El caballo
Veo que en estos días cobra especial interés el pasar el rato,
distraerse. Se pasa el tiempo libre consumiendo ingentes cantidades
de películas (de las que podemos llamar de ocio), series
intrascendentes - si se me permite la expresión -, libros de ficción
(novelas), vídeos (de mantenerse en forman física, por ejemplo)…
Algunos - los menos
– recurren a realizar labores creativas. Otros, que tienen hijos,
se aprestan entretenerles. Todo vale.
Tengo un amigo que
apunta que son pocos los que aprovechan para enriquecerse en lo
científico. Tiene, sin duda, razón. (Como todos. Todos tenemos
razón; la nuestra).
El caso es que
comprobamos lo importante que resulta (hoy más que nunca) el empleo
de nuestro tiempo. Eso nos lleva a grandes preguntas que ahora (más
que nunca) podemos hacernos. El futuro. Qué pretendemos ser. Quiénes
somos ahora.
Esta es una pregunta
general que tiene respuestas particulares, cada cuál tiene la suya.
Gracias a eso, también, cada cual es diferente. Dice Woody Allen, en
una de sus películas, que no entraría en un club en el que hubiera
alguien exactamente como él. También tiene razón. La diferencia
nos enriquece.
Todo esto me lleva a
colegir que, dado a que todos somos diferentes, también
experimentamos realidades diferentes. De ahí la importancia de la
empatía (“capacidad de identificarse con alguien y compartir sus
sentimientos).
En circunstancia
similares “cada cuál habla de la feria según cómo le va en
ella”, como dice el refrán. Eso me recuerda un chiste fantástico.
A dos hermanos (uno
optimista y otro pesimista) les dejan un regalo a cada uno, en Reyes
Magos. Al pesimista le dejan un fantástico regalo y, tan pronto como
lo ve, el pesimista empieza a ver defectos, sin siquiera ponerse a
disfrutar (jugar) con el regalo.
En cambio al
optimista le dejan unas heces envueltas en papel. El chico al
descubrirlo vuelve a envolver con cuidado su regalo y lo porta con
cuidado. Pero muy nervioso se pone a recorrer la casa por todos
lados. Hasta que su padre alborozado por la broma le pregunta qué le
pasa.
El niño optimista
contesta, visiblemente emocionado, que le han regalado un caballo,
que éste ha cagado y se ha marchado. Eso es lo que busca.
En estos días
algunos andamos buscando nuestro caballo más que nunca. Y eso que en
las manos estamos llenos de mierda. Habrá que lavarse con cuidado,
pero van a hacer falta muchos caballos.
Etiquetas: cristina carbonell, opinion, reflexiones o así, wladi, wladiario, wlady


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