Pensamientos de domingo
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He asistido a un partido de fútbol-sala… al aire libre. El salón era una cancha de cemento y jugaban niños de unos nueve a once años de edad. Me temía lo peor; lo he visto muchas veces en este deporte. Lo he visto en partidos de niños (increpados hasta por sus propios entrenadores y familiares) y en los de profesionales que aguatan insultos y vejaciones, como parte del suculento salario.

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Hablo con un familiar (allegado) y me dice que Zapatero lo está haciendo muy mal. No tiene más información que la de los mass media; como el común denominador de los mortales; como yo. Pero no me atrevo a estar de acuerdo, ni en desacuerdo. Me digo: “zapatero a tus zapatos” y me meto en un nuevo negocio a ver si salgo de esta. Nadie quiere flores, nadie quiere centros vegetales de buen olor y magnífica presencia. El negocio está saliendo mal, las flores se secan y me repito: “zapatero a tus zapatos”. Y, enseguida pienso: ¡qué mal lo debe de estar haciendo Zapatero!
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Echo un vistazo a mis ‘blogs’ (cómo mola esa palabra, parece que te has tragado algo y, en realidad, es para lo contrario). Andan atrasados casi todos; como yo. Hay poco que contar cuando no se tienen ganas. O quizás sea al revés (hay poco que ganar cuando no se tienen cuentas).
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Me pego a la pantalla del ordenador y veo que todo está desordenado a su alrededor. Podía ampliar su ámbito y recoger los papeles, los lápices, los cachivaches… Me inspiro y aspiro una bocanada de aire. Llega el momento de darle a
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He llegado hasta El Retiro y he visto a gente ociosa paseando en la mañana soleada, despreocupada. Pero me pareció que se habían arreglado para parecer despreocupados y lindos. Sobre todo los paseantes jóvenes, los de entre 16 y 30 años. Unos iban sobre bicicletas brillantes, sin barro, sin polvo; parecían recién sacadas de
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Han matado a otra. La metemos en el saco que lleva el cartel de ‘violencia de género’ y se acabó. Si acaso un comentario, un poco de asco, antes de que se nos acabe. Tengo que volver a poner en marcha mis cursos de defensa personal femenina. Son gratuitos y llevo años con ellos. Ahora ya me duelen los huesos y cada vez tardo más en montarlos. Se me está acabando el asco.
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Fui a un instituto de Educación Secundaria (Obligatoria). Tiene mala fama en una localidad que también la tiene: Parla. Me encargo de dar clases de yudo y me encontré, el primer día de clase, más de dos docenas de muchachos (la mayoría eran muchachas). Antes veías rostros que te llevaban la imaginación hasta las vascongadas (¡perdón! País Vasco), hasta tierras manchegas, hasta bosques sorianos o carrascales extremeños. Ahora, mis pensamientos se me fueron mucho más lejos. Me visualicé (que dicen los finos) en arenas doradas de desiertos africanos, en tierras de yuca y cebiche, en páramos de la abuela cachuba del protagonista del Tambor de hojalata.
Improvisé una lista y a todos hube de pedir que repitieran sus nombres y, sobre todo, sus apellidos. Tuvieron paciencia; estaban expectantes. Les hablé de los objetivos del proyecto, de cómo arrancaría nuestra nueva escuela, de las características del deporte que iban a comenzar a practicar. Estuvieron callados, respetuosos y les salían las ganas de aprender por sus ojos agrandados por
Etiquetas: judo, reflexiones o así, wladi, wladiario, yudiario, yudo
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