La sequía
Una vez acudí a un pueblo medio perdido en la geografía hispana
cargado de ritos cristianos. Estaba aquejado por una contumaz sequía.
Hacía años que no caía una sola gota. Las cosechas se arruinaban
sin que hubiera mala fruta que recoger. Había un pantano cercano.
Otrora lugar de baños que atraía incluso el turismo, ahora se podía
atravesar andando entre barro y fangos. Estaba casi seco.
El
panorama se prolongaba años y no había visos de que el panorama
fuese a cambiar. La gente se arruinaba. Pero aún más preocupante
era la salud. Estaban empezando a enfermar por falta de agua, por no
poder comer adecuadamente.
Los
peces habían muerto en el pantano; también escaseaban en el río
que pasaba por el pueblo y que abastecía al embalse. Los animales
habían huido al norte, a varios kilómetros, donde había algo de
humedad.
No
sé de quién fue la idea ni de dónde salió. El caso es que
decidieron reunirse un día en concreto y ir a rezar todos juntos a
la ermita de la montaña. Su santa patrona no les abandonaría. Con
su fe, decían, la santa vería la necesidad que tenían de que
lloviera y les enviaría el agua.
Confiaban
en que su oración sería escuchada y la lluvia pronto vendría
abundante y sana; que todo lo limpiaría, que volvería a renacer la
vida.
Confieso
que tuve curiosidad por aquello. Tampoco se hubiese entendido que
sólo yo me excluyese de aquel acto tan importante para aquella gente
humilde e ignorante.
A la
hora convenida todo el pueblo se reunió en la plaza mayor del
villorrio. De allí partieron hacia la ermita por la senda de la
montaña. Gentes de avanzada edad, hombres, mujeres, niñas y niños;
la fila e pueblerinos era impresionante. No faltaba nadie. Todos a
rezar a su santa patrona; todos a rezar por la lluvia.
Entre
las personas que componían la impresionante comitiva sólo vi un
niño de corta edad que daba el paseo con un paraguas. Nadie más.
Etiquetas: cristina carbonell, martin, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


0 Comentarios
Publicar un comentario
<< Home