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martes, marzo 24, 2020

El presente


Un personaje de Lluvia fina de Luis Landero le dice a otro “No sé si es bueno contar o no las cosas. No lo sé. Quizá hay historias que no deben contarse, asuntos del pasado que es mejor que sigan perteneciendo para siempre al pasado”. Y le contestan: “Es difícil saberlo, pero ya está, ya pasó. Ahora te queda seguir adelante.”

Es genial y hace que pensemos en el pasado de cada cual y, sobe todo, en el presente. Aunque parezca mentira, en estos días, merece la pena pensar en el presente sin engancharse en el pasado (y mucho menos en el futuro). Otro personaje, en el mismo libro, dice “Y ahora ya sabe con certeza que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes, y que no es verdad que a las palabras se las lleve tan fácilmente el viento. No es verdad. Todo cuanto se dice queda ya dicho para siempre, y sólo con la muerte se consuma por completo el olvido y se logra el silencio y, con él, la paz definitiva”. Lo que lleva a reflexionar no sólo por el pasado sino también por la palabra, por lo que se dice. Es importante (desde el presente) saber lo que se dice. Y sobre todo sería recomendable no decir lo que no se sabe. O dicho de otro modo, decir que no se sabe, ser un poco humilde. Como lo que me falta a mí aquí y ahora, que igual ni sé lo que digo. Sólo me anima a seguir pensar que muevo a reflexionar sobre cosas importantes: el pasado – quiénes fuimos -, el presente -quienes somos – y el futuro – quienes queremos ser -.

Hablando del futuro y citando también el mismo libro de Landero (Lluvia fina), uno de sus personajes dice también: “Milagrosamente, el futuro ya no la apremia ni abruma con sus amenazas. Al revés, de pronto se presenta ante ella como un refugio idílico de paz”. O sea que, de alguna manera, se consigue la paz – en el presente y para el futuro – por algún mecanismo. Y no voy a desvelar más. El que quiera saber más que lea la novela; es recomendable. Y lo mismo saca conclusiones diferentes a las que yo he sacado. Diré que, para mi, queda claro que se deshacen las ataduras de los personajes (que son muchas y claustrofóbicas) a través de lo que son capaces de decir (de la palabra). Algún personaje estaba enganchado en pasajes del pasado y sólo logra liberarse por medio de lo que acaban siendo capaces de decir (de reconocer, de revisar…).



Como dice Rick Warren “somos producto de nuestro pasado, pero no tenemos por qué ser su prisionero”. Y añade Bill Cosby “el pasado es un fantasma, el futuro un sueño y lo único que tenemos es el presente”. Es decir que si te alimentas de recuerdos vives en el pasado y si sólo piensas en tus planes o ensoñaciones vives en el futuro. En ambos casos se pierde uno el presente, el aquí y ahora Esa actitud nos impide pensar o ser conscientes de lo que decimos, de la palabra (la nuestra y la de los demás). No escuchamos ni nos escuchamos; no somos conscientes.



En resumen, lo que aquí planteamos es el valor del presente, de lo que hacemos y de lo que decimos. Claro que el pasado hay que solucionarlo, pero sin dejar de pensar que igual no tiene solución (no al menos en el pasado). La solución que tenemos que buscar – si se me permite la expresión - es que el pasado “no dé más por saco”. La solución hay que buscarla desde el presente y para el presente.

En cuanto al futuro, ya llegará. Lo importante es el presente. Lo importante es estar en paz aquí y ahora, en plena consciencia. El futuro realmente es la muerte y para ella nos preparamos en el presente. No es tan grave si se alcanza la paz interior.

Y como no quiero acabar estas líneas de manera tan “trágica” vuelvo a apostar por el presente y el de quienes nos rodean. Sin olvidar nuestros temas (la palabra por ejemplo) puede llegar a ser placentero el ayudar en el presente de quienes nos rodean. Alegrarles un poco, colaborar un mínimo a que su entrono resulte más cómodo, hablarles, entretenerles, sacar una sonrisa, jugar.

Ya volveremos a lo de los abrazos.

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editado por...Wladi Martín @ martes, marzo 24, 2020