El presente
Un personaje de Lluvia fina de Luis Landero le dice a otro “No sé
si es bueno contar o no las cosas. No lo sé. Quizá hay historias
que no deben contarse, asuntos del pasado que es mejor que sigan
perteneciendo para siempre al pasado”. Y le contestan: “Es
difícil saberlo, pero ya está, ya pasó. Ahora te queda seguir
adelante.”
Es genial y hace que
pensemos en el pasado de cada cual y, sobe todo, en el presente.
Aunque parezca mentira, en estos días, merece la pena pensar en el
presente sin engancharse en el pasado (y mucho menos en el futuro).
Otro personaje, en el mismo libro, dice “Y ahora ya sabe con
certeza que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes, y
que no es verdad que a las palabras se las lleve tan fácilmente el
viento. No es verdad. Todo cuanto se dice queda ya dicho para
siempre, y sólo con la muerte se consuma por completo el olvido y se
logra el silencio y, con él, la paz definitiva”. Lo que lleva a
reflexionar no sólo por el pasado sino también por la palabra, por
lo que se dice. Es importante (desde el presente) saber lo que se
dice. Y sobre todo sería recomendable no decir lo que no se sabe. O
dicho de otro modo, decir que no se sabe, ser un poco humilde. Como
lo que me falta a mí aquí y ahora, que igual ni sé lo que digo.
Sólo me anima a seguir pensar que muevo a reflexionar sobre cosas
importantes: el pasado – quiénes fuimos -, el presente -quienes
somos – y el futuro – quienes queremos ser -.
Hablando del futuro
y citando también el mismo libro de Landero (Lluvia fina), uno de
sus personajes dice también: “Milagrosamente, el futuro ya no la
apremia ni abruma con sus amenazas. Al revés, de pronto se presenta
ante ella como un refugio idílico de paz”. O sea que, de alguna
manera, se consigue la paz – en el presente y para el futuro –
por algún mecanismo. Y no voy a desvelar más. El que quiera saber
más que lea la novela; es recomendable. Y lo mismo saca conclusiones
diferentes a las que yo he sacado. Diré que, para mi, queda claro
que se deshacen las ataduras de los personajes (que son muchas y
claustrofóbicas) a través de lo que son capaces de decir (de la
palabra). Algún personaje estaba enganchado en pasajes del pasado y
sólo logra liberarse por medio de lo que acaban siendo capaces de
decir (de reconocer, de revisar…).
Como dice Rick
Warren “somos producto de nuestro pasado, pero no tenemos por qué
ser su prisionero”. Y añade Bill Cosby “el pasado es un
fantasma, el futuro un sueño y lo único que tenemos es el
presente”. Es decir que si te alimentas de recuerdos vives en el
pasado y si sólo piensas en tus planes o ensoñaciones vives en el
futuro. En ambos casos se pierde uno el presente, el aquí y ahora
Esa actitud nos impide pensar o ser conscientes de lo que decimos, de
la palabra (la nuestra y la de los demás). No escuchamos ni nos
escuchamos; no somos conscientes.
En resumen, lo que
aquí planteamos es el valor del presente, de lo que hacemos y de lo
que decimos. Claro que el pasado hay que solucionarlo, pero sin dejar
de pensar que igual no tiene solución (no al menos en el pasado). La
solución que tenemos que buscar – si se me permite la expresión -
es que el pasado “no dé más por saco”. La solución hay que
buscarla desde el presente y para el presente.
En cuanto al futuro,
ya llegará. Lo importante es el presente. Lo importante es estar en
paz aquí y ahora, en plena consciencia. El futuro realmente es la
muerte y para ella nos preparamos en el presente. No es tan grave si
se alcanza la paz interior.
Y como no quiero
acabar estas líneas de manera tan “trágica” vuelvo a apostar
por el presente y el de quienes nos rodean. Sin olvidar nuestros
temas (la palabra por ejemplo) puede llegar a ser placentero el
ayudar en el presente de quienes nos rodean. Alegrarles un poco,
colaborar un mínimo a que su entrono resulte más cómodo,
hablarles, entretenerles, sacar una sonrisa, jugar.
Ya volveremos a lo
de los abrazos.
Etiquetas: literatura, martin, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wladimiro, wlady


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