Intuición
Me gusta mucho escribir, aunque pasé una fase en que casi acaban con
esta afición mía, precisamente en la facultad de Periodismo. Me
gusta saber que alguien lee lo que escribo y, me gusta, que me lo
digan. En el fondo creo que lo hago también para eso. Pero no es la
única causa. En estos momentos creo que escribo por razones
terapéuticas. Pero, me viene bien saber que alguien me escucha de
alguna manera (me lee).
No
siempre le escuchan a uno. Suele ser cuando uno tiene poco que decir.
También está el que no escucha. Permanece callado cuando otros le
hablan (parece educado). pero se nota que lo hace porque está
pensando en lo siguiente que va a decir. Oye y no escucha. Son
personas que necesitan soltar lo suyo y da igual lo que les digas.
En
el fondo, todos, en mayor o menor medida, somos así. Sólo
escuchamos lo que queremos escuchar.
Por
eso al escribir hay que hacerlo (si uno quiere que le lean) cuidando
lo que se dice, que el receptor pueda interpretar que se ha dicho lo
que cada cual quiere. Ser lo suficientemente neutro como para
adaptarse a todas las corrientes de opinión. Y eso es imposible,
claro, pero no deja de ser un buen condicionante, algo que perseguir.
Hay
grandes autores que son tachados de fachas, otros de rojos… Luego
resulta que son librepensadores, aunque sean los menos.
Desde
muy pequeño he aprendido a distinguir a las personas por lo que me
aportan. Así sea hablando o escribiendo... o con su sola presencia.
Me recuerda ese dicho de que hay dos tipos de personas: los que te
mejoran la vida cuando llegan y los que te la mejoran aún más
cuando se van. Y hablo de tipos de personas y no sólo de amigos;
hablo de profesores, de escritores, de médicos, panaderos,
electricistas, empleados de banca… En otros ámbitos se habla mucho
de gente tóxica y yo, por contraste, hablaría de gente sana,
también.
Todos
tenemos a nuestro alrededor de los dos tipos de personas. Por alguna
extraña razón nos relacionamos también con gente tóxica (la
necesitamos, seguramente para alimentar nuestras mezquindades o
porque no tenemos más remedio). Pero se ha parado a pensar que tal
vez usted sea persona tóxica para alguien. Se trata de la voluntad
de no serlo. Claro que para eso lo primero es ser sano, al menos
inocuo. Volvemos a la voluntad, al interior… a uno mismo.
Desde
el mito de la caverna de Platón (y antes) ha habido grandes
corrientes de pensamiento (también religiosas, si es que no son lo
mismo) centradas en eso de la introspección. Me viene a la mente la
figura de Sigmund Freud que optó varia veces al Nobel de Medicina
(parece ser que hasta 12 veces). No se lo llevó. Incluso optó al
Nobel de Literatura y tampoco le fue concedido.
El
médico austríaco es considerado el padre del psicoanálisis y fue
muy controvertido (lo sigue siendo hoy) en su época.
Parece
ser que tuvo un alumno llamado Jung con el que se unió en firme
amistad para acabar rompiendo la misma. Me han explicado que una de
las diferencias más grandes que tenían es que Freud consideraba el
inconsciente como algo individual (e intransferible, que se suele
añadir). Por su parte, Jung hablaba del inconsciente colectivo…
nada menos. O sea, que existe algo común a la experiencia de todos
los seres humanos. Según Jung, el inconsciente colectivo sería el
sustrato que haría posible comprender por qué las personas (aunque
sean de edades o culturas diferentes) comparten ciertas
características anímicas comunes.
Con
todo esto, Jung abrió la puerta a los conocidos como fenómenos
paranormales (y, sobre todo, a la telepatía).
No
soy especialista en Psicología ni lo pretendo. Habló de una manera
muy sencilla (la mía). Lo hago para caer y hacer caer en la cuenta
de que en la historia de la humanidad hemos acabado dando una gran
vuelta desde que hace muchísimo años, casi todo se explicaba desde
la intuición (sobre todo en Oriente). Así hasta llegar a parecidas
conclusiones (Jung es del siglo pasado y también apuesta por lo
emocional frente a lo racional). Todo ello después de haber pasado
por la racionalización de todo (el Racionalismo, por ejemplo, con su
“pienso, luego existo”), sobre todo en Occidente.
Demos
una oportunidad a nuestra intuición, al menos para relacionarnos lo
menos posible con gente tóxica; para saberla distinguir. ¡Dios me
libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me libraré yo!
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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