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martes, diciembre 22, 2015

Abrim Ahmud Daluz. Magister dixit

"Cuando eres pequeño te transformas en una persona distinta todos los años. Suele ser en otoño, cuando vuelves al colegio, ocupas tu sitio en un curso superior y dejas atrás el letargo y el desorden de las vacaciones de verano. Es entonces cuando aprecias el cambio con más nitidez. Después no estás seguro del mes ni del año, pero los cambios continúan siempre igual. Durante mucho tiempo te desprendes del pasado con facilidad y de una forma que parece automática y adecuada. Las escenas del pasado, más que desvanecerse, dejan de tener importancia. Y entonces se produce una brusca vuelta atrás, lo que está acabado y bien acabado resurge de repente, requiere tu atención, incluso que hagas algo al respecto, aunque salte a la vista que no se puede hacer nada".Alice Munro

Se cuenta que el gran sabio Abrim Ahmud Daluz dijo en gran ocasión su frase célebre, que ha venido a perdurar siglos y siglos: "que se jodan". Se ha venido usando desde tiempos inmemoriales este profundo pensamiento en las más variadas ocasiones y por muy diversas gentes de diferentes linajes y procedencias. Hoy, el llamado día mundial de la salud, también me he visto tentado a utilizarla -y públicamente-, en varias ocasiones. Pero es como aquel amigo mío que confesaba tener ganas de hacer el Camino de Santiago y se sentó a ver si se le pasaban; las ganas. A mi no se me han pasado; sigo tentado de hacer mío el sabio mensaje. Pero me he vuelto cobarde. Sobre todo después de conocer el Gordo. No me ha tocado.

Ya tenía planes, como la niña que llevaba el cántaro de leche y se dio la ídem. De manera que me limitaré a expeler algunas ideas que me están contaminando la bilis, apretando el bolígrafo al papel, para ver si me expreso mejor de ese modo. Y, sobre todo, por ver si logro entrar en catarsis de manera barata, inocua y elegante. Espero no ofender más que a aquellos que se lo merezcan y sólo en el caso improbable de que se tomasen la molestia de leer estas turbadas líneas y encontrasen motivo en ellas. No es mi intención molestar ni ofender. Ya digo que no me mueve otra cosa que la catarsis: Liberación o eliminación de los recuerdos que alteran la mente o el equilibrio nervioso.

Eso de mandar a tomar por el bul (de Estambul) puede ser caro y de ahí las esperanzas -ya desvanecidas- que tenía depositadas en el decimito. Anda que si a los aludidos les da por aceptar... A ver a la hora de pagar la orgía que tú mismo has propuesto. Entre eso y Hacienda se te va el monto. Y luego están las consecuencias, claro. Las benditas o malditas consecuencias. El simple hecho de vivir ya tiene consecuencias y la principal es que te acabas muriendo.

Como ya nos vamos metiendo en materia, vamos a dejar por el momento la muerte, que ya nos llegará a todos con su rodillo de comunismo y nivelación, y nos centraremos en la vida y en los vivos. ¡Qué fácil y gratuito resulta en estos tiempos de falsas libertades ir tocando los escrotos por doquier! Recuerdo con sorpresa (por la memoria que tengo para eso y no para otras cosas) los tiempos en que el simple hecho de mirar fijamente a la cara a otro podía derivar en ajuste de tarifas: el mirón y el mirado acababan tarifando, que se dice o decía.

Me dicen que se ha dado una queja de mi prostituida -iba a decir sagrada- persona. Debe de ser la enésima. Y en esta ocasión parece ser que hay mucha razón -nunca falta la razón o las razones aunque sean espurias- para tal reclamación. Y voy yo y me acuerdo de las inmortales palabras de Ahmud Daluz: "que se jodan". Craso error. Si de lo que se trata es de que me joda yo. Bueno venga. Lo hago público: estoy jodido. Me ha sentado muy mal. ¿Todos tranquilos?

He visitado y trabajado en muchos municipios y en todos he encontrado razonables proporciones de eso que llamamos gilipollas. Es, de alguna manera, tranquilizador; se mueve uno por terrenos conocidos. Pero la concentración por metro cuadrado en que me muevo últimamente me empieza a preocupar. Una cosa es la tranquilidad de lo conocido (y si no véase mapa electoral de nuestra querida España) y otra muy distinta que te empieces a contaminar y acabes agilipollao. Estoy en ello (yo también).

Las continuas vueltas a la humildad

Estoy muy agradecido, pese a todo lo escrito arriba, a esos seres grandiosos que yo he intentado minimizar con mi torpe prosa, y que son capaces de bajarme de la nube tan pronto estoy empinando los pies para abrazarme a ella. Gracias por esos simpáticos cachetes que tan a menudo me llevo y que con tanta agilidad canalizan quienes, entiendo yo, debieran defenderme o al menos hacer valer aquello de la presunción de inocencia. (¿Habeas corpus?)

Debiera estar acostumbrado a esos galletazos que devuelven a la cruda realidad. Fue volver de Canadá, donde me sentí reconocido, respetado y hasta querido, y llevarme un bofetón más grande que el Marianico, en cuanto pisé suelo patrio y me enfrente a mi quehacer rutinario.

Ha sido finalizar una semana grandiosa con un alto reconocimiento profesional y un festival de campanillas para todos mis alumnos y alumnos de mis alumnos y... ¡zas! Hostia en toda la jeta.

Debiera estar acostumbrado -decía-, después de haber estado unido por arras con la que logró que me fuera a dormir al coche en el estacionamiento del entonces Pryca de San Fernando la noche anterior a mi examen de cuarto dan de yudo. Aquella mujer, al menos, era "preventiva" en relación a lo que ahora me encuentro: "acción correctiva". Que está contentito el payaso ese, dedito en el ojo que es fácil y gratuito y "que se joda" (Ahmud Daluz).

Me queda recapacitar y reconocer que esa acción correctiva es por hacerme más humilde. Y aunque no fuera esa la intención, acaba obrando ese efecto; qué remedio. También pienso que hay que ser más samurai; es decir, capaz de mostrar ninguna expresión. Al menos habría que ejercitarme en mostrarme menos feliz. La felicidad -entiendo yo- es un sentimiento propio que al intentar exportar, no siempre se vierte en iguales dosis del mismo y etéreo elemento, sino que extrañas alquimias, que no alcanzo a comprender, transforman en envidas. Es lo que tiene ser feliz (aunque sea a ratitos) que a muchos les acaba jorobando.


Así es que para finalizar voy a desear a todos cuantos hayan leído estas líneas muchas felicidades y espero, con ello, no jorobar a nadie.

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editado por...Wladi Martín @ martes, diciembre 22, 2015