bendiciones para otros. No se ven, pero están.


Veo pájaros. Cada vez hay menos humildes gorriones. No es que hayan progresado es que están desapareciendo. Dicen que especies invasoras están acabando con ellos. Algunos inconscientes sueltan en libertad a sus mascotas cuando se cansan de ellas. Qué manía de alterar la naturaleza en vez de disfrutar de ella. Yo, a veces, me siento gorrión. Están acabando conmigo; con los míos. Qué más da. Igual tampoco sé yo adaptarme. ¿Lo intento?


Nos queda la palabra y a veces nos falta eso mismo; nos quedamos sin palabras. Dicen que el verbo fue lo primero. Será que necesitamos escuchar y eso que cada cual escucha lo que le conviene (o precisamente por ello). Una misma palabra es escuchada por cada individuo de forma diferente. De ahí el mundo de las afinidades. De ahí, creo yo, las filias y las fobias.


Leí hace tiempo que en el arte (el moderno se entiende) la obra deja indiferente si no existe afinidad (concomitancia). Se me ocurre que hay afinidades universales como el volar, el soñar… Por eso seguramente las mayores obras de arte estén en los paisajes, se hallen en los pájaros, se encuentren en las escenas de los niños jugando.


Qué difícil es expresar (con palabras) un atardecer, el vuelo de las aves en bandadas cuando llega el otoño, la felicidad en el corro de niños en pleno juego. Y, al mismo tiempo, que propensión a dejar que te lo cuenten; con emociones (¡qué vibren esas concomitancias!).


Tan largo viaje para llegar a ninguna parte saliendo de no se sabe dónde. Largo cuando se parte o está uno en ello. Corto cuando se llega. Y todo para descubrir (siempre tarde) que lo importante es el viaje, no el destino y menos el origen. Los extremos (destino y origen) sólo alimentan al ego; lo que creemos que somos y no nos deja ser.


Que nos quiten todo, pero que al menos nos dejen expresarnos, aunque sea a través de la palabra (espero que me entiendan).

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editado por...Wladi Martín @ miércoles, marzo 10, 2021
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