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sábado, abril 08, 2023

Con lo bonito que es el azul

Con lo bonito que es el azul. Sábado de gloria

Cada cual tiene su opinión y es mentira eso de que algunos no la tienen. Si acaso la están formando.

Hay unos cuantos -cada vez más, por eso de extenderse las llamadas redes sociales y los medios de comunicación- que andan dando su opinión. Lo hacen sobre cualquier cosa y en cualquier momento. Incluso cuando uno sospecha que no les ha dado tiempo a formarla; a tener una opinión.

No es lo mismo andar dando opiniones que andar en opiniones. Según la RAE, esto último, lo de andar en opiniones se refiere a a quien está puesto en duda en su crédito o estimación.

Se me ocurre que entonces se puede producir una paradoja, el que anda dando opiniones suele acabar andando en opiniones. Sobre todo cuando no son del gusto del común denominador.

Me explico.

Hay mucha gente que vive de dar su juicio o valoración de algo. Lo hacen en lugares que amplifican lo que dicen. Son muchos los que oyen esa opinión. Y también son muchos los que están a favor de dicho juicio; lo comparten. Pero también suele haber multitud en contra. Esa opinión va en contra de los valores de los que escuchan.

Gusta mucho oír argumentos similares a los pensamientos que uno tiene. Sobre todo cuando se emplean palabras que uno no acierta a encontrar y las oye en otro. (Lo que yo decía, se suele decir, en esos casos).

Es fácil encontrar referentes. Siempre es sencillo hallar a alguien que refrenda nuestras premisas. Y se suele tratar mínimo de un cuñado y hasta de gente famosa (salir en la tele ya cuenta).

El que lanza una opinión diferente a la que uno tiene es, como poco, un gilipollas. Como a mi me gusta el rojo, todos el que muestra su adicción al azul es idiota.

Lo que suele ser raro es respetar al que da un opinión -que no sea favorable a las nuestras- y se comporta con honestidad; es consecuente.

Ahora me toca a mi dar un opinión. Creo que lo censurable es el que dice que su color favorito es el rojo y luego siempre viste de azul y dice que ese celeste es el mejor tono.

Una cosa es el tocino y otra la velocidad. Una cosa es la evolución y otra ser un veleta.

Últimamente, veo muchos ejemplos que podrían ilustrar ese dicho español de donde dije digo, digo Diego.

Me hace recordar las veces que me he equivocado, yo mismo, y no he sido capaz de reconocerlo. En cambio, he inventado miles de excusas y disparates que cabrían en eso de donde dije digo, digo Diego. Me doy cuenta de que en el fondo es un tema de inseguridad; de proteger el ego -el mío; el de cada cual-. Y en muchas ocasiones en que me doy cuenta de que me equivoco y alguien me lo hace ver, lo que intento es demostrar a esa persona que, en realidad, lo hacía por su bien. Todo antes que aceptar el error. Con lo fácil que sería.

En eso de formar la opinión, sin duda, influye la educación… entre otras muchas cosas.

Ahora que estamos en lo que conocemos como Semana Santa recuerdo lo sucedido hace muchos años un sábado de Gloria, como hoy. Concretamente, hace 46 años… ¡nada menos!

El 9 de abril de 1977 -que cayó en sábado- fue legalizado el Partido Comunista de España. Por entonces yo iba a un colegio privado que costaba una lana y, por tanto, estaba repleto de los vástagos de gente acomodada. Aunque había de todo… ¡Como yo!

Yo andaba por los diecisiete años y me encontraba pasando la tarde frente a un batido en la cafetería de Nebraska en la Gran Vía madrileña. Por entonces, aún se llamaba avenida de José Antonio.

Me encontraba con otro amigo y dos guapas chicas, todos de mi edad y todos compañeros de clase.

Debíamos componer un lindo cuadro; tan jóvenes, tan estupendos, tan inocentes, tan arregladitos… Andábamos ajenos a tan importante fecha para los comunistas españoles a quienes yo consideraba poco menos que satánicos; cosa de la educación -adoctrinamiento- del momento.

Estábamos merendando en lugar privilegiado, al lado de un amplio ventanal que nos dejaba ver el exterior. Aunque lo que nos interesaba estaba dentro, empezaron a acumularse vehículos policiales entre los que figuraban varios de los que se conocían como lecheras. También empezó a congregarse mucha gente vestida con sencillez que contrastaba con los pocos paseantes que iban quedando por la zona. Pronto empezaron las carreras. Comenzamos a prestar atención al exterior del local. Queríamos saber lo que sucedía en la calle, desde la seguridad de nuestra atalaya.

De repente, los fornidos policías desenfundaron sus porras. Unos pocos, escopeta en ristre, se liaron a lanzar pelotas de goma en todas direcciones. Vimos meter a fuerza viva a varios comunistas en las furgonetas; en las lecheras. Sabíamos que eran del PCE porque llevaban pegatinas y banderas. Al rato salían de dichos vehículos sangrando por la cara. Me impresionó ver cómo varios fornidos agentes zarandeaban a muchachas jóvenes y de poco peso. Entre varios, agarrando de los brazos y piernas, dominaban a sus presas.

Lo que más nítidamente recuerdo es la reducción de un airado anciano tocado con una boina hasta que fue introducido en uno de dichos vehículos. La boina, en el forcejeo, voló por los aires. Quedó la cabeza al aire. Recuerdo que con un retorcido sentido del humor pensé: pues resulta que no tiene cuernos.

Lo que vi me ayudó a formar una opinión; una opinión que me guardo. Pero, sobre todo, cambió la que ya tenía. Me hizo pensar en lo maleables que somos. En lo que influyen nuestras vivencias en nuestra forma de opinar.

Resulta que estaba prohibido vestir de rojo. ¿Cuántos, por entonces, irían de naranja? Lo malo es que cuando se autorizó dicho color hubo un tiempo de aceptación y adaptación. ¡Con lo bonito que es el azul!

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editado por...Wladi Martín @ sábado, abril 08, 2023