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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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sábado, diciembre 30, 2023

La partida de ajedrez


Eran las tres de la madrugada. Don Pensón, de la familia de los Urdimbre, volvía a desvelarse. Que se despertó, vaya. Como no era la primera vez, más bien era algo cotidiano, decidió levantarse de la cama sin agobiarse. A fin de cuentas, no tenía que madrugar. Así es que se dirigió al ordenador donde empezó a aplicar su rutina, su forma de operar de manera mecánica cada vez que conectaba el aparato. Primero echar un vistazo al correo digital, luego un paseo por las llamadas redes sociales. Finalmente, abrió la aplicación con la que jugaba al ajedrez contra la propia máquina. Se aseguró de que el nivel de usuario fuera el adecuado para poder ganar, pero sin demasiada facilidad.

Mientras el ordenador, ya viejo, realizaba su proceso, acudió a la cocina y se preparó un té matcha. Parece ser que pese a todo no interfiere en las ganas de dormir. Don Pensón había oído que la infusión es muy sana y la tomaba como si se tratase de un amuleto. Algunos, incluso asignaban al brebaje la capacidad de estimular el sueño.

Con la taza humeante en la mano se dirigió a la habitación donde se encontraba el pecé. Acercó el cenicero se encendió un pitillo, le dio una larga calada y lo depositó en el borde. Sabía que esa costumbre no tenía nada de bueno pero no conseguía erradicarla. A cambio, para eso tomaba el té matcha. Así compensaba. Eso creía él. Así metabolizaba la paradoja: una más.

Abrió la partida como siempre; de la misma manera, con el peón de reina. En seguida se percató de que la máquina preveía sus movimientos habituales. ¡Maldita inteligencia artificial! Por un lado estaba disfrutando de una partida con un invisible compañero a altas horas de la madrugada, gracias a ella. ¿A ver a quién le iba a pedir semejante favor? Para eso sí estaba bien la IA. Pero podía ser más amistoso el invisible rival y dejarse ganar un poco, sobre todo a esas horas.

Don Pensón tuvo que recurrir varias veces a la maniobra de retroceder jugada, para no perder algunas piezas. A pesar de todo la cosa estaba cada vez más enmarañada. Para colmo, empezó a notar retortijones en las tripas. Cada vez los dolores eran más agudos. Empezó a ponerse de mal humor, pero pensaba en aguantar las ganas para acabar la partida. Claro que también quería ganar; otra paradoja.

En uno de los apretones estuvo a punto de ventosear y notó el caldoso material cerca de los gayumbos casi en el límite de los confines de su cuerpo. Pausó el juego y a grandes zancadas se dirigió al excusado. Nunca antes había detenido el juego.

Tan pronto se sentó explosionó su necesidad vital. Casi no llego, pensó.

Al cabo de unos minutos, ya aliviado tras soltar una gran cantidad de mierda (con perdón), volvió a sentarse frente a la pantalla. El pitillo estaba casi consumido. Quedaba apenas lo suficiente para dar la última chupada. Así lo hizo y después tomó otro traguito del saludable líquido.

Reanudó la partida y lo hizo buscando una estrategia diferente a la que llevaba antes de salir corriendo al cuarto de baño. Las cosas empezaron a mejorar. Empezó a comerse algunas figuras del imaginario rival. Lo mismo que había desatascado sus tripas, conseguía ahora desenredar la situación. Casi como en una erupción.

Acabó, pocos movimientos después, ganando la contienda. No podía quitarse de la cabeza el paralelismo entre la resolución del atasco en las tripas y el del barullo en el ajedrez. Sólo tuvo que escuchar las señales, que, en este caso, no podía dejar sin atender. A veces, no hacemos caso a dichas señales.

Así le ocurre a mucha gente; que no atienden a los avisos y no saben desatascar algunas situaciones. Lo malo es que hay quienes van soltando mierda (dicho sea también con perdón) y, encima, no acaban desenmarañando la situación. De manera que el deseo de Don Pensón, desde entonces, es que quienes se ven en situaciones confusas, sobre todo los que tienen cierto poder y responsabilidad, suelten su mierda y no la esparzan, para liberar el bloqueo y solucionar el galimatías. Que ustedes caguen bien (con perdón).

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editado por...Wladi Martín @ sábado, diciembre 30, 2023
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viernes, diciembre 08, 2023

Una, dos y tres

 “Una, dos y tres; una, dos y tres, lo que usted no quiera para el rastro es”. Así rezaba la cancioncilla. Y se me ha metido el soniquete de tal manera que no dejo de tararear: una, dos u tres… Nunca llego al cuatro. De nuevo el uno. Así todo el día.


Me levanto y me afeito. Desayuno un cafelito y salgo a buscar el coche. Un serio esfuerzo de memoria me hace encontrarlo tras pensar eso de: ¡dónde coño lo dejé anoche!


Ya estoy en el trabajo; ahora hay que estacionar. Otra vuelta a la manzana.


Llego tarde… ¡como ayer! La nueva, la rubia platino ni me mira. Estoy harto de hacer el amor con ella en la fotocopiadora, en la máquina de café, en mi despacho… ¡en mi imaginación! Ya ni me excita. Casi se ha vuelto tan invisible como yo a sus ojos.


Tres broncas y cuatro decepciones después me voy para casa. He cumplido con más pena que gloria. Antes de subir me paso por el guarro (como hemos bautizado al Mesón Extremeño). Allí está Santi con los ojos chisporroteantes. Va por su tercer botellín. Intento empatar lo antes posible. Me bebo el mío de un tirón.


Cinco rondas después acierto a encontrar el momento de llegar por fin a casa. Las llaves parecen tener vida propia. Se me escapan de entre los dedos. Ni que les hubieran afectado los botellines. A mi no.


Susana me ofrece pescado rebozado que lleva en la sartén. Acepto, mientras me dirijo a por un plato y… a la nevera a por una cervecita.


El niño está en la cama; la tele nos pone las palabras que no acertamos a encontrar. Ella me habla de su jornada laboral. Yo apenas la escucho. Me esfuerzo en dar una opinión sólida sobre la guerra. “Son todos unos gilipollas”.


Me lavo los dientes y meto en la cama. Mi espalda encuentra la de Susana. Automáticamente, la colcha se desliza hacia ella unos centímetros. Vuelve el soniquete: “Una, dos y tres…”


Esa mañana, mientras me afeito y ante el espejo pienso que la canción condiciona mi existencia. ¿O es al revés? Igual es mi existencia la que me lleva a que la canción no se me vaya de la mente. No sé si me explico; casi no sé ni lo que digo. El caso es que no se va el estribillo. A cada rato lo tarareo. Voy a intentar cambiarlo y llegar al cuatro… ¡Nada! No entran los números en el soniquete. Empiezo en el dos… ¡Tampoco! No encuentro el compás. Bueno, empezaré en el cero, aunque sólo llegue al dos.


Algo ha cambiado. Me subí con sólo tres botellines del Mesón Extremeño. Practiqué sexo con Susana; no se puede hablar de hacer el amor, aunque se parece. Claro que hoy es viernes: nuestro día loco. Así desde hace ya años. Igual no tiene que ver con haber cambiado el estribillo de la canción. Lo mismo es una coincidencia… ¿O todos los viernes sólo canto hasta el dos?


Llega el fin de semana. A base de rutina (“una, dos y tres”) hemos ascendido a la cima. Lo hemos hecho subiendo la pesada carga de nuestras míseras existencias. Somos Sísifo sin saberlo siquiera. La pesada bola de piedra caerá el viernes por la noche y se detendrá abajo, el lunes por la mañana. Entonces habrá que volver a subirla penosamente, hasta la noche del viernes en que volveremos a dejarla caer para librarnos de su carga durante el fin de semana. “Una, dos y tres”.


Maldito cuatro, que nunca llega. Ni siquiera lo conozco. Incluso presiento que no deseo descubrir lo que encierra. Algo de miedo debe entrañar eso de saberlo. Hasta el tres me manejo. ¡Qué pereza llegar al cuatro…! ¿Y si luego hay cinco? ¿¡O seis!?


“Una, dos y tres”.


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editado por...Wladi Martín @ viernes, diciembre 08, 2023
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miércoles, diciembre 06, 2023

Los tres gusanos

 


Las palabras botijo siempre están fresquitas, incluso en días calurosos. “Menta”, “torrente”, “biruji”…


También hay palabras sartén que incluso en pleno invierno dan su abrigo: “edredón”, “chimenea”, “fabada”…


Del mismo modo, se podría decir que hay personas moneda y personas pupa. Las primeras, las personas moneda, serían aquellas que nos alegramos al encontrar. No es que vayan a paliar ningún problema grave, pero siempre es motivo de alegría encontrarlas. Su aparición siempre es celebrada, máxime cuando no se espera.


En cambio, las personas pupa serían aquellas que vienen a causar dolor o daño corporal (más bien mental). Serían esas que dejan un mal que empieza a curarse en cuanto se alejan. Algunos se refieren a ellas como tóxicas. Pero no a todo el mundo le afecta de la misma manera perniciosa. Se podría decir que hay personas menos expuestas a su influencia. Por eso nos hemos referido a ellas como personas pupa; que pueden producir un poco de daño (“pupa nene”). ¡Nada irreparable!


Cuando se juntan ambos tipos de individuos pueden llegar a ser, el uno para el otro (tanto sean hombres como mujeres), fulanos chubasquero. O sea, que ni el uno ni el otro reciben influencia de su contrario. Permanecen aislados. El moneda no parece inmutarse de no verse rodeado de sonrisas como le es habitual. Sólo se vislumbra cierta prisa en acabar la conversación y, por tanto, el encuentro; si uno se fija bien.


Por su parte, el pupa tampoco abandona su castillo de quejas y lamentos. Las buenas vibraciones de su interlocutor no consiguen llegar a las almenas de sus lloriqueos. Cuando le vas a responder, si observas en lo profundo de sus ojos, verás que no te mira, aunque sí te ve. Descubres que está pensando, mientras le hablas, en lo que va a contestar a continuación. Es como si tuviera un guion. Acaba de contar exactamente lo mismo a otro con quien también se encontró.


En todo caso, se suele mejorar en cuanto se van.


Dicen que hay personas que te alegran cuando las ves y otras cuando se marchan.


Todo esto me recuerda a la leyenda de las mariposas. Sucedió cuando eran gusanos. Eran tres y al mismo tiempo les llegó el momento de construir el capullo en que quedarían recluidas un tiempo, sin moverse, sin comer… sin siquiera luz. Un gusano era optimista y pensó que lo que se le venía encima era un trance para alcanzar su sueño de volar libre. Otro, pesimista, no podía quitarse de la cabeza sus males y quejas. Estaba convencido de que se enfrentaba a la muerte. El tercero, realista, pensó que todo sería momentáneo y que volvería, más pronto que tarde, a la “normalidad”.


Pasó el tiempo. Uno de los capullos, el del gusano pesimista ni se abrió. Algo había salido mal. Dentro había una mariposa a penas formada; estaba muerta.


El capullo del gusano optimista se abrió dejando salir a una hermosa mariposa que en seguida empezó a volar con total libertad.


El tercer capullo, el del gusano realista, también se abrió dejando salir una hermosa mariposa. No obstante, a pesar de todo, no alzó el vuelo. Por alguna extraña razón empezó a arrastrase por el suelo como cuando era un gusano. Sin embargo le invadía la satisfacción; como había previsto, todo seguía igual.

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editado por...Wladi Martín @ miércoles, diciembre 06, 2023
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Las cotorras

 


Otra arruga. Aparece un pliego cada vez que me miro al espejo en esa cara mía que tan ajena se me presenta. ¿Dónde estará la tersura? ¿… y el grano?


Un pliegue más, por fuera, cada vez que desaparece uno por dentro. Es automático. Debe de ser así, por lo visto.


Hay esfuerzo en no tener dobleces internas en que esconder miseria y vergüenza; y -¡plas!- nuevo fruncido en la piel. Esa piel que intenta envolver todo lo que somos; sin empeño, sin querer… ¡sin éxito!


Arruga y más arruga. Todo bien fruncido. Ya no hay tersura en ningún espacio así es que la fascinación contempla dónde se engurruñará lo ya doblado. Increíble.


Con lo visibles que resultan los escondrijos del ego, por dentro… Tenemos muy presente dónde metemos la mierda (con perdón), para que no la vea nadie. Y somos nosotros los que nos tropezamos a cada poco con ella.


Todos somos Prometeo. A todos nos come cada día por dentro el águila que se alimenta de esos restos escondidos en rincones. No dejamos de fabricarlos. Así, la rapaz siempre tiene algo que comer; algo del detrito que no dejamos de elaborar.


Sin embargo, cada vez hay menos dónde esconder esas imperfecciones. El viejo, como el niño, se va volviendo auténtico; sin dobleces. La criatura, en sus primeras etapas, no pugna por ser nada; simplemente es. Si acaso, su lucha es por agradar a la mamá. Su vida es su aceptación. También el anciano busca aceptación de una madre que no sabe dónde está. Tal vez tras la luz del sol. Tal vez la anuncien los alegres pajarillos.


Por cierto, cada vez hay menos humildes gorriones. Creo que están desapareciendo a medida que proliferan las exóticas cotorras y los escandalosos periquitos. Va en sentido proporcionalmente inverso. Dejan de oírse los discretos y alegres piares mientras cada vez es más frecuente escuchar los vocingleros graznidos comunes en otras latitudes. También en el autobús se oyen auténticos berridos incluso a personas que están sin compañía humana alguna. En eso también se van imponiendo las cotorras; y no sólo las de otras latitudes.


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editado por...Wladi Martín @ miércoles, diciembre 06, 2023
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