Un perro en la emisora
Hace algunos años trabajaba en una en una emisora local, que también
publicaba un periódico en Torrejón de Ardoz. La empresa era
familiar, pero no por ello dejaba de tener un joven y entusiasta
equipo del que yo formaba parte. Trabajé mucho en la casa y también
aprendí mucho. Hacía las veces de fotógrafo, de periodista, de
comercial (al principio), de locutor… Tengo algunos recuerdos
imborrables de aquella intensa época. Del jefe, Fausto (con quien no
me acababa de llevar muy bien aunque le admiraba por haber levantando
él sólo su empresa sin ser siquiera periodista), de su pizpireta
mujer Marisa (bastante más joven que él), de su hijo David (que
acabó trabajando en el Ayuntamiento, en parte, gracias al padre).
Eran tiempos de mucha intensidad; de estrés. Yo trabajaba en varios
sitios; unas 60 o 70 horas por semana. Había veces que llegábamos a
tener el ordenador abierto para picar alguna nota de prensa y
pinchábamos a la vez en la emisora. Se oía la fatídica palabra:
“tema” pronunciado por algún compañero. Al instante salía
corriendo el que estaba de turno como locutor, en la radio, a hablar
con el micrófono (“acabamos de escuchar este refrescante tema
de…”, decíamos, por ejemplo)... mientras poníamos un nuevo cedé
y lo presentábamos (“y nos vamos ahora con el melódico…”). A
tope se podría decir.
Yo ayudaba a un compañero más experto (que también acabó
trabajando en el Ayuntamiento - pero esa es otra historia -) en las
Noticias y luego ayudaba a otro en la sección de Deportes. Era Jose
Carlos Heranz, jefe de prensa del que se llamaba
Interviú-Boomerang, equipo puntero de fútbol-sala. Todo un
personaje al que cogí mucho cariño. Trabajaba en Tompla y para
ganar algo de dinero extra hacía la sección de Deportes en el
ratillo que tenía para comer y sacar al perrito. También solía ir
a tope.
La anécdota que recuerdo con mucha simpatía tenía por protagonista
precisamente a su perro. Creo que le llamaba Pinky.
José Carlos llegaba “raspando” a la emisora y no era raro
que yo tuviese que empezar el programa sin él. Llegaba “escopetado”;
yo le llamaba el “torpedo”.
En una ocasión (los jefes ya se habían ido a comer - no solían
estar a esa hora – ) llegó tarde y con su perro a cuestas. No le
había dado tiempo a pasearlo y regresar con él a su casa. El can
tenía puesto un pañuelito y era menudito – todo ojos -. Se pasó
al control, con perro y todo, ante mi asombro. Yo entré, enfrente, a
la pecera. Comenzamos el programa con su cabecera y hasta dimos
algunos resultados del fin de semana. Así hasta que nos interrumpió
un sonoro guau y nos callamos uno segundos. Recuerdo perfectamente el
rostro de José Carlos girado hacia el del perrito, que tenía
en brazos, y dirigiéndose a él como si fuera una persona. Tenía un
dedo índice estirado y cruzado en la boca mientras chistaba
fuertemente como si el can le fuera a entender. Por toda respuesta,
el animal abrió aún más los ojos y volvió a ladrar. José
Carlos entonces, en un rápido gesto, cerró el micrófono y me
hizo señas ostensibles indicándome que siguiera yo hablando,
improvisando, como si no hubiera pasado nada. Pero no pude. Tan
pronto empecé a soltar las primeras palabras empecé a reírme
sonoramente, sin poder hablar. Yo también hice gestos para que mi
amigo pusiera música con la que “tapar” aquel desaguisado.
No creo que tuviéramos mucha audiencia, pero sospechábamos que
nuestro jefe sí que nos escuchaba. El caso es que todavía no había
podido sofocar las risas cuando sonó el teléfono. Lo cogí y
contesté mecánicamente: “Henares Informativo, dígame”. La voz
de mi jefe sonó al otro lado de la línea: “¿Qué es eso que se
ha oído, un perro?”
Yo muy sorprendido contesté: ¿¡Un perro!? Pero acto seguido no
pude sofocar mis risas. Mi jefe me contestó también entre tímidas
risas: “No me extraña que te rías, ...pásame con José
Carlos”.
Etiquetas: cristina carbonell, Fur-Gol, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


0 Comentarios
Publicar un comentario
<< Home