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sábado, mayo 02, 2020

Intuición


Me gusta mucho escribir, aunque pasé una fase en que casi acaban con esta afición mía, precisamente en la facultad de Periodismo. Me gusta saber que alguien lee lo que escribo y, me gusta, que me lo digan. En el fondo creo que lo hago también para eso. Pero no es la única causa. En estos momentos creo que escribo por razones terapéuticas. Pero, me viene bien saber que alguien me escucha de alguna manera (me lee).

No siempre le escuchan a uno. Suele ser cuando uno tiene poco que decir. También está el que no escucha. Permanece callado cuando otros le hablan (parece educado). pero se nota que lo hace porque está pensando en lo siguiente que va a decir. Oye y no escucha. Son personas que necesitan soltar lo suyo y da igual lo que les digas.

En el fondo, todos, en mayor o menor medida, somos así. Sólo escuchamos lo que queremos escuchar.

Por eso al escribir hay que hacerlo (si uno quiere que le lean) cuidando lo que se dice, que el receptor pueda interpretar que se ha dicho lo que cada cual quiere. Ser lo suficientemente neutro como para adaptarse a todas las corrientes de opinión. Y eso es imposible, claro, pero no deja de ser un buen condicionante, algo que perseguir.

Hay grandes autores que son tachados de fachas, otros de rojos… Luego resulta que son librepensadores, aunque sean los menos.

Desde muy pequeño he aprendido a distinguir a las personas por lo que me aportan. Así sea hablando o escribiendo... o con su sola presencia. Me recuerda ese dicho de que hay dos tipos de personas: los que te mejoran la vida cuando llegan y los que te la mejoran aún más cuando se van. Y hablo de tipos de personas y no sólo de amigos; hablo de profesores, de escritores, de médicos, panaderos, electricistas, empleados de banca… En otros ámbitos se habla mucho de gente tóxica y yo, por contraste, hablaría de gente sana, también.

Todos tenemos a nuestro alrededor de los dos tipos de personas. Por alguna extraña razón nos relacionamos también con gente tóxica (la necesitamos, seguramente para alimentar nuestras mezquindades o porque no tenemos más remedio). Pero se ha parado a pensar que tal vez usted sea persona tóxica para alguien. Se trata de la voluntad de no serlo. Claro que para eso lo primero es ser sano, al menos inocuo. Volvemos a la voluntad, al interior… a uno mismo.

Desde el mito de la caverna de Platón (y antes) ha habido grandes corrientes de pensamiento (también religiosas, si es que no son lo mismo) centradas en eso de la introspección. Me viene a la mente la figura de Sigmund Freud que optó varia veces al Nobel de Medicina (parece ser que hasta 12 veces). No se lo llevó. Incluso optó al Nobel de Literatura y tampoco le fue concedido.

El médico austríaco es considerado el padre del psicoanálisis y fue muy controvertido (lo sigue siendo hoy) en su época.

Parece ser que tuvo un alumno llamado Jung con el que se unió en firme amistad para acabar rompiendo la misma. Me han explicado que una de las diferencias más grandes que tenían es que Freud consideraba el inconsciente como algo individual (e intransferible, que se suele añadir). Por su parte, Jung hablaba del inconsciente colectivo… nada menos. O sea, que existe algo común a la experiencia de todos los seres humanos. Según Jung, el inconsciente colectivo sería el sustrato que haría posible comprender por qué las personas (aunque sean de edades o culturas diferentes) comparten ciertas características anímicas comunes.

Con todo esto, Jung abrió la puerta a los conocidos como fenómenos paranormales (y, sobre todo, a la telepatía).

No soy especialista en Psicología ni lo pretendo. Habló de una manera muy sencilla (la mía). Lo hago para caer y hacer caer en la cuenta de que en la historia de la humanidad hemos acabado dando una gran vuelta desde que hace muchísimo años, casi todo se explicaba desde la intuición (sobre todo en Oriente). Así hasta llegar a parecidas conclusiones (Jung es del siglo pasado y también apuesta por lo emocional frente a lo racional). Todo ello después de haber pasado por la racionalización de todo (el Racionalismo, por ejemplo, con su “pienso, luego existo”), sobre todo en Occidente.

Demos una oportunidad a nuestra intuición, al menos para relacionarnos lo menos posible con gente tóxica; para saberla distinguir. ¡Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me libraré yo!

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editado por...Wladi Martín @ sábado, mayo 02, 2020