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domingo, mayo 17, 2020

El gesto de la piedra

He visto mucho teatro gracias a ciertos privilegios por ser periodista. Sobre todo en Getafe he asistido a obras de gran calidad.

Recuerdo una vez en dicha localidad que me invitaron a una obra de ElBrujo al que no conocía, hace muchos años. Creo que era sobre el Lázaro de Tormes y me quedé en el teatro casi a regañadientes; muy escéptico. Me lo pasé en grande. Todavía recuerdo con agrado aquella velada. Rafael Álvarez “El Brujo” paso a ser un auténtico ídolo para mi; yo diría que un maestro o gurú.

He asistido a docenas de sus representaciones. Hasta Mérida me desplacé para verle en un marco singular como pocos.

Ya le conocía cuando descubrí que la parte musical en sus obras se debe al maestro Javier Alejano. Es el único ser viviente que se sube al escenario cuando Rafael Álvarez actúa. Pues bien, hace muchos años, un joven Javier Alejano visitaba mi casa para recibir lecciones de violín de mis padres. Eso me unió todavía más a “El Brujo”.

En una de sus obras, el actor contaba una espléndida anécdota que intentaré narrar a mi manera.

Cuenta Rafael que de joven tuvo un breve papel de pícaro y que no acertaba con el gesto correcto. Un día paseando por la playa se tropezó con un guijarro que tenía exactamente el rictus que le parecía adecuado adoptar para su personaje. El Brujo, en escena, parodiaba aquella cara entre grandes risas de su público.

Pocos días después de aquello, parece ser que le llevaron a visitar una escuela de arte dramático. Muchos aprendices del noble oficio de actor estaban pendientes de cuanto escuchaban.

Allí, Rafael contó la anécdota de la piedra, ante la cual, un joven candidato a actor se mostró un tanto escéptico.

“¿Cómo va una piedra a enseñar un gesto?”

ElBrujo le contestó con otra pregunta: “¿cómo vas a ser actor si no sabes escuchar lo que dice una piedra?”

La anécdota me pareció genial. Seguramente Rafael se refería al oficio de actor en su más amplio término, casi cercano al de poeta. Seguramente el chaval era un maravilloso estudiante en su escuela. No obstante se abre la reflexión ante la respuesta de “ElBrujo” sobre lo que se aprende y de quién se aprende.

Hay un dicho zen que viene muy al caso: “Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece”. Lo que pasa es que el maestro no siempre lleva una túnica, ni velas de incienso , si se me permite (nada tengo contra las túnicas, ni las velas de incienso). A veces, aprendemos de extraños maestros, a veces aprendemos de un guijarro al que hemos dado una patada, casi por azar (¿existe el azar?).

Habrá que seguir pendientes de las piedras del suelo, del camino que recorremos, del cielo bajo el que caminamos, de las flores en las orillas, de los pájaros que las huelen, de los insectos que las liban. Se puede aprender tanto de tantas cosas y, por supuesto, de tantos maestros (y maestras)...


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editado por...Wladi Martín @ domingo, mayo 17, 2020