Cariño, deseo, vocación... amor (aunque sea propio)
Feijóo cita un informe encargado a la Fundación Antena 3 y que ha dado como fruto el estudio: “En busca del éxito educativo: realidades y soluciones”. En el mismo podemos constatar cuestiones como la que abre este escrito y otras como que “a mayor tiempo navegando por Internet peores son los resultados escolares de los estudiantes de la ESO”.
Me asaltan dos reflexiones a vuela pluma. Primera: que raro es el hogar en que el chaval de entre ocho y catorce años no tiene un ordenador conectado a la Red, bajo la excusa de que sirve para los estudios. Y claro que sirve, pero raro es el muchacho que le da tal utilidad. Segunda: que aún le queda camino al sistema educativo para acercarse a los gustos de los chavales que estudian la ESO.
Hace poco, hemos conseguido incorporar en las instalaciones que nos han cedido en la Asociación de Vecinos de La Laguna una televisión y un DVD. Ya hemos tenido alguna proyección en la que hemos rebautizado como nuestra sala de audiovisuales. La verdad es que proyectamos cosas que luego explicamos en las clases. Pero no deja de ser curioso el interés de los yudocas en ver en la pantalla lo que se les explica luego o ya se les ha explicado. ¿Y por qué no vamos a apoyarnos en tan eficaz herramienta?
Recuerdo que Rafael Ortega cuenta desde hace muchísimos años con estas herramientas en su legendario gimnasio Banzai. También recuerdo sus grabaciones, sus fichas de randori, sus circuitos técnicos. Acabo pensando en que un maestro de la talla de Ortega tiene su prestigio, precisamente por todas estas aportaciones. Pero, la clave seguramente es otra. Otros, con menos brillo y relieve podrían utilizar estas mismas herramientas u otras, hoy día al alcance de cualquiera. La clave está en el deseo; en las ganas… En una palabra: en la vocación.
Ortega y otros cientos de profesores de yudo se dedican a tan loable labor porque quieren; porque tienen ese deseo y de él han hecho forma de vida. Es decir que tienen una profesión vocacional. Sobre todo, la tienen, los que se dedican a ella a tiempo total (por suerte o porque no les quede otra). Ese es el gran motor de la sociedad: el deseo.
Por el contrario habría que preguntarse ¿cuántos de los profesores de esos niños del estudio antes aludido han acabado en un aula por vocación? Me temo que cada vez menos. Bien es cierto que el mal es generalizado. Tampoco hay muchos policías o militares que hayan llegado a culminar con éxito todo el proceso de oposiciones por vocación. De hecho, hoy día es fácil encontrarse un abogado que quería ser poeta, un médico que quería ser pianista y hasta un político que quería ser útil.
Tras esta broma mordaz (sean benevolentes que el discurso me ha llevado a ello con suma facilidad; no lo he podido evitar), me gustaría volver a insistir en que tal vez la responsabilidad no esté en nuestros adolescentes que no hacen sino acudir al reclamo de lo que hicieron atractivo para que se enganchen a ello. ¿O es que no hay una poderosa industria detrás de cada pantallita de ordenador, de televisión o de video juego? Tampoco es cosa de martirizar, una vez más, a los despistados padres. ¿O es que ellos no acaban siendo víctimas también de ese reclamo de la poderosa industria que sostiene “el juego de las pantallitas”? A lo mejor habría que exigir algo de más de vocación y no cargar las tintas en tanta preparación. Es indudable que llegan jóvenes profesionales magníficamente preparados a ocupar diferentes puestos en el sistema educativo español. Pero no lo es menos que sigue sin dar los frutos deseados y sí, en cambio, multitud de fracasos (o fracasados) del más variado pelaje. Pónganle un poco más de cariño, que tratan Uds. con personas en formación, no con coches, ni tornillos, ni patatas… Un poco más de amor (aunque sea propio).
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