Educando a Rita... la cantaora
Los roles pasaron a ser ‘clichés’ del siglo pasado y el padre actuaba de colega, la madre de amiga ‘enrollada’, el chaval hacía de chico, con piernas depiladas hasta la ingle, y la niña (ay, la niña), la niña pedía lo que el mayor y le daban el todo por el nada.
Cuando la educación se delega de unos a otros sin que repose en lugar alguno pasa lo que pasa. Que si se educa en el seno de la familia y no en el colegio… que si se educa en el colegio y no en la familia que si en todas partes, pero con colaboración…
Qué problemón cuando la educación se la hemos encomendado a una televisión que entre todos hemos hecho grosera, previsible, chabacana, feraz, grosera, tosca y fatua. Luego nos acongojamos cuando nuestros adolescentes reproducen estereotipos de los mencionados (chabacanos, fatuos, groseros…) y les criticamos. Pero también los adultos andan en el limbo. Hay cincuentones que siguen empeñados en ‘salir de copas’ cada fin de semana y lo que consiguen es cogerse melopeas de campeonato como si estuvieran en plena adolescencia probando límites (que ya es peligroso). Y lo hacen a horas en que deberían cumplir otras tareas para las que utilizaron su libre albedrío, como la de criar sus retoños que nadie les obligó a concebir. Eso en cuanto a los padres.
Qué decir de la escuela en la que se amontonan licenciados que jamás pensaron en dedicarse a la docencia hasta que les explicaron las ventajas del puesto laboral al que se puede llegar con cierta facilidad tras opositar. “Tú preséntate, que aunque saques un número muy bajo, luego te llaman para alguna suplencia y te vas metiendo… no ves que hacen falta mogollón de profesores”. Luego llegan los angelitos a su apetitoso puesto de trabajo, abren la puerta y al entrar al aula llena de adolescentes reculan y preguntan al jefe de estudios: ¿Qué es eso? El jefe de estudios sorprendido le suele contestar: eso, cariño, son tus alumnos. ¡Mucha suerte!
Pasa, que los profesores de hoy día en una tasa alarmante, se han dedicado a esto de la docencia (que siempre se dijo era vocacional) por equivocación, por el atractivo de las condiciones laborales y cuestiones similares. Luego, se dan cuenta que se la repanpinfla que su alumnado aprenda o no… o que llegan enseguida es a un pacto de no agresión mutua. Vosotros haced lo que os venga en gana (dentro de unos límites) que yo daré mi lección y procuraré no ser pesado (ni perseguiros). Eso sí, se pide colaboración a la madre (que ya trabaja por mor de las hipotecas y esas zarandajas) o al padre (muchas veces separados y en horario de gimnasio) y el profesor se vuelve a encontrar con otra sorpresa: ¿Dónde está la familia? Pues la familia bien gracias. La familia está donde la hemos colocado entre todos. Si hoy día lo raro es vivir en el seno de una familia en la que la madre es ama de casa y cuenta con el apoyo de un abuelo (que convive con el resto) y con un padre trabajador a la cabeza que es máxima autoridad a la que recurrir en caso de necesidad. Todo ello aderezado por la existencia de varios hermanos y la cercanía de otras familias similares de primos, tíos y sobrinos… parece una película de las de Alberto Closas con Amparo Soler Leal.
Bueno, mejor que seguir leyendo con fatiga esta reflexión, puede ser escuchar (y ver) el documento que viene a continuación. Está dividido en dos partes y nos va a tomar veinte minutillos, pero merece la pena por lo esclarecedor del lenguaje utilizado amén de resultar divertido, por cómo se explica el juez de menores Emilio Calatayud.
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