La mosca y la avispa
Un experimento que me dejó impresionado fue el que conocía a través
de algún escrito que leí en el pasado. Se colocaba en el interior
de un botella a una mosca y a una avispa. La botella estaba abierta
pero cabeza abajo. La boca estaba abierta pero permanecía en la
oscuridad. La base de la botella apuntaba a la luz, pero por allí no
había salida alguna.
La
avispa, caracterizada por su inteligencia, volaba decidida hacia la
luz; no cejaba en su empeño, no hacía otra cosa. Sólo de vez en
cuando descansaba siempre cerca del haz de luz.
En
cambio la mosca, menos dotada intelectualmente, revoloteaba en todas
direcciones dándose enormes golpes contra las paredes de la botella.
No es que no intentase volar en dirección a la luz, que también lo
hacía, lo que pasa es que revoloteaba en todas direcciones además.
Era como si volase sin ton ni son, sin un itinerario fijado en este
caso por la dirección de la luz. Cuando tenía que descansar lo
mismo lo hacía en donde era más intensa la luz que en un extremo
contrario.
Así
hasta que la cauta avispa seguía inmóvil en su prisión y la mosca
acertaba, por azar, a encontrar la salida en la oscuridad.
Hoy
día me acuerdo del experimento más que nunca. Todos somos moscas,
todos somos avispas. Todos estamos atrapados en una botella cuya
salida está en lo oscuro. Y somos incapaces de revolotear
precisamente por lo oscuro, por lo desconocido. La luz es lo conocido
y nuestro intelecto (tan cercano al ego) no nos ir en otra dirección.
Pero, claro, hay una pared inexpugnable de cristal.
Me
parece próximo a esa teoría que me explicaron sobre la zona de
confort. Todos la tenemos y solemos estar en ella. Para salir hay que
asomarse a la zona de aprendizaje para llegar a la de pánico (que
algunos laman mágica; al de los sueños). Pero. Primero hay que
abandonar el confort, la seguridad. ¿Y para qué quiero salir? Pues
está claro… Para no estar encerrado (para llegar a la zona donde
se cumplen los sueños) Para volar hacia la luz, aunque sea pasando
por la oscuridad.
Claro
que también hay que tener claros los sueños o nos pasaría como en
esa fábula del pescador que paso a recordar.
Un
hombre adinerado estaba en un pueblecito de la costa cuando vio a
llegar en un bote a un pescador con algunos pescados.
“¿Cuánto
tiempo le llevó pescarlos?” le preguntó. A lo que el pescador
reconoció que muy poco tiempo.
“¿Por
qué no empleas más tiempo y sacas más piezas?” añadió el rico.
El,
pescador explicó que tenía suficiente a lo que su interlocutor
inquirió por lo que hacía con el resto del tiempo. El pescador
relató que dormía hasta tarde, jugaba con sus hijos. Tras comer y
echarse la siesta disfrutaba de su esposa e iba a pasar la tarde con
sus amigos al bar. Allí, con ellos bebía algo de vino y cantaba
mientras tocaba la guitarra. Después venía lo de acostarse pronto y
levantarse tarde.
El
ricachón quedó perplejo y dio su opinión al sencillo pescador.
“Deberías
gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprara un bote
mayor que, a su vez, le proporcionaría más ingresos hasta conseguir
comprar una flota. Con el tiempo podría, en ligar de vender su
pescado a un distribuidor, abrir su propia procesadora para controlar
la producción, el procesamiento y la distribución. Podría salir de
su pequeño pueblo para que su flota pescase en alta mar. Él mismo
podría irse a vivir a una gran ciudad desde la que controlase su
flota.
El
pescador atónito preguntó por cuánto tardaría en conseguir todo
eso. A lo cual el rico contestó que unos 15 o 20 años.
El
pescador volvió a preguntar “¿Y luego qué?”
El
rico alborozado respondió, entonces podrías vender todo y con el
dinero podrías: “Retirarte a un pueblo. Dormir hasta tarde, jugar
con tus hijos. Tras comer y echarte la siesta, disfrutar de tu esposa
e ir a pasar la tarde con tus amigos al bar. Allí, con ellos, beber
algo de vino y cantar mientras tocas la guitarra. Después acostarse
pronto y levantarse tarde.”
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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