Getafe Real Madrid

He estado, esta tarde, tomando fotos en el partido de fútbol que ha enfrentado al Getafe con el Real Madrid. A mí, que me ha apasionado este deporte, me asalta la pregunta: ¿qué tiene el fútbol de hoy para interesar tanto a la gente? Ha sido tan aburrido el espectáculo, que ni me he levantado del suelo. Me he quedado aplanado.

Como es mi costumbre, he acudido a la línea de fuera de la portería del equipo visitante. Es decir, que me he situado lo más cerca que me han dejado de Iker Casillas. Era uno de los pocos fotógrafos en esa posición. En cambio, en el lado contrario del campo estaba la gran mayoría de la prensa gráfica asistente al encuentro. Pero, yo tengo muy claro que trabajo para un periódico local y lo que nuestros lecotres quieren ver en él es a sus ídolos; a los jugadores del Getafe.



Viendo la cantidad de compañeros que se trasladaban de un extremo al otro de la cancha en el descanso, he optado por no moverme y no perder mi sitio de este modo. De esta manera, y en contra de mis costumbres, el segundo tiempo he fotografiado a los atacantes del Real Madrid y a los defensas del Getafe. Cuando ha acabado la contienda, como dicen los comentaristas deportivos - y yo también lo he sido- no podía casi andar. Se me ha quedado la espalda rígida de la humedad que había en el césped y... de los años, supongo. El caso es que, no he visto ni una sola jugada de esas que luego se ven por televisión, en las que Ronaldo corre y regatea, para luego marcar un gol; no he visto a Roberto Carlos correr por su banda y centrar o tirar hacia puerta; no he visto a Luis Figo desbordar una sola vez por las bandas; no he visto a Zidane controlar con su habitual elegancia algún balón; no he visto a Raúl… Lo que he visto ha sido un largísimo espectáculo en el que la pelota ha rodado por el centro del campo, la mayor parte del tiempo, mientras ninguno de los 22 jugadores intentaba atacar la portería contraria, sino que esperaban a “encontrar” un hueco. Este fútbol de hoy es un deporte rácano en el que las aficiones gritan, cantan, insultan y se lo pasan en grande, bastante desconectadas, en el fondo, de lo que tiene que ver con el resultado.

Ya podían acortar el tiempo de cada partido y exigir que el balón esté en movimiento para que se considere tiempo de juego. La mayor parte del espectáculo se va en ver cómo asisten a un jugador tendido sobre le suelo. Ya podían reglamentar el que haya que atacar y no retrasar continuamente el juego hasta el área del portero propio. Ya podían obligar a no retroceder al campo propio, una vez se ha adelantado el juego al del contrario. ¡Qué lástima de deporte! Y pensar que los niños se fijan en esos deportistas como si fueran sus ídolos, cuando se les ve insultarse, escupirse, fingir, engañar… Al final, como en esta sociedad nuestra, todo vale con tal de marcar. El griterío ensordece entonces todo lo precedente y no importa que en el gol se haya empujado, pisado o golpeado antirreglamentariamente al rival. Tampoco importa si se consigue un gol cuando un jugador se tira deliberadamente al suelo engañando al árbitro para que señalice la falta máxima o penalti. En fin, hay que reconocer que en este país, además de este espectáculo bochornoso tenemos otro aún peor que es el de los toros. Habrá que conformarse.