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jueves, abril 16, 2020

La cautela


Cautela. Esta palabra encierra muchas cosas. Según la RAE es en su primera acepción: “precaución y reserva con que se procede”. En una segunda acepción sería: “astucia, maña y sutileza para engañar”.

Se empieza a hablar de la salida del túnel, de la posible vuelta a la normalidad (si es que alguna vez la hemos tenido – la normalidad, digo -). Se empieza a hablar de la lucecita al fondo. Algunos ya se aprestan a abarrotar ciertos locales que aún no sabemos, a ciencia cierta, si volverán a ser lo que eran. Nos hablan de orden y creo que se refieren a escalonar. A mi me hace pensar esa segunda acepción que da la RAE para la palabra cautela; eso de la astucia para engañar. Engañar, por supuesto, al maldito virus, que eso de engañar a la policía, al cuerpo encargado de aplicar la norma - de ahí lo de normalidad -, es engañarse a uno mismo. Y de eso algo hay, en todos y cada uno de nosotros.

Recuerdo eso que escuché una vez a alguien que decía “lo haré cuando vea que lo hacen los demás”. Es una bonita forman de decir que nunca lo haré. Claro que no todo el mundo está acostumbrado a cumplir con su parte. Eso de ocuparse de las cosas propias intentando no perjudicar a nadie, en el más religioso de los procederes, no es cualquier cosa. Hace falta mucho esfuerzo -que no todo el mundo está dispuesto a aceptar – para llegar a ello. Y es curioso que todas las buenas personas – y todos lo somos en alguna medida – aprecian estos menesteres. Todos queremos ser más sabios, más buenos, querer más a los nuestros… Pero muy pocos renuncian a pisar a los demás para alcanzar lo que se nos antoja, para dar gusto al ego.

Ayer escuché algo sobre Teresa de Jesús. La monja nació en Ávila y descendía de judíos, todo un inconveniente en aquella España. Probablemente por ello se hizo monja. También dicen que fue una de las primeras feministas. Huía del cliché de la mujer casada y madre de sus muchos hijos; de la mujer de entonces. Esa fue otra buena razón para hacerse monja. El caso es que la mujer es una de los grandes de la Literatura y debió de tener algunas cosas claras en su vida. Buscaba algo que no podía encontrar en lo que le rodeaba. Necesitaba escribir para ser distinta. Pero, al parecer, escribía siempre al dictado, como si tradujera lo que le decían al oído.

Se preguntarán a qué viene ahora santa Teresa de Jesús. ¿Qué tiene que ver con lo que veníamos hablando?

Va por la cautela; sobre todo por la segunda acepción esa, la de la astucia para engañar.

Creo que Teresa de Jesús tenía cautela en cuanto hacía. Y, sin embargo, eso no le impidió ser una rebelde. Se rebeló contra ser una mujer como las de su época, con un marido convencional, ignorante y cargada de hijos. Se rebeló contra ser una persona sin conocimientos y leyó cuanto pudo (sobre todo a San Agustín, según parece). No se conformó o se rebeló con cuanto había en este mundo y buscó otro.

Ahora que todavía no hemos salido de la oscuridad se nos empieza a pedir cautela para cuando lo hagamos, un poco de astucia. Que mostremos un poco de inteligencia. Esa cualidad que tan pocas veces mostramos. Máxime ahora que lo que necesitamos – como siempre – es que nos ordenen (en sentido de recibir órdenes) para, precisamente, no necesitar pensar. Qué bien nos van a venir en estos días venideros las banderas, los fetiches, los ídolos, los símbolos… y hasta los cojones, si se me permite.

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editado por...Wladi Martín @ jueves, abril 16, 2020