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lunes, mayo 11, 2009

El YU-DO, el Tae-kuon-do y otras coces (que nos llevamos)

(VIENE DE... -¡pica!-)

Lo que pasa es que algunos han olvidado hace tiempo lo que significan las dos palabras que, juntas, denominan nuestro deporte (YU-DO). El YU es lo incruento, lo fluido o flexible… y el DO es el firme convencimiento de llevar eso al extremo de considerarlo una forma de vida. Dicho esto diremos también que todo deporte es maravilloso por la sencilla razón de que el deporte se concibió como elemento de formación de nuestros jóvenes, como vehículo de comunicación y de socialización, como garante de la salud (física y mental). Es fenomenal el taekuondo de un maestro serio, humilde, prodigioso y riguroso como Antonio Montes, por ejemplo. Pero es que este mismo maestro critica la evolución de su disciplina como deporte olímpico. Además, nosotros, por nuestra parte, no dejamos de opinar que la competición de taekundo es una ensalada de coces y que el taekuondo es mucho más (o lo debería de ser). Por eso nos desconchamos las formaciones calcáreas de la risa que nos da de ver los saltitos estúpidos y la inutilización de los puños que se ve en un combate cualquiera de este deporte. También nos parece una auténtica aberración su inclusión entre las modalidades olímpicas (y nos lo parece ‘per se’ y no comparativamente ¿vale?)



Pero donde ya rayamos la locura es cuando ponemos a un niño frente a otro a practicar este tipo de deportes. Es poco menos que nefasto enseñar a un niño a dar patadas a otro y eso es lo que hacen los profesores de taekuondo y los de karate y los de un montón de deportes (si es que lo son) por el estilo. Enseñar a un niño lo que se puede hacer con una pistola y luego revestir eso de cierta religiosidad, de conceptos morales no deja de ser algo muy parecido a lo que hacían los fascistas justificando divinamente sus salidas de tiesto.



También debe de quedar claro que en nuestras críticas no nos paramos en el taekuondo y, más bien, hemos criticado poco este deporte, por diversos motivos, pero, sobre todo, por haber conocido a verdaderos maestros en él (maestros en el sentido de ejemplo vivo y continuo de sus alumnos). Recordamos que también criticamos con energía nuestro yudo cuando algunos entrenadores (no profesores) lo convierten en una lucha mamporrera de forcejeo y en terreno de pillos y, por tanto, de pillaje. Por todo esto, nos deja perplejos que un pope (le definimos así, entre otras cosas porque no sabemos su cargo) de la Federación Madrileña de Yudo nos recrimine nuestro ‘ataque’ al taekuondo. Y tal vez la explicación vuelva a ser que nuestro yudo, incluso entre quienes deberían defenderlo, no deja de ser una lucha con cierto folklore, muy bonita y emocionante y de gran tradición oriental y poco más por ese lado del mapamundi.


Uno de los principios del yudo es la continua búsqueda de la perfección, que lleva implícito el continuo esfuerzo de mejorar y, así mismo, el de no cejar en dicho empeño. Nuestra búsqueda de la perfección debería quedar patente por lo alejados que estamos de ella y lo mucho que volvemos a errar (muy a nuestro pesar). De esta cualidad se desprende otra que no ha de disfrazar la primera: la terquedad en el nuevo intento apenas se fracasa en el anterior. Es decir, que volvemos a explicar algo importante. No estamos en contra del karate, ni del taekuondo, ni del fútbol, ni del curling. Pero, por favor, no comparemos. Como decía Sarasate: no es lo mismo tocar el violín que escupir en una flauta. A ver si una partida del castañeteante ping-pong (rebautizado en ‘tenis de mesa’) va a tener el mismo valor en términos absolutos que una randori de yudo suelo. Ya tenemos asumido que somos más mosca cojonera que can lameruzo; pero no nos hagan comulgar con ruedas de molino. Cuando Uds. quieran devolvemos todo lo que nos han dado (poco o nada… si acaso disgustos) y nos vamos.



La defensa del taekuondo que la haga la Federación de Taekuondo, la embajada de Corea o los seguidores del fundador de dicha especialidad Choi Hong Hi, que, por cierto, era general del ejército coreano (Yigoro Kano fue un intelectual). Está bien defender disciplinas cercanas a la nuestra sobre todo para unir fuerzas en pro de objetivos comunes. En ese sentido, se me ocurre que el yu-yitsu aún precisa mucha ayuda como para andar perdiendo energía en otros campos. Y el yu-yitsu sí que tiene las raíces del yudo, las que se van perdiendo y se descuidan salvo en escuelas de yudo tradicional o en otras aglutinantes como la de mi maestro Rafael Ortega con su ‘yudo total’.



Entiendo la vida como una sucesión de deseos, decisiones y compromisos. Primero se despierta el deseo, luego se decide y finalmente llega el compromiso. Esta simple ecuación está muy descuidada en la sociedad actual. Así, nos pasa que vamos al médico y nos encontramos un músico frustrado. Acudimos al abogado y nos lleva el caso un experto en poesía. Ocurre que muchos de nuestro coetáneos atendieron como pudieron su deseo, decidieron (algunos ya fallan en este eslabón) y luego…


Parecería mentira que un pescador explicara que la caza tiene su casuística y que es mucho más gratificante que su actividad, salvo que acto seguido confesara que a él le faltan ‘perendengues’ para empuñar un fusil. Más coherente parece que se explaye en dar argumentos del arte del señuelo, de la paciencia y del lugar en que lanzar la caña, el modo de hacerlo, los cebos… Seguramente el pescador (ningún pescador) defenderá la caza, como ningún cazador defenderá la pesca. Claro que luego están los cazadores que además pescan y los pescadores que además cazan. Lástima que haya menos cazadores pescados y aún menos pescadores (de los que pescan a río revuelto) cazados.



En resumen, defendemos el yudo porque somos y nos sentimos yudocas (dentro y fuera del doyo y, además, con ‘i griega’, sí; algún defecto se nos debe de poder imputar ¿no?) Procuramos ser transigentes con todo; no somos ‘anti’ nada. Pero militamos en un bando y no cambiamos de chaqueta (o dobok o kurka). Otra cosa es que en algunos momentos busquemos la integración o el enriquecimiento. Tenemos que recordar que llevamos tres años desarrollando un programa gratuito y sin patrocinio (ni esponsor) que se denomina ‘Mañanas del YU’ en que pueden participar y de hecho han participado yudocas, yu-yitsucas, karatecas, taekuondocas, japkidocas, etc. Pero, lo que nunca hacemos es dejar de ensalzar lo nuestro. Nunca nos cansamos de alabar las veleidades (que son muchas) de nuestro deporte (que sí lo es y también mucho más). Con los pocos medios que tenemos damos la lata y hacemos que se hable de yudo (aunque sea bien). Otros con más medios se olvidan de atender su labor de promocionar y divulgar ‘lo nuestro’, quizás más atentos a coger ‘lo de ellos’. Por cierto, ya es desgana volcar fotos de una entrega de premios y dejar también las fotos de los taekuondocas. Es muy fácil distinguir un yudogui de un dobok (fácil para el yudoc y también para el taekuondoca, pero quizás menos para el que no resolvió la ecuación aquella de desear, decidir y comprometerse).


En la pasada jornada final de Campeonatos Escolares celebrada en el Palacio de Deportes el yudo compartió cancha con el taekuondo. Tuvimos ocasión de ver combates de yudo (demasiado yudo-fuerza, es verdad) y de taekuondo. En el YUDIARIO se expresó con crudeza la impresión causada por lo que definimos como ’ensalada de coces’. Ahora nos hemos venido al WLADIARIO para dejar aún más clara la paternidad de tal opinión, aunque creo que ya lo estaba. Tras esta jornada, como es costumbre, la Federación Madrileña de Yudo publicó los resultados y un extenso reportaje fotográfico (dos en este caso). Le hemos echado un vistazo y constatamos que, como también suele ser habitual, las fotos se vuelcan sin selección previa, sin retocarlas, etc. Esto nunca lo hemos criticado por saber de lo laborioso del retoque digital. Muchos años estuvimos cubriendo al Getafe en el Coliseum y han sido miles las fotos enviadas a la redacción de MERCADO. Ninguna, jamás se envió sin retocar (ajustes de todo tipo, desde colores a filtros pasando por encuadres, máscaras, recortes, sombreados, difuminados…) Se solían mandar 30 fotos por partido, con un trabajo, cada una, de unos 3 o 4 minutos de retoque. Luego se publicaban dos o tres a razón de 9 euros (foto publicada) y, para colmo, el cubrir al Getafe en sus partidos fue una imposición de la empresa cuando ascendió a Primera División (es decir que no iba en el sueldo). También entonces sentía que practicaba yudo. Cedía para vencer, pero, además, aplicaba o intentaba aplicar una conducta zen en el sentido de que ya que debía de hacerlo lo hacía lo mejor que podía y con el firme propósito de perfeccionar mi labor en cada intento.


Pido disculpas por haber puesto un ejemplo de mi propia persona, pues lo tenía muy a mano y lanzo en alto el deseo de encontrarme en esta vida con más yudocas; yudocas (o yu-yitsucas o taekuondocas…) de los que intentamos definir con este y otros ejemplos. A ver si nos los vamos encontrando aunque sea en la Federación Madrileña de Taekuondo.




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editado por...Wladi Martín @ lunes, mayo 11, 2009

1 Comentarios

At 11/5/09 10:15, Anonymous Anónimo said...

Eres un gilipojas... con jota

 

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