Día de la Mujer (también en el Wladiario)

Últimamente mi wladiario ofrece demasiado fútbol y hay algo dentro de mi que se rebela. No sé si los picores que siento en estas noches de atrás son por la mosquita que zumba en cuanto apago la luz (me he enterado de que son las mosquitas las que pican y no los mosquitos) o por tanto fútbol. Sea por prurito primaveral o por hastío balompédico se me ha ocurrido que no puedo ni debo dar la impresión de sólo tener en la cabeza el manido fútbol o el yudo (ver YUDIARIO). Así es que en un ratillo de esos en que uno se sienta a trabajar frente al ordenador, pero no acaba de decidirse, escribo estas líneas. Como tampoco soy de los que se echen partiditas de solitarios (¡bicho raro soy!) pues lanzaré un par de reflexiones y allá nos pillen confesados.
Se acerca el Día Internacional de la Mujer. Algunos añaden que de la mujer trabajadora y siempre se colige que casi todas las mujeres acaban siendo trabajadoras: unas dentro de la casa, otras fuera de ella y, cada vez más, dentro y fuera de ella. Claro que también hay vagas, como hay vagos. Y todos en mayor o menor medida tenemos algo de ello. Yo suelo sincerarme con mis amigos que “soy un vago muy disciplinado”. Cada cual que lo entienda como quiera.

Os regalo esta imagen que pensaba presentar a algún concurso contra la violencia de género. Se ve que no encuentro tiempo ni momento (quizás mi ego no esté tan desarrollado como creía), así que la luzco aquí. Ojalá valiera para algo más que ilustrar este cuaderno digital

El caso es que con la conmemoración de las trabajadoras quemadas vivas dentro de la fábrica en la que protestaban contra la opresión de sus jefes, llega el momento de rendir homenaje a la mujer. Como yo siempre he estado rodeado de mujeres valiosas no tengo ningún empacho en hacerlo. De hecho, recuerdo que dirijo desde hace años unas clases de defensa personal en Getafe y que lo hago de manera altruista: sin cobrar. Y eso –creo yo- me sigue manteniendo en el grupo de los bichos raros en el que me siento tan cómodo viendo cómo son las personas que llamamos ‘normales’.

Hablando de personas normales, qué bochorno ver cómo se están comportando (y enfrentando) con todo este lamentable episodio (largo episodio) del etarra de mierda, el tal Iñaki de Juana Chaos. Qué gratuitamente pronunciamos barbaridades y qué falta de respeto nos tenemos los unos a los otros y, sobre todo, a gente que ha luchado mucho por llegar a donde están. Pero lo malo seguramente es que quienes tendrían que mostrar un poco de cordura, de capacidad de raciocinio, de reflexión y análisis, son los primeros en mear fuera del tiesto. Vaya semanita que llevamos. Un asesino se pone en huelga de hambre. (¡Pues vaya!). Cuando está a punto de cascar, se le conmuta la pena. Por lo visto es legal (vamos que con la ley en la mano se puede hacer y se ha hecho) (¡Pues vaya!) Entre tanto, en Bélgica una mujer fuera de sus casillas se carga a toda su progenie a cuchilladas. Y son cinco los vástagos que manda a la tumba antes de intentar poner fin a su miserable vida, cosa que no consigue (¡Toma ya!). Por otra parte está el niño de 9 años que fue secuestrado, violado durante un par de días y finalmente asesinado por el pederasta alemán que ya había cumplido condena por abuso de menores. (¡Vaya reinserción en las cárceles alemanas! –como en todas-). España sigue teniendo soldados en un país que se llama Afganistán y que seguramente el 90 por ciento de los españoles situaría con dificultad en el mapa. En Cádiz se lanzan a la calle porque se quedan sin trabajo y pronto lo harán en Sevilla, Puerto Real y Getafe si EADS CASA empieza a echar gente como ya han dicho… Además, en Madrid tenemos el juicio de Alatriste… Vamos el juicio de Alá triste, para que nos entendamos, porque vaya disparate el de ver a los implicados en la matanza del 11-M sentados en el banquillo declarando.

Menos mal que con todo este disparate la sabiduría popular siempre es tan eficaz que con su simpleza proverbial encuentra un único y visible culpable: el tal Zapatero (al que quieren mandar ‘a sus zapatos’).

Ya digo, que nos quedamos con la mujer… trabajadora o no. ¡Viva la madre que me parió!, que diría el otro.