Narciso y Goldmundo
A través un simple juego o desafío descubrí, por azares de la
reflexión, que algo de mi carácter (por no decir todo) se debe a mi
infancia. A la forma en que se desarrolló. Y no me refiero a
momentos trágicos en ella, que no los ha habido (sirva de aviso a
lectores morbosos) sino a ciertas particularidades. El juego o
desafío al que me refiero consistía en seleccionar una serie de
portadas de discos de vinilo que nos hayan influido de manera
especial. Al acabar la tarea veo que hoy gran variedad, que me han
influido discos de muy diferentes tipos de música, desde clásica
hasta Rock duro pasando por Beatles y Paco Ibáñez. Casi nada.
De niño ya pasé
por varios colegios; desde centros escolares “pijos” a colegios
de barrio. Hasta un colegio en Johannesburg tuve, del que aún guardo
un par de recuerdos.
A cambio, o quizás
precisamente por ello, sé lo que es la fidelidad. No soy para nada
un “picaflores”. Por ejemplo, en cuanto descubría a mi actual
maestro en yudo siempre le seguí (y él a mí). Donde llego y me
encuentro a gusto lo hago con voluntad de perpetuarme. Siguiendo con
los ejemplos del mundillo del yudo, donde desembarco lo hago (hacía)
con vocación de crear escuela. En un colegio de la Alameda de Osuna
empecé a impartir clases con 18 años. Hoy no los tengo (tengo unos
pocos más) y sigo en el colegio. Las clases las imparte mi compañera
Cristina Carbonell pero sigue en el club que dirijo.
Por un lado he
puesto ejemplos de formación ecléctica y variopinta y por otro de
una cierta estabilidad. O sea que lo uno no está reñido con lo
otro. Y es curioso porque algunos lo basan todo en lo que han hecho
en su infancia (igual tiene razón). Pero yo ahora me refiero a que
se puede hacer mucho, después, con lo que a uno le ha sucedido. Como
venía a decir Bucay “algo habré hecho con el hijodeputa que todos
llevamos dentro”.
Resulta que el haber
tenido un padre autoritario justifica lo mismo al que ha salido
autoritario que al que ha salido permisivo y por la misma razón.
Demos una oportunidad al deseo. Tal vez lo que diferencie al
autoritario del permisivo, aunque el padre de ambos venga a ser el
mismo, sea precisamente eso; el deseo. Hacer las cosas con alma.
En nuestra sociedad,
tan racional, está muy mal visto no medir o cuantificar las cosas,
no racionalizarlas. Sobre todo en occidente. En estos días de virus,
que no vemos, tenemos firmes ejemplos de ello. Se nos olvida, como se
decía en El Principito, que “lo esencial es invisible a los ojos”.
Y bien que nos gusta la frasecita.
De joven fui
requerido por un gran amigo para sustituirle en una de sus clases que
él no podía impartir por tener una tarea inexcusable. Yo acepté y
a los días recibí, a cambio, un extraordinario regalo: “Narciso y
Goldmundo” de Hermann Hesse. El regalo me pareció desproporcionado
pero el libro comencé a leerlo enseguida; (era de uno de mis autores
favoritos por entonces). El escritor alemán consigue una
extraordinaria novela de conciliacíon de personajes antagónicos.
Narciso
y Goldmundo, siguen, cada uno, sus propios caminos, muy
divergentes el uno del otro.
Pero,
después de un largo tiempo, acaban confluyendo en
lo esencial, hacia el final de la obra. Por
muy diferentes caminos acaban ambos personajes en una sabiduría con
los mismos principios. Uno quiere aprender de los libros, para el
otro el mejor libro es el peregrinar (la calle). Pero ambos llegan a
las mismas conclusiones sobre sus vidas; sobre la vida.
No
obstante, el autor también es algo agorero. Nos deja esta frase para
reflexionar: “No
son siempre los deseos los que determinan el destino y la misión de
un hombre, sino otra cosa, algo predeterminado”. Habrá
pues que dejarse fluir.
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wladimiro, wlady


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