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miércoles, agosto 05, 2020

Woody Allen

Leo mucho, siempre he leído mucho. No me considero un lector compulsivo, pero raro es el año que no me leo unos 14 libros. Incluso hay períodos en que, de media, me leo unos dos libros por mes o más. Lo bueno es que no suelo recordar básicamente lo que leo. Así experimento especial deleite en volver a leer, por ejemplo, El Principito de Saint-Exupèry. Pero, tengo que reconocer que no suelo releer libros porque tengo muy presente aquello que alguien dijo de que ni en toda la vida se lograría leer todo lo publicado (ni siquiera de lo bueno). Bajo este precepto también me permito dejar algunas obras apenas comienzo a deslizar sobre sus primeras páginas mi vista, si no me interesa. Lo hago sin llegar a acabar el libro. Eso no quita para que en algunas ocasiones vuelva a intentarlo e incluso a lograrlo, más adelante (acabar el libro en cuestión). Eso me pasó con La Regenta cuyas primeras 100 hojas se me atragantaron. Pero tiempo después pasó a ser una de mis novelas favoritas.

Leo novelas (muchas) y otro tipo de obras (algunas). Pese a no recordar lo leído, como sí hacen algunos de mis amigos, soy consciente de que lo leído me aporta mucho. Se podría decir que soy lo que leo (sobre todo lo que he leído). Estoy seguro.

Actualmente estoy divirtiéndome mucho con la autobiografía de Woody Allen, mi otrora ídolo Woody Allen. Hoy día mis ídolos no suelen rebasar los 5 años de edad.

Puedo presumir de haber sido su introductor (el de Woody Allen), si no en España (que no lo fui), sí, al menos, entre mis amigos. He llegado a tener una fabulosa colección de recortes del cineasta neoyorquino lo que me hizo, tiempo atrás, todo un experto en el actor y director. Eran tiempos en que no se tenía acceso a Internet.




En una ocasión recibí la llamada de un gran amigo. Me explicaba que una compañera de trabajo tenía previsto viajar a Nueva York. Expresó su deseo de ir a ver a Woody Allen pues le gustaba el personaje y se había enterado de que tocaba el clarinete en un pub de la ciudad norteamericana. Mi amigo le dijo que conocía a la persona que podía tener la información; que consultaría. Yo, por entonces, sabía que el neoyorquino efectivamente tocaba el clarinete en el pub en el Michael´s Pub y poco más. Pero me puse a revisar mi colección de recortes. Encontré la información de los días en que el cineasta tocaba en el local con su banda. Le facilité la ubicación del pub, las horas de actuación… hasta conseguí el número de teléfono del garito.

Muy ufano llamé a mi amigo y le di toda la información. Poco después me olvidé del asunto, hasta que semanas después coincidí con él. Me trajo una postal de propaganda del Michael´s Pub con el neoyorquino tocando el clarinete con su banda en una cara. En la cara contraria estaba su autógrafo que su amiga había tenido oportunidad de pedir para mi y que guardé como un tesoro (tanto que no sé si lo encontraría en la actualidad).

He visto todas las películas del autor incluso algunas que no ha dirigido y algunas varias veces. He leído todo lo que ha publicado. Le defiendo desde que en un cine de barrio (el Kursal o quizás el Canadá -en Carabanchel-) vi “Toma el dinero y corre”. Nadie le conocía. Me impactó.

Llegó el momento en que incluso hubo quien confundía mi nombre con el del astro neoyorquino. Yo encantado.

Me molestaba que algún amigo le llegase a comparar con el actor francés Pierre Richards, que, sin duda, era gracioso, pero a mi me parecía que no le alcanzaba en talento. No obstante, Allen reconocía que tardaba mucho más, de lo que aparentaba en sus películas, en dar una respuesta graciosa. Como dice el propio autor: “si los seres humanos tuviésemos dos cerebros, seguro que haríamos el doble de tonterías”.


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editado por...Wladi Martín @ miércoles, agosto 05, 2020