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lunes, mayo 18, 2020

Narciso y Goldmundo

A través un simple juego o desafío descubrí, por azares de la reflexión, que algo de mi carácter (por no decir todo) se debe a mi infancia. A la forma en que se desarrolló. Y no me refiero a momentos trágicos en ella, que no los ha habido (sirva de aviso a lectores morbosos) sino a ciertas particularidades. El juego o desafío al que me refiero consistía en seleccionar una serie de portadas de discos de vinilo que nos hayan influido de manera especial. Al acabar la tarea veo que hoy gran variedad, que me han influido discos de muy diferentes tipos de música, desde clásica hasta Rock duro pasando por Beatles y Paco Ibáñez. Casi nada.

De niño ya pasé por varios colegios; desde centros escolares “pijos” a colegios de barrio. Hasta un colegio en Johannesburg tuve, del que aún guardo un par de recuerdos.

A cambio, o quizás precisamente por ello, sé lo que es la fidelidad. No soy para nada un “picaflores”. Por ejemplo, en cuanto descubría a mi actual maestro en yudo siempre le seguí (y él a mí). Donde llego y me encuentro a gusto lo hago con voluntad de perpetuarme. Siguiendo con los ejemplos del mundillo del yudo, donde desembarco lo hago (hacía) con vocación de crear escuela. En un colegio de la Alameda de Osuna empecé a impartir clases con 18 años. Hoy no los tengo (tengo unos pocos más) y sigo en el colegio. Las clases las imparte mi compañera Cristina Carbonell pero sigue en el club que dirijo.

Por un lado he puesto ejemplos de formación ecléctica y variopinta y por otro de una cierta estabilidad. O sea que lo uno no está reñido con lo otro. Y es curioso porque algunos lo basan todo en lo que han hecho en su infancia (igual tiene razón). Pero yo ahora me refiero a que se puede hacer mucho, después, con lo que a uno le ha sucedido. Como venía a decir Bucay “algo habré hecho con el hijodeputa que todos llevamos dentro”.

Resulta que el haber tenido un padre autoritario justifica lo mismo al que ha salido autoritario que al que ha salido permisivo y por la misma razón. Demos una oportunidad al deseo. Tal vez lo que diferencie al autoritario del permisivo, aunque el padre de ambos venga a ser el mismo, sea precisamente eso; el deseo. Hacer las cosas con alma.

En nuestra sociedad, tan racional, está muy mal visto no medir o cuantificar las cosas, no racionalizarlas. Sobre todo en occidente. En estos días de virus, que no vemos, tenemos firmes ejemplos de ello. Se nos olvida, como se decía en El Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos”. Y bien que nos gusta la frasecita.

De joven fui requerido por un gran amigo para sustituirle en una de sus clases que él no podía impartir por tener una tarea inexcusable. Yo acepté y a los días recibí, a cambio, un extraordinario regalo: “Narciso y Goldmundo” de Hermann Hesse. El regalo me pareció desproporcionado pero el libro comencé a leerlo enseguida; (era de uno de mis autores favoritos por entonces). El escritor alemán consigue una extraordinaria novela de conciliacíon de personajes antagónicos. Narciso y Goldmundo, siguen, cada uno, sus propios caminos, muy divergentes el uno del otro.
Pero, después de un largo tiempo, acaban confluyendo en lo esencial, hacia el final de la obra. Por muy diferentes caminos acaban ambos personajes en una sabiduría con los mismos principios. Uno quiere aprender de los libros, para el otro el mejor libro es el peregrinar (la calle). Pero ambos llegan a las mismas conclusiones sobre sus vidas; sobre la vida.

No obstante, el autor también es algo agorero. Nos deja esta frase para reflexionar: “No son siempre los deseos los que determinan el destino y la misión de un hombre, sino otra cosa, algo predeterminado”. Habrá pues que dejarse fluir.

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editado por...Wladi Martín @ lunes, mayo 18, 2020