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sábado, abril 25, 2020

Las estrellas y los fuegos


Cuando era inmortal, como dicen en alguna lectura de no sé dónde, tenía una gran amigo – lo sigo teniendo - del que me he acordado hace poco. Se ve que él también se ha acordado de mi; me ha llamado. Tiempo atrás, cuando éramos inmortales, decía, me contó una historia de su cosecha.

Venía a decir que las estrellas eran las almas de nuestros amigos; unas lucían mucho y otras lucían menos aunque esto podía cambiar de un día para otro. Las estrellas eran las encargadas de iluminarnos en la oscuridad.

Recordando ese fantástico cuento de mi gran amigo también recuerdo una anécdota que contó mi hermana hablando con su hija, cuando tenía pocos años. La pequeña mostró interés en saber qué pasaba por las personas cuando éstas se quedaban sin vida. Tan trascendental pregunta intentó contestarla mi hermana con algo de poesía, para no preocupar a la niña. “Las personas se convierten en estrellas”. La niña se quedó mirando el cielo estrellado con cara extraña y contestó. “¡Qué cantidad de muertos, mamá!”.

Hace poco he escuchado un fenomenal cuento corto de Galdeano que tiene que ver con todo esto de las estrellas. El genial escritor da su propia versión pero, en lugar de estrellas, habla de fuegos que ve un pájaro al acercarse al cielo en su vuelo.

El ave en su alto vuelo mira hacia abajo y empieza a ver pequeños fuegos. Son los que cada cuál emitimos. Estaba contemplando un mar de fueguitos; los que emite cada persona que brilla con luz propia. Hay fuegos grandes y pequeños, fuegos que a unos calientan y a otros no, que abrasan a los de su alrededor y fuegos que no calientan ni a los de su cercanía… El pájaro vio fuegos de todos los colores, fuegos serenos que no se alteraban ni con el aire, fuegos inquietos que todo lo llenaban con sus chispas… Fuegos débiles que ni alumbraban ni daban calor, fuegos fuertes que no se podían mirar sin parpadear…

Todos, según el cuento del escritor uruguayo, tenemos nuestro fuego (más nos vale). Y añado yo que depende de nosotros cómo lo cuidamos. Si lo alimentamos bien arde mucho y puede dar calor a los de alrededor. Puede incluso iluminar en la oscuridad. Llegan a soltar chispas que perduran a nuestro lado, que llegan a los demás.

En estos días de recogimiento no sólo es un buen momento para mantener vivos esos fuegos sino, sobre todo, para no apagar el de los demás. A ver si se nos va a extinguir el nuestro.

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editado por...Wladi Martín @ sábado, abril 25, 2020