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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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viernes, febrero 23, 2024

Delulu


Recientemente ha surgido una corriente filosófica -vamos a llamarla así- que tiene muchos adeptos entre los más jóvenes de nuestra generación. El fenómeno se conoce como delulu y viene del inglés, de la palabra sajona delusual, que viene a traducirse como ilusorio (delirante, dicen algunos). Se trataría de la capacidad de los que adaptan la cruda realidad a sus necesidades de modo que se disuelvan los problemas o al menos se soslayen. De ahí lo de ilusorio.


Esta corriente está arrasando en Tik Tok que, ya se sabe, hace furor entre los adolescentes. Se habla de más de 5.000 millones de visualizaciones en la mencionada red en busca del nuevo fenómeno. En muchos casos las imágenes van acompañadas del lema delulu is the solulu. Los detractores, que también hay muchos, lo vienen a traducir como autoengañarse es la solución.


No es nuevo eso de intentar huir de la cruda realidad, sobre todo entre los más jóvenes. Parece que en la edad en que más se apuesta por los sueños, se está dispuesto a fabricar, si es preciso, una realidad propia, más amable, menos complicada que la circundante. No hace tanto, arrasó la generación jipi (hippy) con su lema de haz el amor y no la guerra. Los muchachos se dejaban melenas, las muchachas desterraron los sujetadores, unos y otros fumaban cosas que no eran tabaco y consumieron sustancias cuyo tráfico dio un vuelco a la economía mundial. Todo por la libertad. Era su forma de construir otra realidad.


Después llegó el pasotismo con lo que podría definirse como estado perpetuo de no afectación. Es decir, de no estar interesado por nada que no convenga o conllevase cierto placer. Se trataba de una especie de hedonismo de andar por casa, que se anunciaba con aquello del: paso de todo.


Mucho antes -ya que hemos mencionado el hedonismo-, en la Grecia clásica se postulaba una corriente -llamada así, precisamente- consistente en buscar el placer y esquivar el dolor. Claro que el objetivo del placer era el bienestar espiritual y no la egoísta gratificación material a corto plazo.


En definitiva, que la cosa viene de lejos.


Sea como fuere, lanzamos una reflexión poniéndonos -al menos por una vez- del lado de nuestros jóvenes. Ahí va nuestra pregunta:


¿Es que, con la que está cayendo, no es lógico concebir una realidad agradable donde se puedan cumplir los deseos de cada cual?


Actualmente, se mira atrás -miles de siglos atrás- para echar un vistazo a la meditación. Así, de las técnicas budistas hemos pasado a lo que conocemos hoy por el anglicismo mindfulness. Su objetivo sería la plena consciencia para centrar la atención en el presente. Pero para que el proceso sea de forma plena hay que renunciar a los juicios y, por supuesto, a los prejuicios.


En las corrientes actuales que podríamos aunar en lo que llamamos autoayuda se suele hablar de múltiples realidades; una para cada uno. No percibimos las cosas como son; las percibimos en función de cómo somos nosotros, dice el doctor Joe Dispenza.


Algo de eso hay. Aunque también es un buen punto de partida para iniciar una reflexión, con pros y contras.

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editado por...Wladi Martín @ viernes, febrero 23, 2024
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sábado, febrero 10, 2024

La ayuda


A veces, uno es incapaz de pedir ayuda. Es algo usual en quienes están acostumbrados a solucionar sus cosas, por si mismos.


Otros, en cambio, no saben hacer gran cosa sin pedir ayuda; aunque luego desprecien la solución que se les brinda. O la aprecian, pero no hacen caso alguno.


Entre los que tienen por costumbre solucionar sus cosas los hay que a su vez ofrecen ayuda aunque no se les pida y los hay que no la brindan hasta que no es solicitada.


Hay gente que ofrece ayuda sin que se le demande. En este grupo se pueden detectar los que entienden que se trata de un favor (no piden nada a cambio) y los que, mentalmente, es como si hicieran un contrato de sumisión o poco menos (piden algo a cambio).


Cuando se pide algo a cambio de la ayuda, a veces se pone una condición. Pero está a la vista. Quiero que me des “A”, pero, a cambio, he de recibir “B”. Con total claridad.


Otra cosa es que te regalo algo (o ayudo) que ni siquiera ha sido solicitado; y al cabo de un año, o más, no ríes uno de mis chistes… ¡Ingrato! ¡No te lo consiento!


Supongo que Cristóbal Colón se solucionaba sus problemas. No creo que nadie pudiera paliar su hambre y necesidades a bordo de la Santa María. Dudo que pidiera ayuda para pasar menos penalidades de las que pasó en su largo viaje trasatlántico. Debió caminar por lodazales en la selva americana. Andar entre piedras con mal calzado. Seguramente le picaron insectos que ni siquiera conocía. No podía ducharse, ni ponerse ropa limpia, ni ir al excusado. Y para pasar menos dificultades muy probablemente no pidió más ayuda que la de la Providencia, como dicen en las novelas.


Pero sí que supo pedir ayuda en otras circunstancias. Primero a Fernando llamado el Católico. Luego a su esposa Isabel. Finalmente consiguió lo que pedía (al menos en parte).


Entra en lo lógico pensar que recibiera alguna ayuda sin solicitarla; hablamos de la que debieron proporcionarle los soldados de las tropas que le acompañaban. No hacía falta pedir ese socorro porque quienes la conformaban estaban en las mismas que él. Se jugaban la vida.


A día de hoy, viendo de manera genérica quienes integran la juventud y la infancia, hay viejos que creen que al crecer esos individuos no se podría organizar un batallón para repetir tal hazaña al otro lado del charco. Pero ese es otro tema. Hablamos ahora de la ayuda. Los hay que quieren ayudar pero no pueden.


Cuando Cristóbal Colón llegó a lo que él llamó Las Indias hacía años que su madre había fallecido, según indican ciertos documentos. Más allá del dolor que padeciese por ello nos imaginamos una escena trasladando algunas cosas que se observan hoy en día. En ella, Colón está a punto de embarcarse hacia lo desconocido (por él) y la madre (que en la escena estaría viva) diría a su retoño algo así como: “Abrígate bien que en esas tierras seguro que hace mucho frío”. O tal vez: “¿Llevas manzanas? Que ya sabes que te sientan muy bien”.


Esa sería una ayuda no solicitada, de las que hemos hablado antes. Añadiríamos ahora que quedan dos interrogantes desde la perspectiva de la ayuda; la del que la recibe y la de quien la presta. En este caso, Susanna Fontanarossa, la presunta madre de Colón, podría quedarse tan a gusto con su propuesta de socorro o bien quedarse enganchada en él. “¿Se acordará mi hijo de ponerse la bufanda que con tanto cariño tejí?” “¿O la camisa que con tanto amor bordé?” “A ver si se le van a pudrir las manzanas antes de que se las coma”.


Desde la otra perspectiva, desde la del que la recibe, Colón podría quedarse tan a gusto o bien, por el contrario quedarse enganchado. “Como me han dicho que igual paso frío si no me pongo la bufanda, eso es que la necesito”. “¿Y si paso frío aunque me la ponga?”. “¿Y si la pierdo?” “A ver si se me van a pudrir las manzanas y lo paso mal sin ellas”.


Hasta aquí nuestra gramática parda o filosofía barata. Que cada cual proporcione ayuda según le parezca, si es que cree que la debe brindar. Ya sea cuando la soliciten o cuando no sea así. Que cada cual haga lo que crea oportuno con la ayuda que reciba; si se la dan. Ya sea ese auxilio requerido o no. Pero, por favor, que todos nos respetemos; tanto los que ayudan como los ayudados. Nosotros sólo hemos querido favorecer con estas palabras a quienes crean que lo necesitan. Si no lo hemos conseguido, esperamos, al menos, haber entretenido y movido a reflexión; divertir un poco, si acaso.

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editado por...Wladi Martín @ sábado, febrero 10, 2024
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La vuelta de Hazard


Llevaba unos días sin ver a Hazard, el mendigo que me hace sentir importante. Me da la oportunidad de darle una moneda cada vez que me ve… me busca. Yo, me siento importante.


Llevaba, como decía, un tiempo sin ver la escuálida figura del rumano. Empecé a temerme lo peor. ¿Le habrá pasado algo? ¿Enferman los mendigos? ¿Van al médico?


Yo creo que en eso de los médicos radica una gran diferencia entre los que tienen hogar y los que viven en la calle (los homeless, que dicen los ingleses). Los primeros van al médico cuando creen que es conveniente. Los segundos, no van; les llevan. Y muchas de las veces es por quitarles de en medio, sobre todo cuando se encuentran desparramados en plena vía pública. Se suele ocupar de ello la policía.


El caso es que ayer, cuando llegaba a la parada del autobús, me sorprendió ver de repente a Hassard. Apareció como de la nada. Como un pajarillo. No le vi acercarse. Sólo acerté a reconocerle cuando ya le tenía a escasa distancia. Venía con su sonrisa de siempre y su abrigo de color camello; ese que también lleva en verano.


En invierno se suele poner otro abrigo azul marino encima del marrón, pero esta vez no lo llevaba. Mientras buscaba una moneda que ofrecerle le comenté: Hace mucho que no te veía. ¿Estás bien?


Sin dejar de sonreír me tranquilizó: He estado en otro sitio.


Bromeé contestándole: Ah; tienes otra oficina.


Rió para adentro, como hace él, tomó la moneda y contestó: Sí.


¡Vete tú a saber si me entendió! (Qué estaría pasando por su cabeza)


En cuanto apresó la moneda se despidió y cruzó la calle. En la parada de enfrente había una señora a la que se dirigió. También ella le dio una moneda. El rumano, con su botín en la mano, se metió en la tienda de al lado. Uno de esos colmados que los jóvenes llaman chinos, aunque sean regentados por murcianos... o por hindúes, como en este caso.


Todavía me dio tiempo a ver salir al mendigo, poco después, con una colorida bolsa de la que extraía trocitos de algo que se llevaba a la boca. Calorías baratas de escaso valor nutritivo. Un alimento de esos a los que se considera culpable de la ola de obesidad infantil. El bueno de Hassard no está gordo… ¡ya quisiera! Como se decía antes: Tiene menos carne que la radiografía de un silbido. Lo que pasa es que necesita aplacar los rugidos que el hambre provoca en sus tripas. Hay que calmarlas de vez en cuando; sobre todo cuando la bestia despierta.


Entre tanto, en nuestra sociedad, cada vez hay más niños gorditos. También ellos corren a los chinos cada vez que consiguen una moneda, a comprar su bolsa de calorías baratas. En su caso no hay que aplacar rugidos. Otra cosa es que igual hay que llevarles al médico cuando estén malitos.


De momento, al bueno de Hazard, que yo sepa, no ha habido que llevarle a que le den medicina. ¿Necesitará?

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editado por...Wladi Martín @ sábado, febrero 10, 2024
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