El rebelde exige progreso, el revolucionario exige destrucción

Yo siempre me he sentido un poco rebelde muy a mi pesar las
más de las veces. También he albergado en el ánima y quizás en el ánimo el ser
un poco revolucionario. Pero para eso hay que tener mucho más carisma que el
que tengo yo. Sin embargo, por mucho yudo que practique, lo que nunca me he
sentido es japonés; cosas de haber nacido a tantísimos kilómetros del archipiélago
del Pacífico… ¡supongo!
Al leer las sabias palabras de la Nobel estuve tentado de hacerlas
mías y decir que no soy revolucionario sino rebelde, porque quiero el progreso
y no la destrucción. Pero le he dado otra vuelta y pienso: ¡Qué case de rebelde
sería yo si no estoy dispuesto a destruirme a cada vuelta de tuerca! Para
rebelarse hace falta destruir algo, sacrificar algo.
Ahora que ha llegado la primavera con sabor a invierno,
dejando atrás al invierno con regusto a primavera, me vuelvo a desmontar un día
más. A veces me pillan las prisas y me voy a mis cosas a medio montar. Con una
pieza en el cajón, salgo de casa y me enfrento a mis convicciones desde la
certidumbre de que mañana serán otras. Llego de noche a casa confuso y sin
alguna pieza. Me pongo el pijama del cuero vivo y voy al cajón a por la pieza
que no dio tiempo a poner en su sitio. A veces me encuentro dos o tres más;
otras no encuentro ninguna. Y sin embargo sigo funcionando. O subsistiendo, sería
más propio.
Cuando vas por ahí sin alguna pieza que se te ha olvidado en
casa se sufre. Algo no encaja y te vuelves vulnerable. Llega un niño, te da un
abrazo y te desmontas desparramado por el suelo. O te quedas de una pieza;
depende.
Cuando también en el cerebro te falta alguna pieza (o se te
mueve algún tornillo como a mí) también te vuelves vulnerable. Te ves obligado
a mover tus pensamientos intentado asentarlos de nuevo; para no sufrir. También
hay abrazos intelectuales que desmontan desparramado por el suelo… o te dejan
de una pieza.
Admiro a los tíos de una sola pieza. Son marmóreos. No dejan
ni una sola grieta para que entre la contaminación; tampoco la luz. He tenido a mi
alrededor cantidad de tíos de una sola pieza (y alguna que otra tía). De todos aprendí básicamente lo
mismo; que jamás sería como ellos. ¡Y mira que los he admirado!
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