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jueves, marzo 14, 2024

La infancia y la patria


La verdadera patria del hombre es la infancia, dijo el poeta. Quizás la verdadera bandera sea, entonces, la camiseta del chaval. Esa que en los veranos se quita el zagal en cuanto aprieta el calor. Ya después, cuando se madura, se muda la prenda, si es preciso, y no sólo por razones climatológicas.


Otro poeta pedía al padre que le agrandara la puerta por la que al crecer ya no podía pasar. O que, al menos, se le achicase -a su persona- volviéndole a la edad bendita en que vivir es soñar. La cosa es caber en ese cerco con la patria a cuestas. No con la del Congreso, ni la del equipo de fútbol, ni siquiera con la del famoso jugador… sino con la de los vecinos y amigos, con la del chico o chica que hizo florecer los primeros impulsos sexuales, con la de la peonza, la comba y la mochila del colegio.


¡Qué más da el idioma o el lenguaje! Si en cada zona cambia; también en cada barrio y, por supuesto, en cada país. Bien lo saben los que se mudaron de niños, aunque fuera a la zona de un poco más allá. Al poco, ni la madre entendía al zagal en muchas ocasiones. El niño-camaleón hace suyos los nuevos palabros y hasta la forma de pronunciarlos. ¡Cosas de guajes o rapaces!


Lo raro es cuando se juntan algunos mayores y defienden una supuesta patria aún proviniendo de barriadas distantes. Es como cuando el anunciante de un vehículo promete la singularidad e independencia al posible comprador. Y hablamos del coche del año; el más vendido. No es fácil que entre en la chola, dicho así. Pero hace mella el mensaje.


De ahí la importancia de la bandera que a cada cual evoca su goma de borrar o el olor al bocata del recreo. La misma insignia nos lleva a gente muy diferente a los mismos sentimientos basados en diferentes recuerdos de la edad en que vivir es soñar; sean los que sean.


Todos queremos el coche del año porque nos hará diferentes, como nuestro ídolo, tan bien plantado él o tan guapa ella. Nos volvemos clones para ser como él o ella; para ser “diferentes”.


Pero mucho antes, en la edad en que vivir es soñar, dábamos abrazos de esos en que se ofrece la piel aunque estuviera protegida por una parka o un anorak. Ofrecíamos la mano para que otra, más fuerte sirviera de luz. A cambio, se concedía el privilegio de dejar guiar al que todo lo tiene por recorrer.


Habrá que volver a buscar la patria de las costras en las rodillas, de la colleja al soltar un taco. Nos lo están poniendo difícil. Tanto que dudamos de si no viviríamos en un sueño


¿Queda alguno de mi patria? ¿Queda alguien de alguna de esas patrias?

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editado por...Wladi Martín @ jueves, marzo 14, 2024