Lucha, que algo queda
El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar. Sun Tzu
No hace mucho, en un cursillo de reciclaje de profesores, se
estableció una discusión interesante al proponer que cada uno de los asistentes
definiera qué era para él el yudo. Una veterana profesora a la que tengo enorme
cariño y respeto se enfadó por el hecho de que varios de los presentes
recurriera a la denominación de deporte de lucha para definir el yudo. Yo fui
de los que emplee esa denominación. Ella tenía mucha razón, pero yo tenía la mía
y es de la que voy a hablar.
Conviene saber las palabras que se usan y tener alguna idea
de dónde vienen. Luego, el uso y las costumbres hacen lo suyo con esas mismas
palabras y tenemos que acabar aceptando presidenta
o almóndiga. O que bonito es lo mismo
que lindo, cuando era el diminutivo de bueno. Son cosas que pasan.
El origen de la palabra lucha, como tatas del castellano, o
del español -como me gusta a mí decir-, hay que ir a buscarlo al latín. Se
emparenta con luctus de donde viene
luto, además de lucha. Por supuesto que tiene connotaciones tristes, pero a mí
me interesa la idea de lucha como enfrentamiento a la muerte. Es decir, como pelear
por vivir. Creo que, en definitiva, esa es en esencia toda lucha: mantenerse o
sentirse vivo.
No quiero ponerme demasiado trascendental, pero toda lucha
viene a ser una pelea por estar o sentirse vivo. Esa es la idea que me lleva a
estas reflexiones.
Está claro que no está bien visto emplear una serie de
palabras en la actualidad y quedan penalizadas por la psicología moderna, que
también ha hecho lo suyo con algunas voces; ha añadido algunas denominaciones valiosas
–pulsión recuerdo ahora- y nos ha
degenerado otras que también eran interesantes para meterlas en el cajón de las
no convenientes o políticamente incorrectas. En fin, todavía los hay que gustan
de llamar pan al pan y vino al vino.
La lucha a la que debe ir unido el yudo es la de la
disciplina, esa disciplina que nace del interior del individuo y no la que
viene de fuera, por la orden o el mando; esa no vale más que para organizar ejércitos
(¿de autómatas?). La verdadera disciplina debe nacer en la voluntad, que es
interna, es propia. Disciplina, por cierto, viene de educar o enseñar; lo que
es todo un descubrimiento.
Por la educación se puede activar el núcleo interno del
individuo en que reside el control del deseo, de las ganas de aprender… de la
disciplina. Qué parecida es la palabra disciplina a la de discípulo, ¿verdad?
Toda una lucha, por cierto, la que establece la disciplina
con la molicie tan aparentemente propia del ser humano. Una lucha de la que
todos tenemos noticias a lo largo de cada una de las jornadas de nuestra vida. De
ahí que tenga aún mayor valor el hablar de lucha y también de vencer o ganar
(¿palabras metidas en el cajón de la no conveniencia) a la pereza.
Cuando uno da ejemplo, como lo hace cualquier profesor de
yudo, está educando, está disciplinando. Cada vez que un profesor de yudo se
arrodilla frente a sus alumnos en un acto tan ritual como raro –hasta superfluo,
para algunas corrientes- lo que hace es educar. Lo hace al comienzo de cada
clase y al final de la misma. También hay una lucha, en ello, por recordar lo
diferente que es el yudo frente a otros muchos deportes, en ese acto superfluo,
ritual, místico… o mágico (quién sabe). ¿Se lucha porque el yudo no se acabe
convirtiendo en un fútbol de tatami, por ejemplo?
Hoy día, las clases de yudo –mis clases de yudo- no son como
las que impartía hace muchos años. Hace mucho más de lo que me apetece
confesar, las clases las organizaba en torno al deseo del niño de medirse a
otros –a sí mismo- en acciones de encuentro físico sobre la base de estirones,
forcejeos, disputas, mañas, anticipaciones… Me hubiera quedado sólo de no haber
evolucionado. Muchos son los niños de nuestros tiempos que rehuyen ese encuentro.
No entro en valoraciones que no me corresponden de si está bien o está mal. Yo
qué sé. Me limito a dar mi impresión en base a la experiencia propia, que no es
poca.
Si bien hoy no es fácil organizar las clases como se hacía
algunos lustros atrás, no es menos cierto que el yudo es lo que es. Es decir,
que si el yudo no es un deporte de lucha –como estoy tratando de demostrar que efectivamente
es- se parece mucho. Hay un acto físico de agarre, de empujar, de traccionar o
de estirar una vez se agarra, hay pugna por mantener el agarre, por librarse
del agarre del compañero… y todavía estamos hablando sólo del agarre.
Con todo esto no contradigo que siempre he investigado en el
juego para mis clases de yudo como fuente principal de aprendizaje. Estoy
absolutamente de acuerdo con Piaget y sus ideas de que el juego es el centro de
la vida y el medio de aprender conocimientos
para los niños. Pero esos juegos deberán ir encaminados al objetivo final y no
una simple distracción para no perder alumnos –ojo al efecto guardería-. Es
decir, que a fin de cuentas, el juego de la clase de yudo tendrá algo de lucha;
lucha por ganar una posición, por desequilibrar al compañero, por llegar antes
a un lugar, punto o situación que tiene algo que ver con el yudo, etc. Es que,
además, el propio yudo, es, a mi entender, un juego: un juego de lucha. ¿O es
que no se lucha en el juego?
Tras haber lanzado estas líneas de reflexión me quedo con
que evidentemente hay que hacer atractivas las clases de yudo. Hay que
evolucionar e investigar para llevar el yudo a los gustos del individuo en sus
circunstancias actuales, por supuesto. Y nunca pretender que sea el niño o el
practicante el que adapte sus intereses a los del yudo; está también claro. Pero
a ver si por mucho evolucionar se nos olvida de dónde partimos y ya nunca
podemos regresar al camino, esa palabra que tanto tiene que ver con nuestro
deporte.
Si luchar es esforzarse en aprender, aplicar disciplina (para
ser discípulo) y, por tanto, hacer caso al maestro; si luchar es sudar y
repetir hasta conseguir dominar gestos deslavazados para llevarlos por lo conveniente;
si luchar es crecer, conocerse, respetarse para respetar y ser respetado; si
luchar es combinar esfuerzo con diversión; si luchar es perseverar, levantarse
cada vez que uno cae –o es derribado-; si luchar es creer en el mayor o el
anterior (que también tiene que ver con anciano –hablando de palabras-); si
luchar es sobreponerse; si luchar es no cejar; entonces, el yudo es un deporte
de lucha.
Etiquetas: educacion, judo, wladi, wladiario, wlady, yudiario, yudo
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