El gesto de la piedra
He visto mucho teatro gracias a ciertos privilegios por ser
periodista. Sobre todo en Getafe he asistido a obras de gran calidad.
Recuerdo
una vez en dicha localidad que me invitaron a una obra de ElBrujo al que no conocía, hace muchos años. Creo que era
sobre el Lázaro de Tormes y me quedé en el teatro casi a
regañadientes; muy escéptico. Me lo pasé en grande. Todavía
recuerdo con agrado aquella velada. Rafael Álvarez “El Brujo”
paso a ser un auténtico ídolo para mi; yo diría que un maestro o
gurú.
He
asistido a docenas de sus representaciones. Hasta Mérida me desplacé
para verle en un marco singular como pocos.
Ya
le conocía cuando descubrí que la parte musical en sus obras se
debe al maestro Javier Alejano. Es el único ser viviente que
se sube al escenario cuando Rafael Álvarez actúa. Pues bien, hace
muchos años, un joven Javier Alejano visitaba mi casa para
recibir lecciones de violín de mis padres. Eso me unió todavía más
a “El Brujo”.
En
una de sus obras, el actor contaba una espléndida anécdota que
intentaré narrar a mi manera.
Cuenta
Rafael que de joven tuvo un breve papel de pícaro y que no
acertaba con el gesto correcto. Un día paseando por la playa se
tropezó con un guijarro que tenía exactamente el rictus que le
parecía adecuado adoptar para su personaje. El Brujo, en
escena, parodiaba aquella cara entre grandes risas de su público.
Pocos
días después de aquello, parece ser que le llevaron a visitar una
escuela de arte dramático. Muchos aprendices del noble oficio de
actor estaban pendientes de cuanto escuchaban.
Allí,
Rafael contó la anécdota de la piedra, ante la cual, un
joven candidato a actor se mostró un tanto escéptico.
“¿Cómo
va una piedra a enseñar un gesto?”
“ElBrujo” le contestó con otra pregunta: “¿cómo vas a ser
actor si no sabes escuchar lo que dice una piedra?”
La
anécdota me pareció genial. Seguramente Rafael se refería
al oficio de actor en su más amplio término, casi cercano al de
poeta. Seguramente el chaval era un maravilloso estudiante en su
escuela. No obstante se abre la reflexión ante la respuesta de “ElBrujo” sobre lo que se aprende y de quién se aprende.
Hay
un dicho zen que viene muy al caso: “Cuando el alumno está
preparado, el maestro aparece”. Lo que pasa es que el maestro no
siempre lleva una túnica, ni velas de incienso , si se me permite
(nada tengo contra las túnicas, ni las velas de incienso). A veces,
aprendemos de extraños maestros, a veces aprendemos de un guijarro
al que hemos dado una patada, casi por azar (¿existe el azar?).
Habrá
que seguir pendientes de las piedras del suelo, del camino que
recorremos, del cielo bajo el que caminamos, de las flores en las
orillas, de los pájaros que las huelen, de los insectos que las
liban. Se puede aprender tanto de tantas cosas y, por supuesto, de
tantos maestros (y maestras)...
Etiquetas: cristina carbonell, Famosos o casi, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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