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sábado, marzo 28, 2020

Esfuerzo y diversión


Dijo Picasso que cuando llegase la inspiración tenía que sorprenderle trabajando. Con ello, nos mueve a la reflexión sobre el talento y la disciplina.

También el filósofo José Antonio Marina, en su obra “Anatomía del miedo”, se refiere a ello. Recuerda que tras las improvisaciones de un buen bailarín hay muchas horas de barra. Traducido a nuestro deporte (el yudo) diremos que tras el talento de un movimiento que parece personal (igual hasta lo es) hay mucho uchi-komi (repeticiones como siempre ha sido, como marca el maestro).

Se suele apreciar en deportes (sobre todo deportes) a jugadores que aparecen por lo que llamamos generación espontánea. Luego, en un análisis más profundo nos damos cuenta de que algunos no paran en su formación; no dejan el balón, no dejan de hacer escalas (los músicos), son auténticos obsesos... lo cual no les quita, en absoluto, lo de placentero que tiene para ellos lo que hacen.

En nuestra escuela siempre hemos dicho que la clave del éxito está en saber aplicar el cóctel (“cocktail”) que mezcla a partes iguales esfuerzo (trabajo) y diversión (placer). Necesitamos de ambas. Si sólo ponemos esfuerzo acaba pesando lo que hacemos y si sólo ponemos diversión, otros pueden acabar resentidos y nosotros defraudados. Pero para acabar aplicando esa mezcla tan sabiamente hay que estar seguro de cuáles son nuestras verdaderas motivaciones. Es peligroso esforzarse en lo que no le gusta a uno.

Hoy en día, lamentablemente, estamos acostumbrados a ver abogados que hubiesen querido ser buenos músicos, policías que les gustaría haber sido grandes atletas… Muchos estudiaron lo que sus padres les aconsejaban. Desoyeron la llamada de la inspiración, del talento, de aquello para lo que uno vale realmente. ¡Y qué importante es eso!

Hoy día lo vemos claramente con personas a nuestro alrededor que se multiplican inhumanamente en sus esfuerzos. Son capaces de doblar su rendimiento y sin condiciones para hacerlo. Y eso por qué lo hacen. Seguramente porque saben que hacen lo que tienen que hacer, porque lo que hacen lo hacen porque les colma como seres humanos. No voy a hablar de que tienen vocación, - que seguro que sí la tienen -, de ser médicos, de ser cajeros, de ser limpiadores, de ser transportistas… ¡Benditos sean!

Hablo ahora de lo que estoy llamando vocación, pero me refiero a la de ser útil, a la de hacer sociedad. No me refiero a la de aprovecharse de cómo está la sociedad, que también los hay. Me refiero a los grandes héroes que nos rodean y también al que con su silencio ayuda a no enturbiar, al que no molesta, al que en vez de pedir responsabilidades busca soluciones, aunque sean las suyas (para él y los suyos). Insisto aquí en la fábula del colibrí; que cada cual cumpla con su parte.

Hoy día (siempre añadiría yo), dar ejemplo es fundamental. Es necesario tener líderes como estamos viendo que los tenemos. No hablo de grandes políticos sino de profesores, de periodistas de a pie, de gentes sencillas, que desde su ejemplo son capaces de influir en quienes les rodean, de insuflar ánimos con su sola presencia y actitud.

El refranero nos aporta, en este sentido, algunos ejemplos como eso de “cría fama y échate a dormir”. Claro que también está aquello de “porque un perro maté, mataperros me llamaron”. Pero eso ya es otra cosa, porque el acento está puesto en lo que “hacen otros”. Tú cumple tu parte (cría fama - buena si puede ser -) y olvídate de los demás. Haz sociedad, como decía Yigoro Kano el fundador del yudo.

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editado por...Wladi Martín @ sábado, marzo 28, 2020