La cautela
Cautela. Esta palabra encierra muchas cosas. Según la RAE es en su
primera acepción: “precaución y reserva con que se procede”. En
una segunda acepción sería: “astucia, maña y sutileza para
engañar”.
Se empieza a hablar
de la salida del túnel, de la posible vuelta a la normalidad (si es
que alguna vez la hemos tenido – la normalidad, digo -). Se empieza
a hablar de la lucecita al fondo. Algunos ya se aprestan a abarrotar
ciertos locales que aún no sabemos, a ciencia cierta, si volverán a
ser lo que eran. Nos hablan de orden y creo que se refieren a
escalonar. A mi me hace pensar esa segunda acepción que da la RAE
para la palabra cautela; eso de la astucia para engañar. Engañar,
por supuesto, al maldito virus, que eso de engañar a la policía, al
cuerpo encargado de aplicar la norma - de ahí lo de normalidad -, es
engañarse a uno mismo. Y de eso algo hay, en todos y cada uno de
nosotros.
Recuerdo eso que
escuché una vez a alguien que decía “lo haré cuando vea que lo
hacen los demás”. Es una bonita forman de decir que nunca lo haré.
Claro que no todo el mundo está acostumbrado a cumplir con su parte.
Eso de ocuparse de las cosas propias intentando no perjudicar a
nadie, en el más religioso de los procederes, no es cualquier cosa.
Hace falta mucho esfuerzo -que no todo el mundo está dispuesto a
aceptar – para llegar a ello. Y es curioso que todas las buenas
personas – y todos lo somos en alguna medida – aprecian estos
menesteres. Todos queremos ser más sabios, más buenos, querer más
a los nuestros… Pero muy pocos renuncian a pisar a los demás para
alcanzar lo que se nos antoja, para dar gusto al ego.
Ayer escuché algo
sobre Teresa de Jesús. La monja nació en Ávila y descendía de
judíos, todo un inconveniente en aquella España. Probablemente por
ello se hizo monja. También dicen que fue una de las primeras
feministas. Huía del cliché de la mujer casada y madre de sus
muchos hijos; de la mujer de entonces. Esa fue otra buena razón para
hacerse monja. El caso es que la mujer es una de los grandes de la
Literatura y debió de tener algunas cosas claras en su vida. Buscaba
algo que no podía encontrar en lo que le rodeaba. Necesitaba
escribir para ser distinta. Pero, al parecer, escribía siempre al
dictado, como si tradujera lo que le decían al oído.
Se preguntarán a
qué viene ahora santa Teresa de Jesús. ¿Qué tiene que ver con lo
que veníamos hablando?
Va por la cautela;
sobre todo por la segunda acepción esa, la de la astucia para
engañar.
Creo que Teresa de
Jesús tenía cautela en cuanto hacía. Y, sin embargo, eso no le
impidió ser una rebelde. Se rebeló contra ser una mujer como las de
su época, con un marido convencional, ignorante y cargada de hijos.
Se rebeló contra ser una persona sin conocimientos y leyó cuanto
pudo (sobre todo a San Agustín, según parece). No se conformó o se
rebeló con cuanto había en este mundo y buscó otro.
Ahora que todavía
no hemos salido de la oscuridad se nos empieza a pedir cautela para
cuando lo hagamos, un poco de astucia. Que mostremos un poco de
inteligencia. Esa cualidad que tan pocas veces mostramos. Máxime
ahora que lo que necesitamos – como siempre – es que nos ordenen
(en sentido de recibir órdenes) para, precisamente, no necesitar
pensar. Qué bien nos van a venir en estos días venideros las
banderas, los fetiches, los ídolos, los símbolos… y hasta los
cojones, si se me permite.
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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