wladiario

Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

contador de visitas

miércoles, septiembre 16, 2020

El disfraz

Era una hermosa casa que contaba con jardín. Había muchos niños reunidos, junto a sus padres que solían congregarse también al estar en tierras extranjeras. El clima era magnífico con temperaturas suaves y sin lluvias ni otro tipo de precipitaciones.


Tras de los juegos de los niños el anfitrión propuso una fiesta de disfraces. Seguramente habían estado de limpieza en esa casa y tenían muchos trapos, vestidos pasados de moda, utensilios diversos y miles de cachibaches a la espera de hacer algo con ellos. El anfitrión consultó con sus padres que dieron el pertinente permiso. Los niños pasaron a elegir sus prendas y se les asignó donde cambiarse.


Yo tenía unos 7 años y elegí una peluca de cabellos muy negros. Alguien -creo recordar- me sugirió que me disfrazara de Cleopatra. Así lo hice con lo que encontré y con la imagen infantil que tenía de Cleopatra. Lo que me acabó quedando claro es que la peluca me disfrazaba por sí misma Y vaya que si lo hizo. Lo voy a contar.


Yo estaba con mi hermana de unos 3 o 4 años que no recuerdo de qué se disfrazó, pero estaba muy simpática. Llegó el momento de llamar a los padres que acudieron alborozados al jardín a ver a sus retoños disfrazados. Los míos llegaron con cámara de fotos y se hincharon a fotografiar a mi hermana. Yo no me separé de ellos en ningún momento. Pero algo raro pasaba. Aunque estaban educados con la Cleopatra que yo había conseguido improvisar no me hacían mucho caso por alguna razón.


Total que acabó la velada tras ese juego y varios más. Cada familia se dirigió a su casa. Nosotros (mi hermana, mis padres y yo) hicimos lo mismo. Todo normal tras un día festivo.


En la jornada siguiente vuelta a normalidad. Fue entonces cuando mi madre me hizo la fatal pregunta:


¿Dónde te metiste ayer cuando todos los niños se disfrazaron?”.


Le intenté explicar que yo era la Cleopatra que les acompañó y no lo niña que se les pegó, extrañamente, como suponía mi madre. Esa era la razón de que me trataran con toda educación (a fin de cuentas me hacía cargo de una niña de 3 o 4 años), pero también era el motivo de que no me hicieran mucho caso. La cuestión es que no salgo en ninguna foto… y yo pensando que el éxito del disfraz correspondía al de mi hermana y por eso se llevaba todas las imágenes.


El gran disfraz era el mío, tanto que ni mis padres me reconocieron.


Pasados los años desde aquella anécdota reflexiono por cuánta gente no se disfraza, ya adultos, que no les conoce ni la madre que les parió. ¿Cuántos médicos músicos habrá, cuántos oficinistas con alma de poeta…? ¿Cuándo empezaron a disfrazarse?


Eso de fingir lo que uno no es… puede traer extrañas consecuencias.



Etiquetas: , , , , , ,

editado por...Wladi Martín @ miércoles, septiembre 16, 2020
0- Comentarios a esta nota -

El escondite

Hace poco, mi madre hablaba con una anciana amiga. Recordaba con claridad una anécdota que yo mismo protagonicé y que voy a narrar en forma de cuento. Sirve de ejemplo para lo que somos capaces de hacer: huir (sin que parezca una “huida”). El cuento se refiere a un niño, a una anécdota infantil. Pero creo que todos conservamos un mecanismo similar; de la misma forma que todos conservamos algo del niño que fuimos.


Vamos con el cuento y ustedes deciden.


Eran varias familias de emigrantes que se juntaban a menudo para conservar, en cierto modo, su procedencia. Había varios niños en dichas familias y acabaron fomentando mucha amistad entre ellos.


En una de esas reuniones, tras cenar todos juntos, los niños se pusieron a jugar al escondite en plena casa. El niño protagonista del cuento tendría unos seis años. Era el más menudo de los que jugaban a esconderse y esperar que uno de ellos les descubriera. Los demás, unos cuatro, eran mayores todos. Incluso su gran amigo, Arturito, tenía un par de años más de edad, que él.


Fue precisamente Arturito quien propuso un escondrijo fenomenal en el hueco alto de un armario empotrado. Con las prisas y el nerviosismo de que el encargado ya iba a iniciar su búsqueda, debió olvidar su propuesta y marcharse a buscar refugio. Pero el destinatario de dicho ofrecimiento no lo olvidó y con asombrosa agilidad se encaramó al escondrijo sin que nadie le viera. Cerró desde dentro la portezuela y esperó nervioso a ver el resultado.


Pasó un buen rato. Oyó voces pero nadie le buscaba en el fenomenal escondite. De manera que el niño decidió prolongar su gran victoria. Las voces dejaron de oírse y pasó el tiempo. Tanto que parecía ridículo salir en ese momento en que el efecto de la aparición se diluiría sin testigos presenciales.


La lucha entre la espera y el sueño (era después de cenar) parecía un pulso. Ahora parecía ganar la espera, ahora parecía ganar el sueño. Hasta que ganó el sueño.


El niño se quedó dormido y nadie era capaz de encontrarle. Como broma ya empezaba a ser pesada por el rato transcurrido. Los niños, ya todos descubiertos, empezaron a llamar a gritos al ausente. Nada.


Los adultos debieron escuchar los gritos y se unieron a la búsqueda con un poco de angustia. No se podían creer que hubiera desaparecido como explicaban los retoños.


En una de esas, creo que el dueño de la casa, abrió el compartimento del armario donde me había escondido. Se llevó una gran sorpresa.


- “Aquí está” gritó.


En esas yo me fui despertando mientras los demás acudían a la habitación del armario.


Jugué, fui protagonista y además me eché una cabezadita.


Etiquetas: , , , , , ,

editado por...Wladi Martín @ miércoles, septiembre 16, 2020
0- Comentarios a esta nota -