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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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viernes, diciembre 30, 2016

Vuelve la ilusión del cuaderno nuevo

Vuelve la ilusión del cuaderno nuevo, con las hojas sin mácula. Todo por escribir, por dibujar. La mente se ilusiona con la idea de afilar el lápiz mientras piensa en historias o tareas que apuntar. La sensación del estreno del inminente futuro huele a uva; a doce uvas. Cada una es un deseo. Cada una es una página limpia en la que aparecerán hermosos dibujos que luego -lástima- quedan en garabatos, las más de las veces.



Pero allá vamos de nuevo. El abuelo empieza a pensar más en los demás que en sí mismo. Mucho más que los que habitan la edad de la inmortalidad. Para ellos, cada frase tiene una puerta con un letrero: invariablemente en ese letrero pone: Yo, Mi o Me. ¿Cómo pensar en los demás si son simple atrezo de lo mío?

"Por un mundo sin guerra y baja la puta tele que parece que estamos locos y nadie la hace ni caso".

"Que se acabe el hambre en todo el planeta y tira eso que se ha quedado mohoso".

"Si me toca a mí, lo primero a repartir. Yo eso no lo declaro, no te jode".

"Que trinquen a todos los corruptos. Cada año les digo que me cambio de compañía y me regalan un móvil nuevo para que no me vaya".

¡Tolón, tolón!

"El último que me fumo" Y entonces el recuerdo de cáncer, de la putada del que padece que siempre parece vivir en otro canal hasta que te estalla la tarta en la cara. Ahora es cuándo ves a todo el mundo igual. Lo mismo que la embarazada ve más bebés que nunca y el que ha sufrido una fractura sólo ve escayolas, hasta en la galería de esculturas del Museo del Prado.

Si he de ser oveja, al menos que no sea la lenta a la que coge el lobo. Las uvas me las acabo el primero. Las rebajas no me las pierdo. Las felicitaciones que no se me olvide ni una ("has visto esta tan chula; te partes de risa, mira, mira"). Cojo el coche el mismo día uno y directo a la playa.

Y ya que soy del rebaño a ver qué me pongo para ser diferente. "Me voy a personalizar con un tatuaje". Mejor un piercing en el ombligo, de momento.

Yo el piercing  me lo puse hace tiempo en el cerebro profundo, en la amígdala. A ver si me luce sexy el sistema límbico y dejo de preocuparme también por banalidades como  la rabia o el miedo. Total, ¿"pa" qué?

Quiero ser Ronaldo, aunque lo de cristiano me vaya grande. Quiero la audacia de la ignorancia y la constancia del ególatra. No más dudas. Las dudas para el filósofo. Pienso luego existo. Yo no pienso luego…

Luego, es después, Hommer Simpson (¡Cerveza!)

Pero sí que existo porque dedico mi parte alícuota de humano agilipoyao a las redes sociales. "Me siento feliz con…" "JAJAJA". "XD".

Voy a coger el cuaderno de la ilusión y lo voy a tirar por la ventana. Como dice el chiste: "métase el gato por el culo".


Y hablando de chistes aquí dejo uno genial que resume todo lo que torpemente yo quería decir. ¿Ves como no era tan difícil?


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editado por...Wladi Martín @ viernes, diciembre 30, 2016
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Quedan pocos

Tenía este texto perdido por ahí sin publicar. Por alguna razón sería. Alguna razón que no acierto a recordar así es que me da ahora por compartirlo por si a alguien le gusta y se toma la molestia de leerlo. 

A ver si me calzo el espadín de corto y sacudo a Campanilla. Necesito sus polvos (no seáis malpensados que todos andamos necesitados de polvos mágicos ¿qué otra cosa queda?) Pego un salto y vuelo… me lanzo a descabezar al dragón. Pero es cicatero, mucho más fuerte que yo y tiene varias cabezas. Todas huecas; todas provistas de feroces mandíbulas que hieden y echan fuego. Ese dragón no come; devora. Por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. Y yo que me había vuelto vegetariano.

He despertado del letargo a fuerza de coscorrones. He despertado y no reconozco nada a mi alrededor. Siempre estuve orgulloso de esta tierra en la que nací. Ahora no la reconozco. Ahora me avergüenzo de este país. Entre todos los hemos dejado hecho un erial. Está irreconocible. Campo de batalla donde hasta las ratas se ocultan. Sólo el dragón pasea sin saber qué arrasar. Nada queda en pie. La esperanza fue la segunda víctima; la primera fue la verdad. Eso dicen los que saben.

Sólo los nobles podrán entregarse a su última tarea; morir con dignidad. Yo ya he empuñado mi espadín de juguete. Espero no pincharme con él. ¡Qué más da ya! Al menos caer con el arma en la mano. Al menos caer luchando ahora que aún nos quedan fuerzas para mantenernos en pie; para reconocer a los nuestros; a los pocos que quedan.

Ayer estuve en un campeonato de yudo y me entregué a vibrar con las emociones que proporciona. No fui el único. La gente está alterada. Y algunos empiezan a recoger tempestades donde antes sembraron vientos. ¿Qué esperaban?

Hubo un rifirrafe con los de siempre; los que acuden con los primos a todos lados y en bandada. Los que chillan más para tener ‘más’ razón (y nunca la tienen). Yo esperaba entregarme a la pasión pero siempre tuve lejanos los límites, así es que me vi, una vez más, apaciguando ánimos. Al cabo de un rato, un estupendo muchacho al que no conocía más que de vista me saludó efusivo y me dedicó estas hermosas palabras: “quedan pocos como tú”.

Y menos que vamos a quedar –pensé para mis adentros-. Luego me di a eso tan en desuso que me tiene a mí echo unos zorros; a reflexionar. La primera sensación de orgullo se diluyó en un cóctel de tristeza, pudor, timidez y perplejidad. Así es que esta mañana acudí con la resaca de la pócima al Auditorio Nacional. Hacía tanto tiempo que no iba, pese a haber sido asiduo de los conciertos de la Orquesta Nacional. De niño, los de mi barrio se sabían la alineación de su equipo de fútbol favorito. Yo repetía los nombres de los músicos de la Orquesta Nacional por cuerdas o grupos. Los trompas Bruguera y Colmenero, Ortiz el trompeta, Calero el fagot, Arias y Cuesta los flautas, Tudela el oboe… Corvino, Cañete, Víctor Martín, Romo, mis padres, mi tío Francis, Periáñez, entre los violines y así hasta completar más de un centenar de nombres, muchos de ellos de familiares. Cómo pasa el tiempo. Sólo reconocí a Romo y a una tal Julia, alumna de mi padre a cuyos encantos me asomé cuando éramos jóvenes y teníamos todo por delante. Quedan pocos…

Al menos escuché de nuevo la Consagración de la primavera de Stravisnky y a la magnífica soprano Patricia Petibón. ¡Qué gozada! He recargado pilas para toda la semana (espero). Cantó una obra de Nicolás Bacri al que tampoco conocía. De hecho la obra era estreno absoluto. Me pareció una verdadera maravilla, máxime teniendo en cuenta que se trata de un compositor de “sólo” 50 años de edad. Quedan pocos… pero habrá que seguir buscando para conocerlos.



Empezaré la semana restañando heridas y lamiendo cicatrices. Cogeré el espadín y volaré de un salto. Cuando me enfrente al temible dragón empuñaré con fuerza mi arma y comprobaré aterrado que me equivoqué de nuevo. En mi mano no es una espada lo que tengo, es un arco de violín. Es el arco que rompí de niño cuando no quería estudiar música y elegí un camino diferente. Ahora será mi única arma, inútil arma ante el dragón, como también lo sería mi espadín. Qué más da el arma si lo que importa es acabar de una vez; acabar peleando y salvando lo que nos queda: el honor. Nos queda poco y nos queda a pocos.

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editado por...Wladi Martín @ viernes, diciembre 30, 2016
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