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martes, junio 23, 2020

Las semillas y el anciano

He escuchado un cuento que viene muy al caso en estos días en que los ancianos están en boca de muchos. Hay una controversia a colación de su alta tasa de mortalidad en lo que se ha dado en llamar residencias. Durante la pandemia por Coronavid-19 su índice de mortalidad en esas residencias ha sido altísimo. Se asegura que algunos dirigentes indicaban que se les dejase de atender (a los ancianos) en los hospitales, dado que se colapsaban los quirófanos y no se podía atender a enfermos más jóvenes. Parece que había que elegir. Algo así le pasó a un rey hace muchos años en el cuento escuchado.


Tras una gran sequía empezaron a faltar las cosechas y el pueblo se moría de hambre. La cosa era pertinaz. Seguía la sequía, se acaban los suministros y lo que era peor empezaron a quedarse sin semillas que plantar.


Cuando por fin parecía que se iba a acabar la sequía nada había para plantar. Así es que el rey mandó ejecutar a los ancianos para poder repartir lo poco que quedaba por comer.


El ejército disciplinado se aprestó a cumplir la feroz norma. Algunos entendían que, si había que elegir, se sacrificase a los ancianos. “¿Para qué sirven ya?” pensaban.


Un soldado se atrevió a incumplir la orden real. Le tenía gran cariño a su padre y lo ocultó donde no podían encontrarlo. Con una parte, de lo poco que le daban para comer, le consiguió alimentar.


Un día, el anciano viendo tan abatido a su hijo preguntó por cuanto ocurría. El soldado acabó confesando toda la situación: la falta de alimentos, la orden de eliminar a los viejos, la ausencia total de semillas.


El anciano, con la sabiduría de su experiencia, sonrió. Dijo a su hijo que se proveyera de un largo palito y dio las instrucciones de cómo hurgar en los hormigueros que él sabía dónde se encontraban. De este modo, el soldado recogió unas cuantas semillas que fue metiendo en una bolsita. Cuando estuvo llena tenía un gran valor, era como si fuera una bolsa de oro.


El soldado llevó las semillas a su rey como si fueran un tesoro. El monarca al ver aquello abrió los ojos como platos e inquirió a a su súbdito por su procedencia. No podía creer al soldado cuando le explicó su procedencia. Así es que preguntó por cómo se le había ocurrido la idea de buscar en los hormigueros.


El militar acabó confesando que la idea no había sido suya sino de su anciano padre al que no ejecutó, contraviniendo la orden real.


El monarca perdonó a su súbdito y se puso a reflexionar. La gran idea para salvar a su pueblo del hambre se le había ocurrido a un anciano. Un anciano de los que él había ordenado eliminar, por no valer ya para nada, había demostrado gran sapiencia, seguramente por tener mucha experiencia. Ya sabía para qué valían los más viejos: para aprender de ellos.


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editado por...Wladi Martín @ martes, junio 23, 2020