Esfuerzo y diversión
Dijo Picasso que cuando llegase la inspiración tenía que
sorprenderle trabajando. Con ello, nos mueve a la reflexión sobre el
talento y la disciplina.
También el filósofo
José Antonio Marina, en su obra “Anatomía del miedo”, se
refiere a ello. Recuerda que tras las improvisaciones de un buen
bailarín hay muchas horas de barra. Traducido a nuestro deporte (el
yudo) diremos que tras el talento de un movimiento que parece
personal (igual hasta lo es) hay mucho uchi-komi (repeticiones como
siempre ha sido, como marca el maestro).
Se suele apreciar en
deportes (sobre todo deportes) a jugadores que aparecen por lo que
llamamos generación espontánea. Luego, en un análisis más
profundo nos damos cuenta de que algunos no paran en su formación;
no dejan el balón, no dejan de hacer escalas (los músicos), son
auténticos obsesos... lo cual no les quita, en absoluto, lo de
placentero que tiene para ellos lo que hacen.
En nuestra escuela
siempre hemos dicho que la clave del éxito está en saber aplicar el
cóctel (“cocktail”) que mezcla a partes iguales esfuerzo
(trabajo) y diversión (placer). Necesitamos de ambas. Si sólo
ponemos esfuerzo acaba pesando lo que hacemos y si sólo ponemos
diversión, otros pueden acabar resentidos y nosotros defraudados.
Pero para acabar aplicando esa mezcla tan sabiamente hay que estar
seguro de cuáles son nuestras verdaderas motivaciones. Es peligroso
esforzarse en lo que no le gusta a uno.
Hoy en día,
lamentablemente, estamos acostumbrados a ver abogados que hubiesen
querido ser buenos músicos, policías que les gustaría haber sido
grandes atletas… Muchos estudiaron lo que sus padres les
aconsejaban. Desoyeron la llamada de la inspiración, del talento, de
aquello para lo que uno vale realmente. ¡Y qué importante es eso!
Hoy día lo vemos
claramente con personas a nuestro alrededor que se multiplican
inhumanamente en sus esfuerzos. Son capaces de doblar su rendimiento
y sin condiciones para hacerlo. Y eso por qué lo hacen. Seguramente
porque saben que hacen lo que tienen que hacer, porque lo que hacen
lo hacen porque les colma como seres humanos. No voy a hablar de que
tienen vocación, - que seguro que sí la tienen -, de ser médicos,
de ser cajeros, de ser limpiadores, de ser transportistas…
¡Benditos sean!
Hablo ahora de lo
que estoy llamando vocación, pero me refiero a la de ser útil, a la
de hacer sociedad. No me refiero a la de aprovecharse de cómo está
la sociedad, que también los hay. Me refiero a los grandes héroes
que nos rodean y también al que con su silencio ayuda a no
enturbiar, al que no molesta, al que en vez de pedir
responsabilidades busca soluciones, aunque sean las suyas (para él y
los suyos). Insisto aquí en la fábula del colibrí; que cada cual
cumpla con su parte.
Hoy día (siempre
añadiría yo), dar ejemplo es fundamental. Es necesario tener
líderes como estamos viendo que los tenemos. No hablo de grandes
políticos sino de profesores, de periodistas de a pie, de gentes
sencillas, que desde su ejemplo son capaces de influir en quienes les
rodean, de insuflar ánimos con su sola presencia y actitud.
El refranero nos
aporta, en este sentido, algunos ejemplos como eso de “cría fama y
échate a dormir”. Claro que también está aquello de “porque un
perro maté, mataperros me llamaron”. Pero eso ya es otra cosa,
porque el acento está puesto en lo que “hacen otros”. Tú cumple
tu parte (cría fama - buena si puede ser -) y olvídate de los
demás. Haz sociedad, como decía Yigoro Kano el fundador del yudo.
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady, yudiario, yudo


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