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sábado, agosto 23, 2025

RESIDENCIA EL ÚLTIMO PASEO


Dicen que los ancianos esquimales, cuando sienten cercana la decrepitud, se desnudan y parten del poblado en un último paseo. Lo hacen en silencio, con los pies descalzos sobre la nieve. Antes de ser inútiles, dejan las ropas, junto a todas sus pertenencias, para que otros lo puedan aprovechar y se van. Suelen marchar de noche, sin molestar, sin despedida. No hay más ritual que el de dejarse ir. Respirar profundo, relajarse y dejarse ir. También dicen que el frío, de tan intenso, se llega a asimilar. Hay un momento en que ya no se siente. Algunos científicos explican que se padecen delirios que alejan de la cruel realidad, evitan el dolor. Algo así describe Hans Christian Andersen en su famoso cuento La pequeña cerillera. La niña, antes de morir de frío, ve llegar a su querida abuela que le toma de la mano para llevar a su querida nieta a un lugar cálido. Una ensoñación, ya digo.


En otras latitudes y tiempos alejados del Círculo Polar comprendieron que esa costumbre era muy romántica -sí-, pero poco productiva. Un avispado observador inventó, inspirado en esta costumbre esquimal, las llamadas residencias para la tercera edad. Eso dicen. Incluso, parece ser que consta en antiguos archivos que la primera de ellas se llamó El último paseo. En realidad el invento es el de evitar ese tránsito final a cambio de unas monedas.


En un principio, la idea no acababa de entenderse, por nueva. Hubo enfrentamiento. Pero pronto se tocó la fibra de los afectados y se comprendió mejor. Nada de proezas. A cambio, un puñado de monedas; un buen puñado.


Si la abuelita tenía lo suficiente, se le reclamaba y dejaba poco más o menos como al esquimal: en pelotas. Eso sí, se supone que bien atendida. Es un decir.


Si el anciano no tenía lo suficiente, que lo paguen sus hijos.


A echar cuentas… Vuelven los enfrentamientos.


En estos casos, las partes enfrentadas viven la situación como un conflicto o como un problema. Como una de las dos cosas.


Si entienden la cuestión como un conflicto -que dicho sea de paso, suele ser lo más habitual- se acaban enemistando. Si las partes, en cambio, lo plantean como un problema, no tienen por qué enemistarse. Pero esto no suele ser habitual. Basta con que una de las partes entre en conflicto para que el enfrentamiento cobre tintes belicosos. Por más que la otra u otras partes quieran resolver el problema.


Entre tanto, al anciano le entra frío en la planta de los pies… como si anduviera descalzo por la nieve. Vaya usted a saber por qué.


Mientras al abuelito se le hielan los pies, el fundador de la residencia El último paseo, con la tripa caliente. 

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editado por...Wladi Martín @ sábado, agosto 23, 2025