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jueves, mayo 21, 2020

Sadum


Recuerdo que iba una vez, como tantas otras, en El Metro. Estaba sentado – cosa rara – y leía un libro. Era Un mundo feliz de Aldous Huxley, que me tenía maravillado. Otro viajero que iba sentado cerca se dirigió a mi. Me recomendó Contrapunto del mismo autor. Al principio no le hice mucho caso a aquel caballero, pero acabé leyendo el título recomendado, como casi toda la obra del autor británico. También me encantó y me extrañó tener un compañero de viaje instruido e interesante, precisamente en El Metro. Me recordó que el director de un colegio al que fui solía contar que estuvo en el extranjero y que intercambiaba libros con el barrendero de su calle.

En estos momentos se lee menos que en otros, pero se sigue leyendo, a pesar de los peores augurios. Lo que si es verdad es que se puede leer en la tablet, en el teléfono móvil, en el ordenador… se puede escuchar un audio-libro. Ya no es sólo llevar encima una colección de hojas con tapas más duras; lo que llamamos libro. Sigue habiendo premios fantásticos de literatura; hay Nobel de Literatura, hay Planeta… También hay feria del libro, el cine ayuda mucho, algunos pocos programas en radio y televisión sobre literatura… las desconocidas bibliotecas… Hay muchas cosas, incluso por poco dinero se puede tener un libro propio acudiendo a ciertas editoriales de Internet (Bubok, Lula. Amazon…). Hasta yo, que no me considero ningún hacha, tengo varios libros publicados.

O sea que lo que sí ha cambiado es la forma de leer. El libro digital ha pasado de no existir a desplazar al libro clásico. Ya mismo he leído algunos libros digitales que son más baratos y llevas en el teléfono móvil, en algunos casos.

Desde pequeño recuerdo leer tebeos y recuerdo una serie de adaptaciones de grandes obras literarias en las que descubrí a Strogoff, Salgari. Juio Verne… Me fascinaron las adaptaciones de “Rob Roy” de W. Scott y de “El último mohicano” de F. Cooper. Muchos años después, ya talludo, leí “La isla del tesoro” de R.L. Stevenson; una joya.

Pero el primer libro que leí me lo regaló mi tía Celia, que no era una gran lectora, según creo, pero acertó con su regalo. No se el título pero era de la serie de Los Siete Secretos de Enyd Blyton. Desde entonces me hice forofo de esa colección. Los leí casi todos, pero una extraña fidelidad, me impedía leer algo de Los Cinco, otra serie parecida de la misma autora. El caso es que a corta edad empezó mi fascinación por la literatura; fascinación que hoy día sigue firme.

Hace poco pasé por una etapa tumultuosa en que era incapaz de leer siquiera una página. Poco a poco reencontré el viejo placer de la lectura aunque eso me llevó varios meses. Y, hoy, me doy cuenta del tesoro que supone; del mundo de sensaciones que se me vetaba.

He tenido la suerte de conocer (incluso entrevistar) a numerosos escritores. Todos me han parecido seres especiales. Entre ellos destacaría a Lorenzo Silva (equivoqué el lugar de cita para entrevistarle y llegué algo tarde), Ezequías Blanco (al que entrevisté un día en que jugaba el “euro” Real Madrid y nos costó encontrar un bar en que no se retransmitiese) y Almudena Grandes.

Hablemos de Almudena Grandes.

Hace ya unos cuantos años se puso en marcha un programa llamado Vacaciones en Paz de la Comunidad de Madrid. Básicamente se trataba de acoger, durante el verano, algún niño saharaui para evitar que pasasen las altas temperaturas de esta estación en el territorio cedido por Argelia (Tindouf), en muy malas condiciones. Yo me inmiscuí con mi compañera Cristina Carbonell, con lo cual acogimos a Sadum, un niño saharaui.

Una tarde había un acto de las ONG que organizaban el programa si mal no recuerdo en el Palacio de Longoria, sede de la Sociedad General de Autores. No tenía con quien dejar al chaval y como era un claro exponente del programa decidí llevarle conmigo. Suponía que habría alguno de sus amigos en el acto y que no llamaría la atención; le aleccioné para que se portara bien.

La cosa es que aparecí con Sadum y llamó la atención enseguida. Ni había tantos amiguitos suyos ni me entendió en lo de portarse bien. ¡Cómo para pasar desapercibido!

En la mesa estaban, entre otras personas, Inés Sabanés y su amiga Almudena Grandes. La primera me reconoció pues había sido profesora de educación física de mi hermana en el Vírgen de Europa, al que yo también fui unos años. Ya había coincidido con ella en algún acto y en el Polideportivo de Chamberí, alguna vez. Aes que conversamos y, al poco, le pedí que me presentase a Almudena. Inés me señaló alborozada que el compañero de Almudena (Benjamín) también fue a ese colegio, el Virgen de Europa. Me preguntó que si no me acordaba de él. No debía ir a mi curso, pero me presentó a Almudena Grandes y desde entonces es de mis autores favoritos. Me encantan sus obras y tengo varias, entre ellas, en tareas pendientes.

Todos estos recuerdos me vienen al hilo de la importancia que tiene, para mi, la Literatura y espero que la siga teniendo. Deseo a cuantos han leído esto encuentren tantas satisfacciones como he encontrado yo refugiado en las más variopintas lecturas; escondido en los más diversos libros.

El último que me estoy leyendo, precisamente en formato digital, es el Premio Planeta 2018. Se trata del “Yo, Julia” de Santiago Posteguillo. Y en él se dicen cosas como: “ el amor, hijo, es una fuerza poderosa. Capaz de terminar con muchas legiones a la vez si es necesario”.

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editado por...Wladi Martín @ jueves, mayo 21, 2020