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sábado, julio 28, 2007

Concierto de Fito y Calamaro

Hablando de conciertos...
Antes de empezar: si quieres escuchar un conciertazo, de verdad, no te pierdas a mi sobrina Dalila al piano. PINCHA AQUI
Cuando uno va a un buen concierto suele vivir una experiencia agradable. Yo recuerdo con particular emoción algunos vividos en mi infancia, adolescencia y juventud. Claro que hay conciertos y conciertos. Mi infancia estuvo marcada – en cuanto a conciertos se refiere- por la música clásica. Domingo tras domingo, los chavales del barrio jugaban al guá, al pídola o a las chapas, tras ir a misa, mientras yo, repeinado y perfumado con Varon Dandy, me iba con mis padres. El trayecto en el SEAT 1.500 de mi padre era corto. En unos veinte minutos se llegaba desde Caño Roto hasta la Cuesta de la Vega, donde solíamos estacionar. De ahí, paseando llegábamos al Teatro Real, donde he tenido la satisfacción y el honor de haber escuchado a alguno de los grandes: Isaak Perlman, Andrés Segovia, Mstislav Rostropovitch, David Oistrakh, Henrik Schering, Yehudi Menuhin…


A pesar de que domingo tras domingo mi resistencia era fuerte y hubiera preferido quedarme en el barrio con mis amigos, recuerdo momentos de mucha emoción. Incluso me animaba, en ocasiones, a vociferar algún que otro ‘bravo’.

Ya de chaval, recuerdo con especial agrado el concierto que dio Ella Fitzgerald, también en el Teatro Real. Un poco más adelante, en mi etapa adolescente tuve ocasión de acudir al impresionante concierto de Queen en el hoy desaparecido pabellón del Real Madrid. No se animó ningún amigo o amiga de mi pandilla y me fui ‘solateras’; lo pasé en grande.



Otro gran concierto fue el de Pink Floyd en el estadio Vicente Calderón. En aquella ocasión, conseguí dos entradas baratillas. Pero una vez comenzado el concierto me las arreglé para ir acomodándome hasta ocupar un lugar bastante bueno. Pudo haber sido una de las experiencias más placenteras (en cuanto a conciertos se refiere), pero acudí a él con mi ex… No dejó de ser por ello (precisamente por ello) inolvidable.

Recuerdo como conciertos verdaderamente divertidos los de Alameda d’Ossoulna en la plaza de toros de Getafe, el de los Celtas Cortos en las fiestas de san Fernando de Henares (hará ya unos siete u ocho años), el de Manolo García en Las Ventas o el de los Dire Straits, también en el coso madrileño.



Claro que si se pone uno a echar a andar la memoria, también recuerdo ‘peñazos’… Amaral estuvo patética (patético) en las fiestas de Torrejón de Ardoz, justo antes de pegar el pelotazo con su éxito ‘Días de verano’. Lo de Sabina en las Ventas, días después de Manolo García, rozó el ridículo… se quedó sin fuerzas y sin sentido de la verticalidad en apenas media hora; acabó abandonando el escenario más de una hora dejando a Olga Ramos y a Suburbano. Tampoco me dejaron nada contento los simpáticos Estopa. Cuando tienes ocasión de estar en lo que llaman el ‘back stage’ ves cosas increíbles. En su gira de Pepsi, cuando pasaron por Getafe, se pudo apreciar que ni tienen voz, ni ganas, muchas veces. Lo de la voz es de difícil solución, más allá de la tecnología. Lo de las ganas… se pueden coger. Es cuestión de meterse… En fin, sobran comentarios.

Ahora que ya que hablamos de ‘tropezones’, sentí verdadera lástima con ocasión de la visita de Los Pecos a las fiestas de Torrejón de Ardoz. Andaba yo trabajando en un periodicucho local de mala muerte y se me exigió foto y entrevista de los susodichos. Conseguí a regañadientes y tras mucho porfiar, lo de la entrevista, poco antes de que subieran al escenario, dentro de su camerino (por llamarlo de alguna manera). El rubito (Pedro José o Francisco Javier; no lo sé) no podía apenas hablar. El otro, parecía mucho más nervioso, excesivamente nervioso y acelerado. Al acabar la breve entrevista les hice la foto y esperé a que comenzaran su actuación para tomar alguna imagen más, ya con ellos en el escenario. El rubio, no encontraba la rampa para subir por su lado (su hermano subía por el lado contrario). Tropezó varias veces y casi acaba subiendo a gatas. Nadie del equipo de producción le dio importancia al lamentable estado del cantante; debían estar muy acostumbrados.

DOS SON MULTITUD… ¡y tanto!


Asistí al segundo concierto de Fito junto a Calamaro en el Juan de la cierva de Getafe. La gira se estrenó el viernes y yo fui el sábado. Antes había estado en la prueba de sonido a la que se dio entrada a los niños de APANID (Asociación de Padres de Niños Diferentes). De esta experiencia tenéis más información en http://getafe.losmercados.es/20070706-el-pequenajo-debe-de-ser-.html

Acudí por motivos profesionales, es decir a hacer fotos. Lo cierto es que, la empresa para la que trabajo ya había acreditado a otro fotógrafo, pero insistí en ir por dos razones: porque me gusta la discografía de Fito y porque conseguí acreditar a Cristi, mi compañera.



Cristi pasó a la grada, como era preceptivo para periodistas acreditados (para ‘plumillas’). Yo acudí con los ‘gráficos’ a pie de escenario donde pude hincharme a hacer fotos, sin flash y en los tres primeros temas (como suele ser usual). Ueg, a los fotógrafos que deseaban escuchar el concierto se les obligaba a canjear el pase por una entrada y a dejar el equipo fuera del recinto. Así es que llevé la mochila al coche y pasé a buscar a Cristi. Para entonces estaba en el escenario Calamaro. Fito se había ido a tomar copitas, supongo.

El arranque del concierto, con las dos estrellas en acción fue eléctrico. Mucha marcha, rock’n roll, sonido potente… La cosa prometía.



Cuando pude acomodarme, ya en la grada, parecía que me había ido a otro concierto. Creía que me gustaba Calamaro… Estuve a punto de marcharme de no ser porque encontré a un vendedor de cerveza ambulante. Ya no llevan nevera portátil o cubo con botes en hielo. ¡Qué va! Ahora van con una ‘mochilaca’ que, para empezar, leva un estandarte luminoso para que te percates por donde va la birra y puedas llamar al tipo o ponerte a la cola (lo más normal). Yo conseguí llamar a uno de esos mochileros desde la grada y me atendió desde la pista. Sacó un vaso de una especie de canana y aplicó a su boca una manguera parecida a las de las gasolineras. De allí salía el espumoso ámbar con pinta de estar fresquito. Cogí el mini que había pedido, bien tiradito y enseguida pensé que el golpe de fortuna no iba a repetirse en mucho tempo. Así es que según iba a pagar ese mini, pedí otro. En total 14 euros, que se dice pronto.

Ni con dos litros de rubia cervecita pasaba el pestiño de Calamaro. Casi se me atraganta El Salmón (disco de que cantó muchos y pesados temas). Menos mal que nuestra paciencia tuvo recompensa. Cuando Fito saltó al escenario, se produjo algo parecido a lo que sucede cuando en una discoteca se va la luz, pero, al revés. Repentinamente recordamos que habíamos ido a bailar, a vibrar con el rock… a pasarlo bien ¡leches! Bendito sea el rock’n roll. Bendito sea Fito, Fitipaldi (pedazo de banda que se gasta el pequeñajo). No voy a decir que asistiera a uno de mis conciertos preferidos, pero lo pasé en grande y se me pasó el mal sabor de boca que me había dejado el salmón... digo, el Calamaro, perdón.


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editado por...Wladi Martín @ sábado, julio 28, 2007
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