El deleite de la Literatura
En estos días lo mismo leía que no leía. Como que me daba
igual. Casi me tenía que obligar. No he sido nunca un lector compulsivo, pero
sí un buen lector.
Siempre he tenido deseo, curiosidad y hasta disciplina para
leer páginas y páginas de libros que casi siempre me han parecido interesantes,
cuando no fascinantes. Tampoco suelo tener reparos en dejar un libro a medias
si deja de interesarme. Hay tanto bueno que leer que ni aplicándose de continuo
toda una vida en ello se abarcaría tanta maravilla. Pero últimamente, la cosa
iba floja. En mis visitas a la biblioteca me descubría visitando una y otra vez
a mis autores favoritos; como si no hubiera otros. Que si Auster, que si
Murakami, que si Mendoza, que si Mankell. Mis paseos de la A a la M empezaron a
obsesionarme. Entraba en desasosiego. También tengo que reconocer que
últimamente he leído poca novela y sí mucho libro de los que se encuentran en
psicología o autoayuda. Napoleón Hill, Osho, Og Mandino, Art Williams... ¿Me
ayudaron? Supongo que sí. Pero, de alguna manera, se me fue la pasión por la
literatura. De manera que volví a clásicos modernos y me leí Tener o no tener de Hemingway, en la
tablet. La cosa pareció empezar a funcionar. Después, volví a la biblioteca y
solicité en préstamo La piel del cielo de Elena Poniatowska. De momento me está
encantando. Y eso que mi hermana me ha avisado que a ella también le iba
encantando pero lo acabó dejando. Ya veremos.
Pero no iba a eso. Hablo de leer y no leer; he ahí la
cuestión.
De momento me he vuelto a enganchar a una novela; una buena
novela. Lo que pasa es que no acabo de encontrar el momento de leer con la
fruición que antes lo hacía. Y ha sido por una extraña necesidad por la que he
vuelto a tener profundas sensaciones. La necesidad de desplazarme en transporte
público me ha sumergido en mi libro, librándome -valga el juego de palabras- de
entretenerme con el teléfono móvil. Malditas distracciones tecnológicas.
Al llegar a mi destino, Madrid capital, y para librarme de
la canícula mientras llegaba la hora, varias veces pospuesta, de recoger lo que
iba a buscar, me metí en unos grandes almacenes. Lo hice al reclamo del aire
acondicionado. Fui directamente a la librería. Fue grandioso volver a interesarme
por libros, por muchos y diferentes libros. Eran tantos los que me interesaban
que me limité a tomar notas y dejé a salvo mi maltrecho bolsillo.
Me va a faltar verano. Vi juntos un montón de obras de Patrick
Modiano al que estoy deseando, hace tiempo, hincarle el diente. Recordé que mi
estimado Pérez Reverte tiene nueva novela hace tiempo y yo sin haberme
apercibido de ello. Pensaba que era un recopilatorio de artículos publicados en
prensa. También recordé la entrevista a Chufo Llorens en televisión y cómo me
interesó. Por ahí estaba La ley de los
justos. Y también estaba El amante japonés
de Isabel Allende. Y Los cuerpos
extraños de mi amigo Lorenzo Silva. Y el Viaje de Tanaka de David Cantero. Y varias "historias" de
Eslava Galán. Y El alma del samurai de
Cleary. Y El valor del samurai de
López Romero. Y... ¿En qué habré estado pensando yo estos días de atrás para no
encontrar qué leer?
Y de la música ya hablaremos en otro momento. Que también
hay tela que cortar.
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