Va el verano deslizándose
Va el verano deslizándose, poco a poco, entre sudores, como
cuando te pones unas botas ceñidas; a base de empujones y tirones. Lo mejor: el no
depender del reloj, la pereza cercana al que ha perdido el miedo a la muerte.
Nada ha cambiado, pero ir medio en cueros a cualquier parte
es un verdadero logro de la humanidad. Más que un logro, la recuperación de un
derecho que las religiones -algunas- escamotearon. Y mucha luz; siempre luz.
Pronto empezarán las sombras de nuevo. Pero ahora, tenemos
el antídoto de la Literatura, refugio de soñadores y de capaces de transitar
entre la realidad y los sueños con cierta dignidad. También están los paseos a
ninguna parte, siempre con un objetivo feraz… como si hubiera que tener razones
para pasear.
No va mal lo que llamamos verano. El tiempo se estira como
una goma aún sabiendo que es finito. Finito y esquivo con los que reflexionan;
con los capacitados en procurar no herir aún a costa de eso otro que llamamos
razón; nunca la hay. Y menos para herir a gente buena que se cruza en nuestro
camino y de la que conseguimos sacar el pliegue peor. Eso sin contar con la
falta de redaños para echar bien lejos a los que vienen a herir (aunque estén
enfermos).
La bicicleta, que dejé en medio del salón para no tener que
salir a la terraza a por ella, se ríe de mi pereza. Pone el manillar en mi paso
para que me tropiece con ella. A veces es el pedal que se cruza en mi paso y
golpea mi espinilla: ¡qué mal nos llevamos últimamente! Como un matrimonio
huero y gastado. Alguna compensación habrá.
Luego están los libros. Los que sueñas y los que te da
tiempo a leer. Ahora en verano, hay más tiempo para ellos. Me acabé Los besos en el pan -fantástico- de
Almudena Grandes, con quien he tenido el honor de charlar cuando me la presentó
Inés Sabanés, profesora mía de Educación Física -hace lustros- y actualmente
edil de Medio Ambiente y Movilidad en el Ayuntamiento de Madrid. Luego, casi de
un bocado, El amor en el jardín de las
fieras de Juan Eslava Galán: entretenidísimo.
Como junto al libro de Almudena Grandes había sacado de la
biblioteca de mi barrio Máscaras, de
Leonardo Padura, me puse de inmediato con él. no me decepcionó para nada y he
prometido leer alguna otra ventura del inspector Mario Conde, su personaje
magistral al que da réplica el actor Jorge Perugorría en cuatro grandes
películas. Fíjate que no me acababa de convencer el actor cubano y lo he
acabado reivindicando a través de este gran trabajo.
Luego, para seguir con novela policíaca, me fui a saldar una
deuda; una doble deuda de la que, de momento, quedó saldada una de ellas. Me
explico. Tuve noticias de que la ganadora del Planeta 2016, Dolores Redondo, además
de la galardonada Todo eso te daré -otra
deuda que tengo- escribió una trilogía del Baztán. Me había leído El guardián de lo invisible y quedé
fascinado. Así es que me compre la segunda parte y la devoré. No me defraudó Legado en los huesos y ya tengo comprada
la tercera novela: Ofrenda a la tormenta,
con nuevas aventuras de la inspectora Amaia Salazar.
Así es que vamos ahora con lo que me queda para esta segunda
parte de mi verano. Además de la referida tercera pata de la trilogía de
Dolores Redondo, ya ando liado, tras haber ido a buscar otra cosa a la
biblioteca, con Últimas tardes con Teresa
de Juan Marsé. No había leído nada del autor catalán desde que hace muchos años
me emocioné con Si te dicen que caí. También
ahora disfruto de la singular prosa del barcelonés.
Para más adelante, tengo preparados Patria de Fernando Aramburu -del que he escuchado muchos elogios- y
Sobre los ríos que van de António
Lobo Antúnes. Este último libro lo compré en la Librería Lello (Oporto)
haciendo uso de la prebenda de aprovechar la entrada como descuento en la
compra de algún ejemplar. El prolífico escritor portugués, nacido en 1942 en
Lisboa, viene sonando para el nobel de literatura desde hace años. Dice que sus
libros "nacen de la basura". Ya tenemos una fuerte motivación para
sumergirnos en su universo.
Ya os iré contando, si me apetece y venzo la pereza. De
momento, me acabo de tropezar con la bicicleta. Así es que he reactivado este
rincón digital que bauticé Wladiario y
que nació en marzo de 2005. ¡Buen verano!
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