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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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sábado, mayo 21, 2011

Puerta del Sol

Estoy emocionado. Me siento vivo. Vuelvo a creer en cosas en que pensé jamás volvería a creer: la humanidad. Hace poco paseé mi vergüenza a hurtadillas. No me sentía orgulloso de la raza humana a la que pertenezco. Hoy ya no ando cabizbajo evitando levantar la mirada del suelo.

Ya estaba preparado para abrazar sin dilaciones mi amargura, hasta el resto de mis días. Pero ha surgido la chispa y se ha incendiado el ánimo. Un ánimo que espero y deseo no se extinga aunque se que decaerá.

La sociedad –mi sociedad-me ha dado la oportunidad de sentirme en primera persona, de construir algo de lo que me rodea, o de sentir que puedo crear algo de lo que me rodea, condicionarlo al menos.

En estos días de acampada en Sol he podido ser uno más; he podido ser protagonista en la medida que mi juventud en retirada me lo ha permitido. Ya no llegan las fuerzas, pero nadie me exigió ni mucho ni poco. Era una cuestión personal.

He recordado, inevitablemente, los días de otro campamento; el de la Esperanza. También me dieron la oportunidad de pasar una noche con los acampados. Me ofrecieron hacer su causa mía, aunque bien sabían ellos –y yo-que era la suya y nada más que suya. Siguen en ello.

El pasado 13 de mayo se publicó en el Diario EXPANSIÓN que a finales de 2011 la Audiencia Nacional celebrará el juicio contra los ocho acusados de la quiebra de Sintel, antigua filial de Telefónica. De la quiebra hace ya diez años. Yo no tenía canas en la barba. Tampoco las tenía cuando llevé mis veinte colchonetas a la plaza de Cuzco e impartí clases de yudo a los hijos de los afectados-acampados.

Ahora sí las tengo y, sin embargo, no he sido invitado a la acampada de Sol. Simplemente he acudido y me he sumado a la marea social, revolucionaria y pacífica que quiere cambiar unas cuantas cosas de este país; de esta sociedad. He tenido el privilegio de ser protagonista por el simple hecho de ser un afectado más.

Ya he oído miles de majaderías sobre este revolucionario y novedoso fenómeno que me siento tan orgulloso de haber podido enganchar. También he visto muestras de respeto, de curiosidad, de solidaridad como no veía hace tanto tiempo.

Reconozco que me hubiera gustado encontrarme con muchas de las personas con quien recientemente he compartido comentarios de frustración. También hubiera querido encontrarme con jóvenes alumnos a los que creo capaces de transformar esta mediocre sociedad construyendo un mundo mejor. Pero aún están a tiempo. Mi presencia en la Puerta del Sol es la de todos los míos y espero reciprocidad cuando pasen estas elecciones municipales y autonómicas (no lo olvidemos; sólo estamos eligiendo alcaldes y presidentes autonómicos).

Pero la luz roja se ha encendido y los banqueros y políticos (también los medios de comunicación) deben tomar nota. Son los tres grandes enemigos contra quienes se ha tomado la calle y por ese orden: banqueros, políticos y medios de comunicación. Por eso, debe quedar prendida esa luz roja una vez llegue la euforia de los resultados de las urnas en la madrugada del lunes 23.

Si nos olvidamos de este colosal comportamiento ciudadano que debería enorgullecer a todo madrileño y, por ende, a todo español, no habrá servido de casi nada. La lucha debe seguir y debe seguir en los mismos cauces de convicción y también de ejemplar civismo (ni una cervecita ¡coño!)

Ahora, los más jóvenes deben hacer gala de su energía para mantener la llama viva. Y los más viejos (que había mogollón) deben aportar su experiencia y, sobre todo, su paciencia para animar a que la lucha no decaiga; porque decaerá. Pero no por ello se habrá perdido. Esta es la primera batalla y hay que ir preparando la siguiente. Sabremos muy pronto las consecuencias de esta primera genial escaramuza porque llegan enseguida nuevos compromisos para los políticos. El PSOE quiere ordenar su sucesión y habrá que estar alertas a ver qué es lo que han entendido del mensaje claro y contundente de la madrileña plaza del kilómetro cero. Más les vale asumir la metáfora y poner su cuenta kilómetros también a cero. De otro modo, se sabrá que la acción ciudadana debe volver a repetirse. Y habrá ocasión.

Hoy por hoy, todos estamos en Sol… y el lunes pidiendo cuentas. A ver si se enteran de una vez.


Acampada Puerta del Sol


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editado por...Wladi Martín @ sábado, mayo 21, 2011
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domingo, mayo 15, 2011

Escuchar al maestro

Cuanto menos me escuchan mis alumnos más escucho a mi maestro.

Hace poco mi maestro me preguntó por algunos de mis estertores literarios que voy boqueando, cada vez más frecuentemente. Menuda vejez me espera (si es que me espera).

Mi maestro me dijo: “en esta profesión se sufre mucho”.

Como individuo egoísta que todos somos en el fondo pensé en lo mucho que ‘YO’ sufro. Menos mal que también soy una cosa cada vez más en retroceso: reflexivo. Me bastaron unos minutos para pensar en lo mucho que habré hecho ‘yo’ sufrir a otros; a mi maestro, a mis maestros, a mis mayores, a los que un día confiaron en mí…

Últimamente voy de chasco en chasco con muchos de mis alumnos (y amigos). Me lo tengo bien merecido. El cabronazo que todos llevamos dentro y que hace años tengo a raya se me vuelve a asomar gracias a lo que considero provocaciones externas. Veo en gente de mi entorno a la que aprecio, detalles que no me gustan; me disgustan. Acabo viendo falta de respeto en esos detalles y me desconsuelo. ¿Es que no ven que mi labor es para con ellos?

¡Evidentemente no!

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“Ética y política no son exactamente incompatibles”.

Así lo venía a decir Max Weber, que debería ser más leído por muchos de los indocumentados que nos gobiernan,

No obstante, leído así, sin más, son peligrosas palabras (como las lean algunos de los indocumentados que nos gobiernan).

Según Weber, frente a la ética absoluta (él la denomina ética de la convicción) está la ética relativa que él denomina ética de la responsabilidad. La primera, la ética de la convicción se ocupa de la bondad de los actos, sin reparar en sus consecuencias. La segunda, la ética de la responsabilidad, en lugar de ocuparse sólo de la bondad (u orillándola cautelosamente) se ocupa, sobre todo, de la bondad de la consecuencia de los actos.

Juzguen Uds. sobre los casos que les venga ahora a la cabeza o que tengan más a mano.

Lo que ahora me interesa, no obstante, es el situar la bondad después de la acción en lugar de antes. Los últimos acontecimientos vividos en primera persona me llevan a esta reflexión.

Todos encajaríamos en la ética de la responsabilidad weberiana cuando primero actuamos y luego miramos la consecuencia de nuestros actos. Es entonces, tras la acción, cuando encontramos multitud de bondades que justifican nuestros actos. Lo he visto hace pocos días y lo seguiré viendo. De eso estoy hablando.

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El secreto más recóndito de algunos seres transparentes consiste en no tener secreto alguno.

Remedando las palabras de Javier Cercas hilamos las reflexiones anteriores.

Algunos seres transparentes, por no decir llanos y superficiales, esconden el gran secreto de no tener ninguno. Se revisten de ornamentos que disfrazan y camuflan su transparencia y actúan desde la impunidad de la ausencia de ética. Pero, no de modo absoluto; ya habrá ocasión de justificar el acto en base a sus consecuencias (y sus posibles bondades).

Tengo muy cerca de mí a personajes especialistas en justificar el todo por la parte.

“Lo hago por el yudo”, he oído decir multitud de ocasiones en que pretendidos maestros medraban por sus propios intereses (o, todo lo más, los intereses de su empresa o club). Hay mucha gente a mi alrededor que no sólo no se sonroja cuando comete una trampa o la tapa, sino que la acaba justificando en base a la consecuencia. Son muchos los que callan cuando se comete el mismo o parecido error que muchas veces les damnificó, cuando éste les beneficia.

Es increíble que algunos de los más reputados personajes de algunos ámbitos (yo hablo del mundillo del yudo porque es el que conozco) asienten su autoridad moral en principios como éstos aquí apuntados. Son sujetos que esconden un gran secreto: no tienen ningún secreto. ¡Y mucho menos ética!

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“En muchas ocasiones no estamos aburridos porque las cosas sean aburridas sino que las cosas son aburridas porque estamos aburridos”.

Desde que un antiguo alumno me recomendó leer Anatomía del miedo de José Antonio Marina he leído con avidez muchas obras del filósofo toledano. Ésta cita de arriba, en concreto, no es de Anatomía del miedo. es de Teoría de la inteligencia creadora y vuelve a insistir en el tema de la reflexión con el que he abierto este artículo. Vamos a pensar en nuestra responsabilidad antes de ir soltando culpas a ‘cosas’ y a ‘otros’.

Humildemente, creo que estoy aburrido de las cosas que me pasan alrededor porque estoy aburrido: ¡YO! No es que sea aburrido lo que me pasa; soy yo el aburrido.

Buen punto de partida para juzgar a mis alumnos (también a mi maestro). Buen punto de arranque para canalizar mis actos, desde la bondad que tengan ellos mismos y también sus consecuencias; pero siempre valorando primero, lo primero; no esperando a que las consecuencias vengan a legitimar las acciones. Buen comienzo para dejar a un lado a los carentes de más secreto que el de no tener ninguno.

Precisamente Juan Antonio Marina, en su Ética para náufragos explica que “en el origen de nuestra vida libre, de nuestra creación ética, hay un acto de valor”.

Muchos valentones de opereta que conozco, si se les pasa por el tamiz de esta sabia aseveración quedan como viles cobardes sin más paliativos.

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“No hay mayor culpa

que ser indulgente con los deseos.

No hay mayor mal

que no saber contenerse.

No hay mayor daño

que alimentar grandes ansias de posesión”.

El filósofo chino Lao Tse escribió estas bellas palabras en su famoso Tao Te Ching, obra esencial del taoísmo.

A todo yudoca que se precie no debería resultar extraño esto del taoísmo pues, literalmente, es: Enseñanza del camino.

Juzguen Uds., queridos yudocas. Juzguen Uds. amigos, familiares de yudocas de cualquier edad que estén leyendo estas líneas. Juzguen sobre la base de estas tres cuestiones sus propias conductas y las de los demás: indulgencia de los deseos, no saber contenerse y alimentar grandes ansias de poder.

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Volvamos al comienzo. Algunos no se dan cuenta de la labor de un maestro. Peor para ellos. Otros tardan en darse cuenta. Mejor para ellos. Otros se dan cuenta inmediatamente: ¡gracias! Gracias en nombre propio, en el de mi maestro y en el de todos los maestros.

Pero eso de darse cuenta de la labor de un maestro forma parte de las son consecuencias. Algo hemos dicho ya de ellas. Si son buenas pueden justificar los actos desde la óptica de una ética de la responsabilidad. Nosotros preferimos actuar desde principios éticos inmediatos, absolutos, y no a posteriori (desde principios previos a la acción).

Ya hemos insinuado aquí que estamos más con la ética weberiana de la convicción, tan en retroceso en nuestra sociedad actual (y en la de la España franquista y en la de la España de los Austrias y cuando éramos más árabes que otra cosa y cuando éramos una provincia romana y en lo más remoto de los tiempos celtíberos de esta piel de toro). Así es que vamos a hablar de convicciones y Uds., seguramente, tendrán derecho a hablar de consecuencias.

Estamos convencidos de que el yudo es una herramienta para educar, formar o ayudar a nuestros alumnos de cualquier edad. En términos taoístas ayudamos a encontrar un camino, primero, y a seguir ese camino después. Líbrennos las fuerzas siderales de medrar como hemos visto hacer a otros, en nombre de nuestro colectivo. Estaríamos yendo contra nuestros principios más profundos por satisfacer deseos superficiales. Eso sería justificar el todo por la parte.

Estamos convencidos, por otro lado, de que nuestra defensa del yudo y de nuestro grupo son la misma cosa porque caminamos cosidos a los principios que inspiraron a Yigoro Kano para fundar el yudo; nunca nos los saltamos por uno, ni ninguno de los miembros de nuestro grupo. Y es verdad que estamos aburridos, no porque las cosas sean aburridas, sino que son aburridas ciertas cosas porque estamos aburridos de ellas. Pero lo cierto es que estamos aburridos de mezquindades y pequeñeces. Así es que el primer paso que vamos a dar es el de convencernos que debemos dejar de estar aburridos. Otro paso es el hablar de ello o escribirlo, en este caso. Y un tercer paso sería nuevamente actuar desde la convicción, recordando que lo que se hace se va a hacer desde principios éticos y no esperando a que la bondad de las consecuencias justifique nuestra ética y, por tanto, nuestros actos.

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Seguramente, quien ha leído hasta aquí ha vuelto a tener una doble sensación que parece persigue últimamente a quienes leen mis textos. Se vendría a resumir esa ambigüedad en la famosa frase de Woody Allen: “he entendido todo lo que ha dicho, pero, por favor querría explicarme lo que realmente quería decir”.

Si no se ha entendido lo que realmente he querido decir, entonces no ha merecido la pena todo lo escrito. La consecuencia de este artículo sería fútil. Pero de eso es de lo que se ha venido hablando.

Al acto de escribir estas líneas le han sobrevenido unas consecuencias (sobre todo las consecuencias tras ser leídas estas líneas). Pero previo al acto de escribir esta nota había una propuesta ética de explicar, una intención de prolongar ciertos aspectos educativos que a diario proponemos a nuestros alumnos en nuestras clases. Hemos escrito esta entrada en el WLADIARIO desde la convicción previa de que era bueno el hacerlo. Ahora son Uds. quienes deben decidir si están aburridos porque las cosas sean aburridas, o las cosas son aburridas porque están aburridos.

Nosotros ya lo hemos hecho. Seguiremos actuando desde la ética de la convicción aunque aburramos a los muertos.

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editado por...Wladi Martín @ domingo, mayo 15, 2011
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