Taira, Klein y otros pensamientos
Fernando, al que reconozco la talla de excelente yudoca –luego lo explico-, me mostró en primicia un libro que llevará su ponencia acerca del pintor-yudoca; ponencia que no pude escuchar, muy a mi pesar. Pero la Federación Madrileña ha tenido el buen gusto y esfuerzo de dejar impreso un libro con esa y otras ponencias del I Congreso de profesores de yudo. Muy pronto se podrá leer.
Fernando Diéguez es de esas personas que cobra relieve como yudoca en su vida diaria (son los grandes yudocas). Sabe llevar el lema de ceder para vencer a sus últimas consecuencias… y vence. Para sus estudios sobre la historia del yudo nacional ha sabido contactar con la familia de Henri Birbaum –primero- y, ahora, con la de Yves Klein. Con ello, ha sabido ceder y va a volver a vencer. Dedicará su tiempo y esfuerzo a cambio de valiosa documentación que fructificará –seguro- en estupendos estudios. Ardemos en deseos de hincar el diente a ese libro de la Federación y a los futuros ensayos o escritos que sea capaz de proporcionarnos Fernando.
No creo mucho en las casualidades –ellas en mi tampoco- y, por eso, reseñaré que este encuentro con Fernando y la consiguiente charla sobre Yves Klein, se produce cuando, poco antes, había asistido a la lección magistral del noveno dan Shu Taira. El maestro afincado en Asturias acaba de publicar su libro (en realidad ‘libros’), que se postula como su legado al yudo nacional. Se titula ‘La esencia del yudo’.
Los jóvenes yudocas tal vez ignoren quién es Shu Taira, como también ignorarán quién es Lee Young, que también estuvo junto al maestro japonés en el cursillo del pasado sábado. Esa ignorancia la suelen propiciar los jóvenes maestros y profesores (a veces no tan jóvenes), porque ellos mismos no tienen un gran recorrido cultural en nuestro ámbito. Y es una pena.
En el último libro que me he leído (bebido se podría decir mejor) señalé una frase interesante. Dice Jorge Bucay en ‘Cuenta conmigo’: “Por el hambre de saber, de crecer, de conocer… no te aferres a la teta, porque lo importante, en todo caso, es la leche que aplaca tu hambre”.
Algunos, en busca de leche para paliar su hambre de saber, se enganchan a la teta y de ahí no salen… ¡mamones!
Por otro lado, en el mismo libro mentado, hay otra frase que quiero reseñar. “El que elige consejero, ya tiene elegido el consejo”.
Así es que, me cuidé muy mucho de ir en busca de consejo para refrendar mi impresión o disipar mis dudas, tras ver de nuevo al viejo maestro Taira enfundado en su yudogui, sobre un tatami. (todo un lujo y un privilegio; vaya por delante).
No pude por menos que observar con tristeza que el paso del tiempo es inexorable con todo el mundo. Pero me agradó mucho el estilo del maestro, pleno de humildad, al presentarse. Me quedo con eso; sobre todo con eso. Del exhaustivo repaso a los makikomi, me quedó claro –también-, que seguiré sin explicarlos así (como él los mostró), por muy ortodoxos que fueran y por muy del Kodokán que sean. Seguiré explicándolos a mi manera (que es muy otra, aunque también hacemos rodillo) y al ritmo que lo vengo haciendo desde que ejerzo como profesor de yudo –hace unos 35 años-; es decir, una vez cada tres o cuatro años. Que San Kano me perdone.
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