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Las cosas de W&CC así como de ALMAYARA.

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sábado, octubre 29, 2005

Una escapada que merece la pena: Lugo

1.150 kilómetros en un par de días

Q El otro día iba yo en mi coche, tarareando una canción y esperando llegar al gimnasio de deportes de lucha de Parla. Salí con el tiempo justo y lo pagué caro. Era viernes día 28 de octubre y para miles de madrileños comenzaba un largo puente... el de "todos los santos".
Ahora que los profesores apuestan duro por "sajonizar" esta festividad otrora castiza -con sus huesos de santo, buñuelos de viento y flores en los cementerios- recuerdo el lío que se hizo uno de los chavalines de la clase de yudo de Parla. Recordándoles que el martes día 1 de noviembre no tendrían clase un niño de siete años levantó la mano para hacerse escuchar.
- "Profe", yo sé por qué no hay clase. Porque es la fiesta de "Hawai"
Sus compañeros mayores rieron mientras el chavalín se sonrojaba intentando recalcar que sí, que sí... Que se lo había dicho su "seño", que el martes es "Hawai".
Yo, como no celebro "Hawai", ni tampoco me va una higa todos los putos (digo puros) santos del completo santoral de la Iglesia Católica Apostólica y Romana (o románica, que me da igual), voy a contar que llegué 50 miunutos tarde a mi clase de yudo. Los niños se subían por las paredes (es literal) y me costó varios minutos tranquilizarles. Vamos, que casi empiezo la noche de Halloween, por mi cuenta y en plan Herodes.
La gran evasión de la capital me recordó otras escapadas y, en concreto, la que tuve hace muy poco a tierras celtas, donde las brumas son sueños que vagan libres entre olores de agua bendita, ribeiro y roble. Siempre es un placer acercarse a nuestra Galicia milenaria y humedecer nuestros secos corazones con un poco del ambarígeno líquido con que se fraguan las leyendas (¡toma ya!)
Nuestro viaje comenzó el sábado por la tarde, cuando salió Cristi de trabajar y enfilamos nuestro coche por la M-40 en dirección NO (o sea, hacia el noroeste). Enseguida fuimos descontando kilómetros y aclarando nuestro destino (el del fin de semana, en cuanto al vital, todavía estamos en ello... -se aceptan consejos y sugerencias-). Quiero decir que mientras el coche circulaba por la autopista seguíamos planteándonos ir a un sitio o a otro. Dudábamos entre recorrer algunos de los pueblos por los que pasé cuando hice el Camino de Santiago con la bici, en si acercarnos a Asturias y hacer la ruta del Cares...
A pesar del generoso esfuerzo del sol por retrasar su desaparación diaria, llegamos a Cebreiros de noche. El paseo por el pueblecito, entre luces tamizadas por la humedad, no hizo sino acentuar nuestra sensación de estar a mitad de camino entre una buena mariscada y una aventura "cruzada". Hay que recordar que en la ermita de este pueblo se presume de tener "un" santo grial.
Tras darle alegría al cuerpo con un vino de la tierra nos deslizamos hacia tierras más bajas, descontando las curvas interminables hasta llegar a Samos. Tenía verdadera obsesión por llegar de noche a ver el monasterio. Como suponía, la experiencia fue espectacular. ¡Mira qué fotos!
Desde Samos fuimos a Sarria, donde recordaba haber comido sabrosas empanadas con mi amigo Mario a orillas del río que da nombre a la población. Fue cuando caminábamos (circulábamos, más bien), como ya queda dicho, hacia Santiago. Cristi y yo encontramos un mesón en el que nos aplicamos a conciencia sobre una ración de pulpo, un humeante y sabroso caldo de pescado, unas churrusqueantes zamburiñas de sabor fino y agradable, y otros manjares por el estilo. Tras dejar calmados nuestros estómagos fuimos a buscar un lugar en el que aplacar el cansancio. Enseguida encontramos un hostal y sin mucha dilación nos instalamos para pasar la noche.
Por la mañana, Cristi tardaba en arrancar más que un viejo Pegaso diesel. Yo me fui a desayunar y a dar un paseo. Enseguida me crucé con varios peregrinos y el vello se me erizó (¡qué recuerdos!). Tomé varias imágenes del casco viejo de Sarria, que no conocimos en nuestro "Camino" -cosas de hacer el viaje en bicicleta- y volví a por Cristi.
Después de que se despabilara y desayunara, nos fuimos hacia Lugo.
(Imágenes de Sarria:
  1. amanecer desde el casco viejo, cerca de la fortaleza y la iglesia
  2. peregrinos a primera hora de la mañana,
  3. calle por la que pasa el Camino de Santiago en el casco viejo)
No sabíamos que en Lugo se celebraba San Froilán. En concreto era el "domingo das mozas". Nos mezclamos con multitud de gentes llegadas de todas partes de Galicia y de otros confines. Pasamos la mañana recorriendo la ciudad (dentro de la muralla), recorrimos todo el perímetro de la muralla (por arriba) y nos acercamos al parque (extramuros) donde se había instalado la feria. Eso nos sobró, pues íbamos buscando tranquilidad y no bullicio. Acabamos hasta los "eggs" de las tómbolas, pero, a cambio, compramos ricos embutidos, bizcochos y quesos en un puesto de gastronomía artesanal.
Decidimos empezar a descontar kilómetros en dirección hacia casa. De ese modo, planeamos acercarnos a Villafranca del Bierzo a comer; fue un acierto (aunque hay que decir que por esas tierras lo difícil es no acertar).
Fuimos a coincidir en comer donde Mario y yo habíamos cenado en nuestro peregrinaje a Santiago. Tardaron en atendernos, pero nos entretuvimos en la barra con productos de la tierra, bien elaborados para aplacar los nervios de cualquier tendencioso visitante.
Sabíamos muy bien que estábamos en León y no en Asturias, pero tenían menú del día y éste incluía fabada. ¡Y vaya fabada!
Después, el churrasco acabó de rendirnos a la evidencia mil veces planteada en todas partes de España. ¡qué bien se come en el norte!... y barato.
A pesar de que ya el cansancio de tanto trajín se empezaba a apoderar de nosotros, como habíamos repuesto fuerzas... No era cosa de hacer la digestión en el coche, por eso dimos un pequeño paseo hasta el coche y preguntamos por el camino más corto hasta Las Médulas. Se trata de un rincón, del que también tengo pensado escribir un reportaje (al final encontrarás el dedicado a Lugo) como el que me publicó la revista MIRA.
LAs Méduals, en diciembre de 1997 fueron incluidas en la Lista del Patrimonio Mundial. Esto supuso que se reconociera internacionalmente por primera vez en España un Paisaje Cultural.
Además, Las Médulas en la actualidad son un Bien de Interés Cultural en cuanto que Zona Arqueológica (desde 1996). Como Espacio Natural, han sido recientemente declaradas Monumento Natural en 2002.
La singularidad del lugar es que la espectacularidad de las vistas se debe a la acción humana. En la época en que se fueron forjando lo que hoy llamamos Las Méduals, había minas a cielo abierto (si es que se pueden llamar así) en las que se extraía oro. La explotación era de los romanos, o sea los españoles de la época. Y quiero aclarar esto porque parece que en España los romanos (y los visigodos y los almodóvares y los cartigeneses y los muslines...) parece que vinieron, luego se fueron y aquí no pasó nada. Siempre se quedaban "los españoles", que debían ser a lo largo de los siglos los que se iban preparando para que no tirunfe el Estatut en estos momentos. Parece que aquí descendemos todos de Isabel la Católica y nadie tenga en sus venas sangre de los múltiples pueblos que han dado en configurar una de las dos Españas (que ha de helarte el corazón, como prevenía el poeta).
Bueno, a lo nuestro... Llegamos a Las Médulas y nos metimos tremenda caminata hasta coronar el mirador desde el que se toma conciencia de la labor de los romanos extractores del oro hispano ("canallas"). Además, todo era cuesta arriba, así es que las judías pasaron a convertirse en energía en nuestros laboriosos estómagos, que agradecieron ser aliviados de su disolvente acción y de algo de peso. En cambio nuestras piernas, dieron buenas muestras de no estar muy ejercitadas en las artes de la ascensión campestre. Aquí tenéis una imagen de Cristi haciendo la señal de la victoria, cuando avistó el mirador, después de subir la pronunciada cuesta desde el estacionamiento de vehículos.
Luego pasamos un buen rato oteando el horizonte, hasta que nos acercamos a la gruta que han preparado para sentirse minero o topo -según cada cual-. Había que ponerse gorro de baño y casco; y con la ayuda de unas famélicas linternas adentrarse en la madre Tierra: todo por la aventura, aunque fuera una aventura de connotaciones uterinas que diría algún psicoanalista.
Al ir a salir de la gruta un murciélago intentaba marcar su territorio y, en vuelo cruzado, se hizo guardián de la cueva. Parecía querer desanimar a quienes emprendieran el camino de regreso. Así debió de empezar batman, pero a nosotros no nos hizo titubear: aún quedaban varios cientos de kilómetros por recorrer hasta nuestra casa. Y, para colmo, aún le quedaban a Wladi ganas de hacer otra parada...
En realidad fueron dos:
la primera se produjo al poco de salir del parque de Las Médulas. El pueblecito que habíamos dejado atrás, Orellán, ya había despertado nuestra admiración. Al bajar nos hicimos algunas fotos junto a a unas calabazas. Una de ellas fue ocultada por Wladi bajo la camiseta (a ver si os pensábais que ese bulto era su tripa; no hombre, no)
Después, nos metimos en la autopista, pero al llegar a las inmediaciones de Ponferrada salimos de ella para atravesar la ciudad. Wladi se quedó con las ganas de ver su famosos castillo templario cuando llegó con su bicicleta camino de Santiago. Así es que en esta ocasión sí pudo ver la fortaleza, aunque Cristi se quedó en el coche, bastante fatigada ya a estas alturas de viaje.
Cuando aún estábamos en pleno viaje, por tierras pucelanas, nos pusimos en contacto con nuestros hijos (cosas de la tecnología). Entonces nos enteramos de que alguien había echado la llave del cerrojo y que Yaiza no podía entrar en casa. Como en un misterio de Agatha Christie resultó que el cerrojo debió correr sólo. El incidente (menor, desde luego) sí que sirvió para devolvernos a nuestra cruda realidad. Resolvimos la situación con varias llamadas teléfonicas, pero, con ellas, se disiparon nuestros suspiros ensoñadores y entramos en un estado de malestar, tanto más acusado cuanto más nos acercábamos a Madrid.
No sé si este tipo de viajes valen para reponer fuerzas o para gastarlas; ¡qué mas da! La vida es una especie de balancín entre tomar fuerzas y gastarlas o perderlas. Quizás este tipo de viajes sean un reflejo de eso mismo. En sólo 30 horas recorrimos 1.150 kilómetros y visitamos lugares de ensueño, construidos tras el paso de varios siglos. Llegamos cansados y cabreados, pero muy vivos, con mucha vida por delante (aunque al final sólo sean unos instantes) y con muchas ganas de vivirla. ¡Viva la vida y muera la muerte! ...y, como decía mi abuelo Paco:
"A comer fuerte, a pederse fuerte y...
a enseñarle los cojones a la muerte" (con perdón)

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editado por...Wladi Martín @ sábado, octubre 29, 2005
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Nuestro viaje a Lugo en Prensa

Así apareció el reportaje de nuestro viaje a Lugo en la revista nº 25 MIRA Getafe (del grupo Anuntis Segundamano). Es la correspondiente al mes de octubre y se puede conseguir en Av. de castilla 2, Edificio Japón I y II del Parque Empresarial de San Fernando de Henares (Madrid)



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editado por...Wladi Martín @ sábado, octubre 29, 2005
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