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sábado, febrero 10, 2024

La vuelta de Hazard


Llevaba unos días sin ver a Hazard, el mendigo que me hace sentir importante. Me da la oportunidad de darle una moneda cada vez que me ve… me busca. Yo, me siento importante.


Llevaba, como decía, un tiempo sin ver la escuálida figura del rumano. Empecé a temerme lo peor. ¿Le habrá pasado algo? ¿Enferman los mendigos? ¿Van al médico?


Yo creo que en eso de los médicos radica una gran diferencia entre los que tienen hogar y los que viven en la calle (los homeless, que dicen los ingleses). Los primeros van al médico cuando creen que es conveniente. Los segundos, no van; les llevan. Y muchas de las veces es por quitarles de en medio, sobre todo cuando se encuentran desparramados en plena vía pública. Se suele ocupar de ello la policía.


El caso es que ayer, cuando llegaba a la parada del autobús, me sorprendió ver de repente a Hassard. Apareció como de la nada. Como un pajarillo. No le vi acercarse. Sólo acerté a reconocerle cuando ya le tenía a escasa distancia. Venía con su sonrisa de siempre y su abrigo de color camello; ese que también lleva en verano.


En invierno se suele poner otro abrigo azul marino encima del marrón, pero esta vez no lo llevaba. Mientras buscaba una moneda que ofrecerle le comenté: Hace mucho que no te veía. ¿Estás bien?


Sin dejar de sonreír me tranquilizó: He estado en otro sitio.


Bromeé contestándole: Ah; tienes otra oficina.


Rió para adentro, como hace él, tomó la moneda y contestó: Sí.


¡Vete tú a saber si me entendió! (Qué estaría pasando por su cabeza)


En cuanto apresó la moneda se despidió y cruzó la calle. En la parada de enfrente había una señora a la que se dirigió. También ella le dio una moneda. El rumano, con su botín en la mano, se metió en la tienda de al lado. Uno de esos colmados que los jóvenes llaman chinos, aunque sean regentados por murcianos... o por hindúes, como en este caso.


Todavía me dio tiempo a ver salir al mendigo, poco después, con una colorida bolsa de la que extraía trocitos de algo que se llevaba a la boca. Calorías baratas de escaso valor nutritivo. Un alimento de esos a los que se considera culpable de la ola de obesidad infantil. El bueno de Hassard no está gordo… ¡ya quisiera! Como se decía antes: Tiene menos carne que la radiografía de un silbido. Lo que pasa es que necesita aplacar los rugidos que el hambre provoca en sus tripas. Hay que calmarlas de vez en cuando; sobre todo cuando la bestia despierta.


Entre tanto, en nuestra sociedad, cada vez hay más niños gorditos. También ellos corren a los chinos cada vez que consiguen una moneda, a comprar su bolsa de calorías baratas. En su caso no hay que aplacar rugidos. Otra cosa es que igual hay que llevarles al médico cuando estén malitos.


De momento, al bueno de Hazard, que yo sepa, no ha habido que llevarle a que le den medicina. ¿Necesitará?

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editado por...Wladi Martín @ sábado, febrero 10, 2024