La zarza
Hace mucho que cambié mi forma de pensar sobre ciertas personas a
las que consideraba poco menos que tontas. Tenía muy mala opinión
de ciertos futbolistas – grandes estrellas en lo suyo – que
reconocían no leer, por ejemplo. Más tarde descubrí la teoría de
las inteligencias múltiples de H. Gardner. Venía a decir que la
inteligencia no es como siempre la hemos considerado sino que se
puede desarrollar en múltiples áreas. Así, el estudioso daba
hasta doce tipos de inteligencia: Lingúñistico-Verbal,
Lógico-Matemática, Visual- Espacial, Musical, Corporal-Kinestésica,
Interpersonal, Intrapersonal, Naturalista, Emocional, Existencial,
Creativa y Colaborativa. También me ayudó mucho leer al filósofo
Juan Antonio Marina (“Anatomía del miedo”).
Al hilo de todo ello
recuerdo un artículo leído en un periódico en que se criticaba que
le vocación estuviera tan ausente en nuestra sociedad, tan poco
valorada. No recuerdo ni el periódico ni el autor pero venía a
decir que la formación se realizaba más, en nuestra sociedad,
interpretando los deseos de otros (familiares) o del “vivir de
ello”, que del deseo propio; de la vocación. Hablaba de médicos
que en realidad hubieran querido ser músicos, de contables con alma
de poetas, de abogados con deseo de ser pintores. Estaba bien escrito
y movía a reflexionar. Sobre el rígido sistema escolar, sobre el
qué dirán, sobre el dinero y la felicidad...
Aquellas reflexiones
me han recordado un cuento escuchado hace poco a Jorge Bucay. Poco
más o menos lo recuerdo como sigue.
Era una vez un
jardín un tanto lúgubre. Había árboles y plantas pero todo estaba
mustio y sin brillo. Un niño se acerco y consiguió hablar con
algunos árboles y plantas. El pino le dijo que quería ser fuerte
como el roble. El roble quería ser alto como el chopo. El chopo
quería ser oloroso como el pino. Todos querían algo que tenían los
demás. Nadie parecía conforme con cómo era.
Así hasta que el
niño se cruzó con una simple zarzamora que le confesó estar muy
contenta con como era. Al salir el sol de primavera empezaba a dar
ciertos frutos que tras el verano se podían recoger y comer, por lo
que la planta se rodeaba de niños. Los pequeños llenaban de alegría
el zarzal y todo cuanto estaba a su alrededor. Pero los niños no
destrozaban la zarza para coger las moras, porque la planta estaba
convenientemente dotada de espinas. Eso hacía que los niños
procedieran con cautela luchando con su natural proceder alocado y
bullicioso.
El niño preguntó a la zarza si no quería ser fuerte como el
roble, alta como el chopo, olorosa como el pino… La planta
interpelada se extrañó mucho de la pregunta y reconoció no haber
pensado nunca en ello. Entonces el niño le preguntó a la planta por
su secreto. Ésta, todavía extrañada, confesó que, seguramente, se
debía a que al ser plantada por el jardinero éste le traspasó su
deseo de ser una hermosa zarza y nada más. En el momento de plantar
sus semillas, el jardinero quería un a tupida y frondosa zarza y no
un oloroso pino, ni un fuerte roble, ni un alto chopo. Ese debía ser
su secreto.
A veces digo: “si no tienes lo que quieres, al menos quiere lo
que tienes”.
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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