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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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domingo, julio 27, 2014

Arranque de una novela truncada



“Es preciso, sobre todo, guardarse, a poder hacerlo, de caer en manos de un juez enemigo, victorioso y armado”. Montaigne

Caí en desánimo y andaba triste como árbol desnudo. Más la esperanza en el retoñar era incipiente y, por eso, andaba. Más bien caminaba, pues seguía fiel a mis principios; esos que guían los pies a los nobles por nuestro peregrinar en la vida.

No era mala la tarde. El viento refrescaba los últimos calores de ese verano espeso como la mayonesa. Pero ya el astro rey se alejaba y las noches llegaban antes. Noches estrelladas, noches de olores a flor y de almohadas mojadas. Puertas abiertas y sillas en plena calle eran marco de tertulias en las que el hombre en camiseta de tirantes reñía al niño que hacía rabiar a la niña. La mujer, siempre la mujer, tapaba la falta al mismo tiempo que consolaba a la agraviada. “No ha pasado nada”. Como si al no pasar nada no dejase de pasar algo.

“Algo pasa”, pensé, al hilo de esa frase de la mujer; de la madre. Algo pasa a mi alrededor por más que mi coraza no dé muestras de resquebrajarse. Por más que no me inmute es cuestión de intuición: algo pasa.

Era capaz de racionalizar todo. Pero la experiencia me proporcionaba flacos resultados de esa racionalización. Tampoco se me daba mal actuar de manera emotiva, por intuición. Pero algunos fracasos recientes me hacían rehuir de dicho procedimiento. La tercera vía que se me ocurría era la inactividad total; la quietud. Si echo raíces soy árbol, si fluyo soy río.

Justo entonces tropecé con una piedra de pedernal y a punto estuve de ir a parar con todos mis huesos al lindero del camino de arena. Fue cómo batir un cóctel y empezar a descubrir sabores. Ni río, ni árbol … ¡ni gaitas! “Soy un gilipoyas”.

Creo que fue justo entonces cuando me di cuenta de que tenía que pasar a la acción. Quizás todavía estuviera a tiempo si es que estaba pasando algo como sospechaba.

A medio camino entre la vergüenza de haber estado a punto de tropezar y la rabia de sentirme acechado empecé a trazar las primeras líneas de mi plan. Un plan de supervivencia. O quizás mejor un plan de regeneración. O mejor aún, un plan de regeneración para sobrevivir.

Y así fue como un hombre noble al que sus pasos dirigían hacia su destino mandó a la mierda a su novia casquivana, se cortó el pelo al cero y se apuntó a un gimnasio cercano. El tatuaje, una vez más, no se atrevió a hacerlo.

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editado por...Wladi Martín @ domingo, julio 27, 2014
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sábado, julio 05, 2014

Mis más sinceras disculpas





En el libro Bienestar emocional  de Osho, que me estoy leyendo en estos días, se cita a Sigmund Freud. Y dice el autor que Freud escribió “que si todas las personas del mundo decidiéramos decir la verdad y nada más que la verdad, aunque sólo fuera durante veinticuatro horas, todas las amistades desaparecerían. Todas las relaciones amorosas se disolverían, todos los matrimonios se desharían. Si toda la humanidad decidiera actuar con sinceridad, aunque sólo fuera durante veinticuatro horas…”

También Jorge Bucay habla del tema y escribe que “la sinceridad hay que reservarla para los amigos y la franqueza para los elegidos”.

Es decir que el autor argentino diferencia franqueza de sinceridad y añade que se puede ser sincero sin ser franco (¿sin decir toda la verdad?).

En su libro Recuentos para Demián, Jorge Bucay explica que “Franqueza viene de franco, de abierto. Recuerda la idea de ‘libre paso’. Ser franco significa: No hay ningún espacio oculto en mi interior al cual esté vedado el ingreso. No existe ningún rincón de mi pensamiento, sentimiento o recuerdo que no conozca o que yo quisiera mantener reservado. La sinceridad es mucho menos. La sinceridad para mí es: ‘Todo lo que te digo es cierto, por lo menos cierto para mí’.

Recientemente cometí la estupidez de utilizar las redes sociales como vomitorio, una vez más, y expresé un sentimiento, una angustia. Me dirigía en tren hacia el polideportivo municipal en el que se estrenaba un campamento de esos que llaman urbanos en el que niños y niñas pasan la mañana entretenidos en múltiples actividades.

El mensaje, repito, expresaba miedo o angustia ante la responsabilidad de enfrentarse a un amplio colectivo de niños no siempre convocados ante la posibilidad de aprender un poco de yudo, que es parte de mi trabajo en este tipo de campamentos desde hace dos años. Está claro que las palabras elegidas fueron desafortunadas y empiezo –ya es hora, que vamos por el sexto párrafo- por pedir disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos. No era mi intención ofender a nadie y a nadie en concreto era dirigido mi comentario. Como digo, se trataba de exteriorizar un sentimiento y en el mismo comentario, yo mismo añadía alguna clave… “me hago viejo”, reconocía.

A punto de cumplir los 55 años de edad, con una artritis reumatoide galopante y la proteína C reactiva por las nubes, llevo casi 40 años de mi vida dedicados a la docencia. A los 15 años me contrataron en el gimnasio Judansha de la calle General Pardiñas para impartir clases de yudo a un grupito de niños. Sí, soy profesor de yudo. Suelo reconocer que probablemente era el peor profesor de yudo del mundo en aquellos momentos. Pero tenía un gran deseo de ser como mi profesor de yudo (maestro solemos decir los yudocas). De mayor quería ser como mi maestro (y aún le tengo de ejemplo, para su desgracia pues no le llego a la suela del zapato). De manera que acabé confesando a mi maestro que estaba impartiendo clases de yudo y él, me tomó a su cargo. Me propuso ser su ayudante en el Colegio Claret y me marcó los pasos a seguir para ser un buen profesor y conseguir la correspondiente titulación. Él puso todo de su parte; otra cosa es lo que consiguiera porque soy un desastre. Exculpo a mi maestro de todos mis defectos como profesor de yudo.

Desde aquellos momentos en el Gimnasio Judansha y poco después en el Colegio Claret ha llovido. También ha habido muchas vivencias, dentro y fuera del ámbito de lo que solemos llamar artes marciales. Por poner un ejemplo, obtuve mi licenciatura universitaria en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y trabajé de periodista en diversos medios durante unos cuantos años. Quizás lo más relevante haya sido mi etapa como productor del programa Buenos Vecinos en COPE Madrid (llegué a ser el director una corta etapa). Pero, recuerdo con mucho más cariño mis idas y venidas para distintas cabeceras de MERCADO, lo que me hacía conocer y escrutar poblaciones como Getafe, Arganda y Rivas Vaciamadrid, principalmente. También fui fotógrafo para este medio de comunicación.

Tras este breve paréntesis vuelvo con mis disculpas y eso de la sinceridad, la verdad y la franqueza.

De la verdad no tengo ni idea de manera que se lo dejaremos a jueces, eclesiásticos, moralistas, filósofos, jurisconsultos y otros mucho más avezados en el tema que yo. Bastante tengo con ir en busca de mi verdad (si es que existe y se puede encontrar en alguna parte). De sinceridad y de franqueza puedo hablar un poco y con mucho pudor. Por eso me referiré sólo a mi sinceridad y a mi franqueza. Y ya bastante complicado es.

Publiqué un comentario desafortunado en el que fui franco (no dejé huecos al expresar una angustia) y transgredí los límites de la sinceridad a juzgar por los efectos producidos. Jamás pensé que nadie se fuera a sentir aludido.

Pongamos un ejemplo. Un profesor de piano, al acabar la lección, es preguntado por la mamá del alumno. ¿Qué tal se ha portado? ¿Progresa?

El profesor contesta que el niño se ha portado regular pero que progresa. En este ejemplo miente porque el niño es díscolo, la mayor parte del tiempo aporrea las teclas del piano cuando no está molestando a otros compañeros tirando las partituras al suelo, etc.

En la misma escena pongamos que ante la misma pregunta el profesor contesta: “Su hijo no atiende los suficiente pero algo progresa”.

Seguramente esta respuesta sería más sincera. Se acerca a la verdad, pero ¿es verdadera? En todo caso, no hay franqueza si el profesor al salir del aula charla con sus amigos y necesita horas para desahogarse y califica al mencionado niño de insufrible.

La pregunta es qué pasaría si el profesor respondiera con toda franqueza ante la misma pregunta. ¿Y si el profesor de piano respondiera? Eduque mejor a su hijo para que sea capaz de atender a mis indicaciones sin continuas muestras de desafío o rebeldía y asegúrese de que tiene el deseo de aprender a tocar el piano antes de regresar a la siguiente clase. Y, por favor, dígale que no vuelva a coger esas pataletas o llévele a algún sitio donde descargue esa energía negativa o le enseñen a controlarse un poco.

Desde luego, el profesor, en ese ejemplo, sería franco y no habrá sido maleducado pues sus palabras no incluyen insultos ni desprecios. Tampoco utiliza términos despectivos ni peyorativos. Otra cosa es el efecto que produjera en la madre.

No es el caso. Pero valga de reflexión.

Vuelvo a pedir disculpas para que no se pierda el hilo. A nadie intenté humillar, ni menospreciar, ni vilipendiar, ni atentar contra su honor ni contra su propia imagen, ni contra la de los suyos. Pero insisto en que se trataba de la expresión de un sentimiento (llámese opinión si se quiere) sin mentar a nada ni a nadie en concreto. Y seguramente en un intento de utilizar palabras que no fueran tildadas de insulto al uso lo que he logrado es aún potenciar más el efecto de lo que nunca pretendí. Lo lamento. Y no voy a referirme al Artículo 20 de la Constitución Española que todo el mundo conoce porque parece que de eso no se debe hablar cuando se están pidiendo sinceras disculpas. No lo haré yo.

Quiero precisar que no he perdido perdón. Lo que pido son disculpas. Perdón no pido porque no creo haber cometido ninguna falta más allá de haber sido franco, sincero o lo que carajo haya sido. El pedir perdón implica rogar porque haya olvido y no creo merecerlo. Pero por supuesto que pido disculpas porque veo que hay gente (algunas personas que ni siquiera conozco) que se ha sentido ofendida, aludida o menospreciada y nunca ha sido mi intención el hacerlo. Sigo estando sorprendido. Jamás pensé que nadie fuera a darse por aludido por lo que, tengo ya claro, es un comentario desafortunado cuando menos.

Pero también quiero dejar bien claro que nadie se ha dirigido a mi persona directamente. Más bien se ha organizado una especie de frente común –permítaseme la expresión- contra mi persona. Algunos también alcanzan más allá de mi persona y se han referido a “mi puta madre”. Sólo he podido saber que se trataba de un profesor de instituto al que le diré desde aquí que ignoro esa profesión en mi madre. Pero claro, quién puede saber cosas de ese tipo a ciencia cierta. Lo que si le puedo añadir al anónimo profesor de instituto que mi madre está jubilada (tiene 86 años) tras haber sido profesora de la Orquesta Nacional de España, condecorada, por cierto, con el Lazo de Dama de la Orden del Mérito Civil. Estoy seguro de que su madre no… ¡Que su madre no es puta, digo!

Lo malo de esto no es el comentario, que me lo paso por el forro, lo malo es que se me hace llegar por tercera persona que me lo refiere en lugar y momento en que no puedo ser franco ni sincero. Ya habrá ocasión.

Llamar hijodeputa a una persona suele ser grave en esta sociedad. Pero, por algún extraño fenómeno resulta más peligroso el que inventa palabras. A mí parece que no se me da mal, pero en realidad se me da fatal. Me explico. Por decir a un niño hace décadas que si quería ser “Capitán de la sardina” tuve que explicar durante un buen rato a su padre que no era nada peyorativo. El padre lo comprendió y con evidentes muestras de buen humor se despidió diciendo a su hijo: Anda, vámonos a casa “Capitán de la sardina”. Eran otros tiempos.

También se me ha acusado de utilizar tacos como “cabrostio”, “maricojoñetas”, “cojorroño”. Son los más terribles porque ni siquiera queda claro lo que se quiere decir. Deben de ser insultos malísimos. ¡Ah, sí! En 40 años de profesor de yudo algún “coño” se me ha escapado. No me alcanzó la imaginación.

En otro orden de cosas. Además de seguir con mis disculpas voy a reconocer que soy un baboso. No siempre lo he sido, pero con el paso del tiempo creo que encajo perfectamente con esta definición. En el comentario que motiva toda esta perorata ya había un reconocimiento implícito de que soy un baboso: “Me hago viejo reconocía”.

Pero… ¡Cuidado! ¡Ojo! No estoy llamando baboso a todos los viejos. ¡No! Por favor. Que no se abra otro frente común de viejos que se hayan sentido ofendidos por este nuevo comentario. (Es lo malo de las palabras, una vez proferidas o escritas dejan de ser tuyas y enseguida te dicen –otros- lo que –tú- has querido decir).

Más me hubiera haberme llamado a mí mismo baboso que lo soy. Y no lanzar un miedo a criadores de babosas que fue lo que escribí. Lo lamento, ya lo he retirado y pido disculpas. Aquí el único criador de basas soy yo (y si acaso también mi pu… madre).

Una de las acepciones de la palabra babosa según el diccionario de la RAE es:
Que no tiene edad y condiciones para lo que hace, dice o intenta. Me gusta. Me lo adjudico y eximo a toda otra persona a la que haya podido sentirse aludida por mi comentario de dicho adjetivo que puede utilizarse también como sustantivo. Si me lo permiten –y sigo con mis disculpas- aquí el único baboso o babosa que hay es un servidor, por más señas descerebrado, como me definió el profesor de instituto que conoce un oficio más de mi madre de los que conozco yo.

Por cierto que hace unas semanas un padre de un alumno me llamó a la cara “tonto a las tres” –no era la hora; no le dí importancia- y “gilipoyas” al darme la espalda. Como verán no me merezco ni el esfuerzo de que me llamen cosas raras. O gilipoyas o hijodeputa. Bueno, sí… también “descerebrado”, que ya me hace mucha más ilusión, aunque luego se me recuerde un oficio de mi madre que yo no conozco ni reconozco.

En esto del insulto hay auténticos artistas en rebuscar o inventar. Se me viene a la memoria aquellos, tan de la radio, como “meapilas”, “soplagaitas”, “abrazafarolas”, “chupópteros”. También fueron famosos años atrás los de “maricaplaya”, “cantamañanas”, “chuloferia”, “pilingui”. Y más recientemente “maricomplejines”.

Se trataba de poner un poco de humor en un tema que debe de ser grave porque ha habido “muchas quejas”, se me ha dicho. A mí, decía antes, nadie se ha dirigido para pedir explicaciones o una satisfacción. Nadie me ha dado la oportunidad de disculparme. Sólo un comentario ha subido un poco de tono entre los muchos que venían a animarme o a apoyar de alguna manera la manifestación de mi sentimiento de angustia. Bueno había otro que además de recomendarme que dejara de decir gilipolleces incurría en multitud de incoherencias, supongo que por el estado en que se encontraba su autora. Autora desconocida para mí, por otra parte. Ese comentario lo retiré. En cambio permanece este otro de autora también desconocida por mí, pero que se identificó:

“Pues es hora de dejar el sitio a otros, que lo hagan con más cariño y respeto que usted, porque todo eso que dice de ellos a lo mejor lo han aprendido en el campamento que usted lleva

Me encanta este comentario. Uno de los “Me gusta” es mío. “Es hora de dejar el sitio a otros”: puedo estar de acuerdo (¿alguna idea o sugerencia?). “Que lo hagan con más cariño y respeto” (estoy seguro que habrá gente mucho más cariñosa y respetuosa, lo que no tengo claro es si eso tiene que ver con responsabilidad y experiencia. Tampoco creo que haya faltado al respeto a ningún niño de este ni de ningún campamento y en cambio muchos pueden hablar de gestos de cariño. En todo caso, ¿cariño y respeto son los requerimientos para ser monitor de campamento?). “Todo eso que dice de ellos a lo mejor lo han aprendido en el campamento que usted lleva”. Esta frase final es la mejor. Me eleva a la responsabilidad de “llevar” el campamento. Así llego yo a casa tan cansado. Menuda carga.

Bueno, bromas aparte. Si la autora de este comentario se ha sentido aludida por el mío le pido mis más sinceras (y francas) disculpas, agradeciendo la valentía de haber hecho pública su queja en el mismo medio en que se publicó y sin esconderse. También le agradezco y creo que le honra como persona de gran talla humana el tono empleado y las recomendaciones que incluye. Ha sido muy educada. El propio comentario de esta desconocida (desconocida por mí) autora, es muy positivo porque indica una finalidad y vislumbra alguna solución (si no es capaz de poner más cariño y respeto deje a otros en su lugar) No es difícil, pues, leyendo este comentario, deducir que su autora es persona positiva, educada y eficaz… y valiente.

Hablando de valentía. Yo esa cualidad no la tengo. Debo de ser uno de los cobardes más grandes que conozco porque estoy continuamente enfrentándome a mis miedos y muchas veces me superan. De hecho, el comentario (mío) que ha motivado esta larga carta de disculpas expresaba eso mismo; un miedo. Esa falta de valentía, en cambio, no me impide reconocer mis errores. También son multitud. En eso (en cometer errores) también debo batir algunas marcas. Lo lamento sobre todo cuando afectan a otros. Al publicar mi comentario he cometido un error y parece que ha afectado a otros. Pido disculpas a quienes haya podido afectar y lamento que haya sucedido todo lo que ha sucedido a raíz de este comentario. También recuerdo que el comentario fue retirado tan pronto fui informado por los amigos que me informaron del malestar que había producido (nunca, directamente por personas que se sintieran aludidas; nadie ofendido se ha dirigido a mi). Traté de editar el mensaje para abundar en mi explicación, retirando lo que pudiera ser ofensivo, y no parece haber sido con feliz resultado. Algunos me han acusado de lo que soy: un cobarde. También lamento que no haya bastado con ello. Pero insisto en mis disculpas y también insisto en que no pido perdón (ni clemencia). Asumo las consecuencias de este grave asunto e intentaré hacerlo sin la cobardía que me adorna como persona muy a mi pesar. Espero que el castigo, sanción o pena que me caiga sirva para que en el futuro no cometa actos de esta bajeza y aprenda la lección. Creo que aún se puede sacar algo positivo de este descerebrado profesor cobarde de tan dilatada experiencia si Uds. me dan la oportunidad. Prometo intentar con todas mis energías no volver a cometer un error de este calibre si es que se tiene a bien darme la oportunidad –que no sé si merezco- de reivindicarme en el futuro con una conducta ejemplar que incluya el mostrarme más cariñoso y respetuoso (son los únicos consejos que me han llegado directamente) con quienes me rodean.

Estoy seguro de que me he extendido demasiado. Es otro de los defectos que tengo. Quizás por mi formación como periodista. Me pongo a escribir y no veo el momento de parar… Llevo varios años en el paro como periodista y suelo recordar a mis amigos (algunos quedan dispuestos a perdonar mi error) que ya no soy periodista (dejé de serlo muy al principio de esta pertinaz crisis) sino Licenciado en Ciencias de la Información. Espero disculpen este defecto y al menos haya entretenido a quienes hayan seguido leyendo hasta aquí. Tienen mérito.

Ojalá que de toda esta larga carta de disculpas no se entresaquen, fuera de contexto, palabras mías que abunden en mi primer error: el fatal comentario que nunca lancé a nadie determinado y que sólo intentaba expulsar una angustia ante una situación determinada. Soy un cobarde.

Por supuesto, unir a mis disculpas el profundo agradecimiento a quienes, pese a todo, han hecho el esfuerzo de intentar ayudarme aún a riesgo de salpicarse con mi indecorosa conducta. Valoro en mucho ese gesto de amistad, que no merezco, y espero tener la talla humana, algún día, de devolverles la profunda gratitud que me ha producido. No merezco los amigos que tengo, pero prometo trabajar duro para, algún día, ser merecedor de su gran corazón y no defraudarles como continuamente vengo haciendo.

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editado por...Wladi Martín @ sábado, julio 05, 2014
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