Arranque de una novela truncada
“Es
preciso, sobre todo, guardarse, a poder hacerlo, de caer en manos de un juez
enemigo, victorioso y armado”. Montaigne
Caí en desánimo y andaba triste como árbol desnudo.
Más la esperanza en el retoñar era incipiente y, por eso, andaba. Más bien
caminaba, pues seguía fiel a mis principios; esos que guían los pies a los
nobles por nuestro peregrinar en la vida.
No era mala la tarde. El viento refrescaba los últimos
calores de ese verano espeso como la mayonesa. Pero ya el astro rey se alejaba
y las noches llegaban antes. Noches estrelladas, noches de olores a flor y de
almohadas mojadas. Puertas abiertas y sillas en plena calle eran marco
de tertulias en las que el hombre en camiseta de tirantes reñía al niño que hacía
rabiar a la niña. La mujer, siempre la mujer, tapaba la falta al mismo tiempo
que consolaba a la agraviada. “No ha
pasado nada”. Como si al no pasar nada no dejase de pasar algo.
“Algo
pasa”, pensé, al hilo de esa frase de la mujer; de la
madre. Algo pasa a mi alrededor por más que mi coraza no dé muestras de
resquebrajarse. Por más que no me inmute es cuestión de intuición: algo pasa.
Era capaz de racionalizar todo. Pero la experiencia
me proporcionaba flacos resultados de esa racionalización. Tampoco se me daba
mal actuar de manera emotiva, por intuición. Pero algunos fracasos recientes me
hacían rehuir de dicho procedimiento. La tercera vía que se me ocurría era la
inactividad total; la quietud. Si echo raíces soy árbol, si fluyo soy río.
Justo entonces tropecé con una piedra de pedernal y
a punto estuve de ir a parar con todos mis huesos al lindero del camino de
arena. Fue cómo batir un cóctel y empezar a descubrir sabores. Ni río, ni árbol
… ¡ni gaitas! “Soy un gilipoyas”.
Creo que fue justo entonces cuando me di cuenta de
que tenía que pasar a la acción. Quizás todavía estuviera a tiempo si es que
estaba pasando algo como sospechaba.
A medio camino entre la vergüenza de haber estado a
punto de tropezar y la rabia de sentirme acechado empecé a trazar las primeras
líneas de mi plan. Un plan de supervivencia. O quizás mejor un plan de
regeneración. O mejor aún, un plan de regeneración para sobrevivir.
Y
así fue como un hombre noble al que sus pasos dirigían hacia su destino mandó a
la mierda a su novia casquivana, se cortó el pelo al cero y se apuntó a un
gimnasio cercano. El tatuaje, una vez más,
no se atrevió a hacerlo.
Etiquetas: reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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