El niño descalzo
Me acerqué, andando descalzo, a la orilla. No llegué desde
dentro, tampoco desde fuera. Era yo el que miraba; era yo el que nada veía. Sólo
caminaba. Y cantaba.
Cantaba con las tripas; la boca encajada. Cantaba mi piel y
lloraban mis huesos. Sólo los pies frescos parecían agradecidos. Queda camino,
camino por andar. A donde se llegue… ¡qué más da!
La tinta de mis letras se escurre en la piedra. Unos
escriben en la arena, otros pican la roca. A donde llegue el lamento… ¡qué más
da!
El niño sueña despierto. El niño duerme su sueño. Cuando se
cumpla… ¡qué más da!
Niño y descalzo. …¡Y soñando! ¿Quién lo va a parar?
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